Secretos, 2001

LOS SECRETOS FAMILIARES: DESAFIO CLINICO

 

“Hay tantos secretos en mi familia, que tal vez no me alcance el tiempo para despejarlos todos: la verdad es fugaz, lavada por torrentes de lluvia.” Retrato en Sepia- Isabel Allende 

 

Viene una familia compuesta por 5 miembros: la madre, Catalina, de 40 años, el padre, Alvaro, de 41, dos hijos de Catalina (viuda de un primer matrimonio con Enrique), Magdalena de 15 y Enrique de 14 (Quique) y un hijo de la pareja, Alvarito, de 6.

Al terminar la entrevista, que parecía haber transcurrido normalmente, la terapeuta los acompaña hasta la puerta, y Catalina se queda y le dice muy angustiada: ”Mire, doctora, todo lo que le dije es mentira. Yo no puedo hablar de Enrique delante de los niños, el se accidentó cuando iba con la amante, y este secreto jamás se lo podré decir a mis hijos”.

 

Consulta una mujer, ejecutiva, Adela, de 35 años. Se identifica en los primeros momentos “como madre soltera” con una actitud que se podría describir como desafiante. Tiene un niño de 5 años, Luis Arturo, ”quien no sabe quien es su papá”. Ella le ha dicho que su papá vive en E.U.

Hace un año, Luis Arturo comenzó a presentar problemas de aprendizaje, y la profesora observaba que no sonreía. El servicio de psicología del colegio la envía “para que ella le cuente al niño quien es el papá”. Ella siente que es un secreto que no sabe como manejar, y espera que la terapeuta le indique “cómo decirle” al niño, o que le ayude a decirle.

 

Consulta una pareja, remitida por el colegio del hijo menor, porque al “niño le falta expresividad”. Juan tiene 38 años, María 35, Pablo 8 y Tomás 5.

María relata con un cierto desapego emocional algunos datos de su historia: se enteró que era adoptada a los 18 años cuando un novio se lo contó. Tiene una hermana que también es adoptada. Por esta misma época se enteró que su padre tenía un hogar paralelo, del cual hay dos hijos más: a estos hermanos los ha visto solo dos veces.

Hace dos años, un año después de la muerte de la madre, busca y encuentra a su madre biológica, quien a su vez tiene una hija. Su hermana también encuentra a su madre biológica.

Los hijos no conocen nada de esta historia y por ahora no sabe como contársela.

La terapeuta sorprendida siente dificultad para trazar la superficie vincular.

 

Consulta una pareja: Jorge de 50 años, finquero y Marta de 40, ama de casa. Vienen, dice ella “porque lo quiere pero ya no lo ama y desea separarse.” Jorgedice que “todo esto ha sido muy difícil: simultáneamente a la crisis con Marta, él ha tenido que enfrentar el secuestro del hijo mayor, de una unión anterior. Ocurrió hace cinco meses. Se siente destrozado, no duerme, vive en una incertidumbre total. Ahora está negociando para que se lo entreguen pronto. No sabe como está su hijo, y si los problemas previos de salud se han acentuado.”.

Se precipitan los acontecimientos. Marta le dice al marido que está confundida, que “hay alguien más, que necesita tiempo”. La terapeuta experimenta dificultad para abordar un material que es tan penoso tanto desde lo intersubjetivo como desde lo transubjetivo. Desearía poder evitarle a Jorge – como si esto fuera posible!- el dolor de enfrentar la infidelidad de Marta simultáneamente con el secuestro de su hijo.

 

  1. EL TERAPEUTA Y LOS SECRETOS

 

El terapeuta se encuentra en la clínica con la temática del secreto, confrontándolo con dificultades teóricas, clínicas y con frecuencia éticas. La familia se debate en una aparente sin salida, entre la necesidad de ocultar y al mismo tiempo develar el contenido del secreto.

 

La clínica

 

La temática es planteada como: “un secreto revelado al analista, que debe saber pero no reconocer”, “un no poder hablar de eso o aquello con otros miembros de la familia”, “ cómo abordar el tema”, “si es conveniente revelar o no revelar el secreto”, “se oculta esto para no hacer daño”o “tenemos un secreto pero no podemos hablar de él”. A veces aparecen indicios, medias palabras o un clima vincular que llevan al terapeuta a intuir un secreto y al mismo tiempo quedar atrapado en el silenciamiento propuesto por la familia.

 

La contratransferencia

 

La temática del secreto puede generar en el analista diversas reacciones contratransferenciales que van desde la sensación de entrampamiento entre “denunciar” o “callar” el secreto, al quedar incluido en el polo de la organización dualista de los que saben, hasta la curiosidad exacerbada y voyeurista de los que no saben. Desde la transferencia el terapeuta puede aparecer como el que abre la caja de Pandora cuyos males quedarán esparcidos por toda la tierra o como el Cancerbero que ha de cuidar el acceso al secreto. Transferencia paradojal[i] que propone una sin salida.

 

Es el secretear lo que lleva al terapeuta a quedar incluido, o atrapado en esta dinámica vincular. La sin salida queda planteada desde un falso supuesto: hay verdades que dañan, que es necesario ocultar a cualquier precio. Proponemos que lo que daña es la censura, el supuesto de unos de tener que cuidar a otros de una “verdad”. Se ataca así el impulso epistemofílico, el derecho al saber y al conocimiento.

 

Función del Analista

 

La esencia del secretear no es descubrir lo que se calla; conocer el contenido del secreto no rompe la estructura del secretear. Con frecuencia la develación confronta al analista con lo que describe Janine Puget como “una nuez vacía”. El entrampamiento para el terapeuta es creer que puede o debe develar los secretos, como contenidos.

 

La función del analista será proponer un escenario donde se analicen las motivaciones inconscientes que llevaron a estructurar el secreto y a sostenerlo, la función defensiva que ha tenido y sus manifestaciones en el vínculo, el juego de poder implícito en el secreto, las ansiedades que suscita develarlo o mantenerlo y las consecuencias de su develación[ii]. Esta debe obedecer a un tiempo psicológico y a un contexto apropiado.

 

La motivaciones inconscientes están relacionadas con el mantenimiento de los ideales y mitos familiares. Se oculta, se acalla, se desmiente en un intento de escapar a las ansiedades catastróficas que genera el descubrimiento de la transgresión de ciertos ideales o normas sociales. Se obtura así la resolución del conflicto, bajo el supuesto que desconocer es no saber. La experiencia clínica nos muestra que desde el inconsciente se sabe más de lo que pretende desconocer y si no se sabe con frecuencia se presiente. El encubrimiento consciente no es el encubrimiento del inconsciente. Los síntomas emergen como denuncia de lo no sabido conscientemente.

 

El secreto remite a un juego de poder donde un polo del vínculo se coloca en el lugar de la censura y decreta un saber como no legítimo para el otro polo del vínculo. ¿Qué es aquello que es considerado no legítimo?, ¿Qué es lo que no se puede comunicar?, ¿Desde qué ideales narcisistas ha quedado instaurada la censura?, ¿Cuáles son las consecuencias imaginadas ocasionadas por la develación del secreto?

Indagar acerca de la herida narcisista que supondría la develación del secreto, permite a los pacientes pensar no acerca de: “cómo decirlo”, “qué decir” o “cuando decir”, sino que es lo que se ha constituido en no decible, no contable, no pensable. Este análisis permitirá en el mejor de los casos encontrar una salida más constructiva: explicitar lo secreto o guardarlo no como un saber oculto, sino como espacios de intimidad de los vínculos que han de ser preservados.

El secreto se explicita cuando las ansiedades que lo llevan a constituirse pueden ser elaboradas e implica la renuncia al poder que supuestamente otorga. Se observa que una vez el secreto se ha hecho explícito, la fuerza que se adscribía al contenido se desvanece: “lo secreto” deja de serlo y simplemente “cae”. Un secreto puede ser válido en un tiempo preciso, y con el paso del tiempo pierde vigencia.

 

INFIDELIDAD, SECRETO Y CONTRATRANSFERENCIA

 

La fidelidad confronta a la pareja con la paradoja entre el deseo, siempre insaciable, y la necesidad de pertenecer y ser únicos. Cómo plantea Freud en el artículo sobre el enamoramiento y el amor, en la metáfora de los puercos espines: si se acercan se hieren con las púas, si le alejan sienten frio. Situación imposible de resolver entre la seguridad que genera ahogo, y la libertad que genera abandono. El intento de resolver la paradoja aparece en la infidelidad conyugal.

Los terapeutas de pareja nos confrontamos una y otra vez en la clínica con esta temática que lleva a veces al analista a quedar en el lugar del que calla, y parecer cómplice, o del que habla, y por lo tanto denuncia. Quedaría así incluido en ese triángulo imposible del que mira sin poder hablar.

Desde la transferencia el analista percibe con frecuencia lo que el otro de la pareja “sabe” pero no puede reconocer que ”sabe”, un malestar sin nombre que la pareja calla. Así, el terapeuta es convocado como juez, o como develador de un secreto que la pareja prefiere ignorar. El destino del analista se torna así en el de los mensajeros de la antigüedad: inmolado, por lo menos en su función analítica, por develar lo que está propuesto para ser callado.

La infidelidad conyugal es paradigmática del secreto. Desde el narcisismo se niega el dolor psíquico que su existencia desencadenaría y se generan múltiples mecanismos, desde la mentira hasta la franca desmentida. El que detenta el secreto es el que se propone desde el poder como el que retiene un saber que pertenece al vínculo. Es en este lugar en el que muchas veces queda colocado el analista. La función del analista es acompañar a la pareja en un proceso de conocimiento, una búsqueda de significados conjuntos donde se genera un espacio de escucha compartida. No se trata entonces de develar lo intuido, sino más bien de ampliar sus intervenciones clínicas para analizar los mecanismos de defensa que se ponen en juego para sostener el acuerdo inconsciente de uno que es “fiel y sufre” y otro que es “infiel y goza”, de uno que “sabe” y de otro que “ignora”: organizaciones dualistas que sostienen una dinámica vincular que podrá en el mejor de los casos ser analizada para promover un crecimiento vincular.

Queda sin embargo una cuestión por dilucidar: si la infidelidad surge de la necesidad de un espacio personal, como conjugar esto con el espacio relacional.

 

Los terapeutas de pareja y familia “nos cuidamos” de no involucrarnos en los secretos. Puede el analista cuidarse de los secretos? Esta pregunta plantéa un equívoco. En primer término que quiere decir cuidar. Cuidar no es lo mismo que desconocer. El analista no puede cuidarse de tomar contacto, junto con el paciente, de material conflictivo o doloroso. Cuidarse tampoco quiere decir que en la clínica pueda evitar intervenciones o interpretaciones que puedan desencadenar reacciones agresivas o difíciles por parte de los pacientes.

El espacio de terapia individual se idealiza como un espacio que no propondría este conflicto. El evitar sesiones individuales no nos evita “conocer” o “involucrarnos” en los secretos vinculares. En todas las terapias hay secretos. El terapeuta desde sus funcionamientos infantiles, desde sus conflictos conyugales, desde su propia historia familiar, desde sus valores y desde su atravesamiento transubjetivo queda inmerso en la trama del secreto de la infidelidad. Como dijimos o conoce el secreto y es cómplice ( lo cual genera una amplia gama de sentimientos, desde satisfacción vicaria hasta censura) o el lugar del que no lo conoce, y es excluido y burlado como el cónyuge. En una ocasión una paciente, quien había estado en terapia de pareja por un tiempo, y que había consultado por infidelidad del marido, llama a la terapeuta a decir: “Nos pusieron los cuernos; Pedro sigue saliendo con María”.

El analista ocupa en la trama inconsciente el lugar de tercero en el juego de la infidelidad. Es la función del secretear la que lleva al analista a quedar incluido o atrapado en esta dinámica vincular. La sinsalida para el analista queda plantada desde un falso supuesto: hay verdades que dañan y hay que ocultar a cualquier precio. La censura, el supuesto de tener que cuidar a otros de saber lo que de alguna manera ya saben constituye el escollo transferencial propuesto por estas situaciones. El derecho de permitir o no el acceso al saber no es función del analista. Su función en todo caso es proveer un espacio de reflexión y análisis, un espacio de encuentro. El entrampamiento surge de proponerse develar lo secreto como contenido. Si el secretear está sostenido desde el inconsciente, el análisis propende en el mejor de los casos, al acceso a las motivaciones inconscientes que lo sostiene. Lo que el analista podrá en todo caso es señalar la herida narcisista que el secreto pretende ocultar y el maltrato vincular que esta situación genera.

 

SECRETO, VINCULOS CONSANGUINEOS, IDEALES FAMILIARES Y SUPERFICIE VINCULAR

 

Algunos secretos familiares ponen nuevamente sobre el tapete la cuestión relativa a la naturaleza de los vínculos de sangre. Se dice que la “sangre tira” y que “la sangre nunca se equivoca”. Nos preguntamos si estas afirmaciones encubren la comunicación de inconsciente a inconsciente que corresponde a una constelación emocional entre sujetos pertenecientes a una misma matriz vincular.

 

Retomemos las preguntas acerca de la naturaleza de los vínculos de sangre. Se dice que la “sangre tira” y que “la sangre nunca se equivoca”. Esta aparente certeza que caracteriza a los vínculos fraternos- consanguíneos-, es reasegurada por la etimología de la palabra “hermanos”, que según Berenstein significa auténtico. [iii] En la literatura encontramos algunos ejemplos de esa supuesta certeza: Borges, en el cuento del Compadrito, nos muestra cómo la lealtad del vínculo fraterno lleva a dos hermanos a asesinar a la mujer que aman, para no traicionarse mutuamente.

 

Al revisar algunos aportes hechos desde el psicoanálisis sobre el tema, encontramos cuestionamientos a la “seguridad” que da la consanguinidad en los vínculos fraternos.

 

Como punto de partida vamos a tomar el concepto propuesto por Berenstein en torno a los vínculos de consaguinidad[iv], donde el origen compartido de los sujetos ya sea por uno o ambos padres, genera un parentesco preestablecido y signado por la cultura como de “hermanos”. También nos preguntamos, si las afirmaciones en torno a la certeza de tales vínculos, encubren la comunicación de inconsciente a inconsciente que corresponde a una constelación emocional entre sujetos pertenecientes a una misma matriz vincular.

 

En Tótem y Tabú[v], Freud empieza a sugerir que la consagueinidad no antecede a los vínculos fraternos, sino que es consecuencia de la cultura; frente a la muerte del padre y la instauración del tótem, el “clan de hermanos” asegura sus lazos a través de la sangre –consaguineidad.

 

El nacimiento de un hermano confronta al sujeto con la necesidad de incorporar al otro en su mundo de relaciones. Lacan habla del complejo de intrusión[vi] como la vivencia que se genera en un sujeto al encontrar a un semejante participando de su “relación doméstica” o entrando en su “territorio de seguridad” como lo enuncia Dolto[vii], donde además el orden de los nacimientos dará un lugar a cada uno dentro de la familia.

 

Berenstein plantea la existencia de una memoria vincular[viii], un tipo de memoria respecto a los lugares y los vínculos. Esta memoria resulta de la conjunción de los modelos socioculturales y de los recuerdos de cada yo respecto de su ubicación y la de los otros.

 

De todo esto podríamos deducimos que en las relaciones fraternas se conjuga un componente biológico con la conviviencia, con el compartir de ciertos referentes históricos comunes, con la certeza de pertenecer a una misma matriz relacional. Es decir, que el vínculo entre hermanos es la resultante en primer término de una experiencia emocional que remite a la referencia de un pasado compartido, con lugares de parentesco definidos consensualmente y donde se ponen en juego los conflictos de pertenencia relacionados con la dificultad de cada familia de trazar los límites de su superficie vincular, es decir, de su identidad familiar.

 

La relación de hermanos está teñida por la rivalidad, la envidia y los celos que en su versión positiva remiten en el mejor de los casos a la solidaridad, a la emulación y a una cierta complicidad como pares frente a los padres adultos.

Observamos que los vínculos fraternos generan diferentes sentimientos de pertenencia según se den dentro o fuera del vínculo de alianza, y si su existencia es reconocida o si se mantiene oculta como un secreto familiar. En las observaciones clínicas, hemos encontrado que los vínculos consanguíneos que se dan fuera del vínculo de alianza no son reconocidos tan fácilmente como fraternos.

 

La pertenencia también se ve afectada por la dinámica inconsciente que se genera entre padres e hijos y por la naturaleza del vínculo de alianza; igualmente algunos de los hijos son depositarios en mayor o menor medida del narcisismo familiar y del narcisismo de cada uno de los padres, lo cual exacerba la rivalidad, las alianzas inconscientes y las organizaciones dualistas.

Berenstein propone que los miembros de una familia se adopten mutuamente.[ix] Este proceso de adopción mutua se da no solamente en las familias con hijos adoptivos, donde a partir de una decisión psicológica y un vínculo legal se construye una matriz relacional, sino también en las familias ampliadas. Estas familias han de transitar un proceso para aceptar parentescos que no tienen una denominación desde lo social pero sí una presencia desde lo vincular.

 

En las familias ampliadas, se crea un nuevo parentesco entre los hijos de los matrimonios previos de los nuevos cónyuges: el de hermanos. La poca claridad en la nominación dificulta la conceptualización de dicho parentesco. (Se habla de hermanastros, medios hermanos, etc.) Sin embargo, cuando surgen relaciones afectivas o sexuales entre estos hermanos, se genera un cierto malestar relacionado con lo incestuoso. Este malestar habla precisamente de la presencia de este vínculo y simultáneamente de la negación del mismo: Se dice:“No son nada entre ellos”. En el mejor de los casos se generarán lazos afectivos que primen sobre el conflicto de lealtades inherente a este tipo de vínculos.[x]

 

En el caso de secretos relacionados con la existencia de otros hermanos no reconocidos dentro del núcleo familiar, el secreto trata de mantener los límites amenazados de la identidad familiar. La develación de estos secretos pone en evidencia el cuestionamiento de la certeza acerca de la fuerza de los llamados vínculos de sangre. Estos hermanos no se sienten ligados afectivamente entre sí aunque se los denomine hermanos desde lo jurídico, expresión de lo transubjetivo. Estos hermanos no pertenecen a la matriz relacional marcada desde el vínculo de alianza y su presencia suscita conflictos de pertenencia, así como conflictos de lealtades.

 

Berenstein define el vínculo de consanguineidad como “ el de la relación de los hermanos entre sí como hijos de los mismos padres o por lo menos de uno de ellos, que le dá la pertenencia al tronco común de ese parentesco.” (Pag. 36)

En relación con la memoria vincular, nos dice: “ Cabe preguntarse nuevamente si es posible concebir algún tipo de memoria respecto a los lugares y a los vínculos. Resultaría de una conjunción de la memoria proveniente de los modelos socioculturales los que recuerdan a cada uno su posición en el parentesco y de los recuerdos de cada yo respecto de su ubicación y la de los otros. De tal manera que cada yo opera con una identificación introyectiva de su vínculo con el otro y con la identificación introyectiva que el otro hizo del vínculo con uno, y ello es registrado por todos y cada uno de los yoes emparentados y evocados sin saberlo.” (pag l31)

En el caso de los vínculos fraternos, vale la pena recordar los aportes hechos por Freud[xi] en Totem y Tabú; donde la muerte del padre actuada por los hermanos instaura dos tabúes fundamentales en el ordenamiento de la cultura: No muerte del totem y la renuncia sexual a las mujeres del grupo. Con la muerte del padre, el “clan de hermanos” asegura sus lazos a través de la sangre –consaguinidad-.)Revisar(Revisar y corregir ¿) Cual es el lugar de la culpa? La complicidad?

La relación de hermanos está teñida por la competencia, la rivalidad, la envidia y los celos.

Estos sentimientos evolucionan en el mejor de los casos en afecto, solidaridad, compañerismo, aceptación. Dicha evolución dependerá de la dinámica que circula en la familia, especialmente en cuanto a la relación que propicien los padres con sus actitudes conscientes e inconscientes (Esau y Jacob). Las relaciones fraternas se conforman con la conviviencia, con el compartir de ciertos referentes históricos comunes, con la certeza de pertenecer a un mismo núcleo familiar. Cierta complicidad como pares frente a los padres adultos, que genera afectos profundos.

El “Compadrito”de Borges muestra cómo la lealtad del vínculo fraterno lleva a dos hermanos a asesinar a la mujer que aman, para no traicionarse mutuamente.

La solidaridad.

Hemos dicho que la develación de ciertos secretos cuestiona los ideales familiares. En el caso de secretos relacionados con la existencia de otros hermanos no reconocidos dentro del núcleo familiar, el secreto trata de mantener los límites amenazados de la identidad familiar.

Reflexionemos acerca de los vínculos biológicos y los vínculos adoptivos. Berenstein propone que los miembros de una familia se adoptan mutuamente: tal es el caso de los vínculos de las familias ampliadas, )Cita 3 más tres no son seis= Los miembros de estas familias han de transitar un proceso para adoptarse mutuamente y aceptar parentescos que no tienen una denominación desde lo social. Entre los hijos de matrimonios previos de los nuevo cónyuges se crea un nuevo parentesco: el de hermanos. La falta de nominación dificulta la conceptualización de dicho parentesco. Sin embargo, cuando surgen relaciones afectivas o sexuales entre ellos se genera un cierto malestar relacionado con lo incestuoso. Este malestar habla precisamente de la presencia de este vínculo y simultáneamente la negación del mismo: “No son nada entre ellos”…

 

[i] Didier Anzieu, “La Transferencia Paradojica : De la comunicación paradójica a la reacción terapéutica negativa”.

[ii] Entendemos por develación la explicitación del contenido del secreto, pero su develación no rompe la estructura inconsciente del secretear. A veces en aras de la verdad se develan secretos con un timing poco propicio, tomando una característica más evacuativa y donde la develación irrumpe violentamente.

 

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[iii] “Este término proviene del latin germanus, abreviación de frater, germanus: hermano de padre y madre, locución por la cual germanus tiene un sentido propio y habitual de verdadero, auténtico (Corominas, J., l973).” (página 125) Berenstein, I. Psicoanalizar una familia. Página 125.

[iv] “El vínculo de consaguinidad es el de la relación de los hermanos entre sí como hijos de los mismos padres o por lo menos de uno de ellos, que le da la pertenencia al tronco común de ese parentesco” (Página 36) Berenstein, I. Psicoanalizar una familia.

[v] Freud, S. Totem y Tabú 1913. Obras Completas. Vol. XIII. Capítulo IV, El retorno del totemismo en la infancia. Página 142. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1980.

[vi] Lacan en su texto La Familia (1938) escribe, “El complejo de intrusión representa la experiencia que realiza el sujeto primitivo, por lo general cuando ve a uno o a muchos de sus semejantes participar junto con el en la relación doméstica: dicho de otro modo, cuando comprueba que tiene hermanos… Así de acuerdo al lugar que el destino otorga al sujeto en el orden de los nacimientos, según la ubicación dinástica, podemos decir que ocupa, con anterioridad a todo conflicto, el lugar del heredero o del usurpador.” Y más adelante agrega “…los celos en su base no representan una rivalidad mental sino una identificación mental.” (página 45)

[vii] Dolto, F. En el juego del deseo. Cap. 5 La dinámica de las pulsiones y las relaciones llamadas de celos cuando nace un hermano menor. México. Siglo XXI editores. 1985

[viii] “Cabe preguntarse nuevamente si es posible concebir algún tipo de memoria respecto a los lugares y a los vínculos. Resultaría de una conjunción de la memoria proveniente de los modelos socioculturales los que recuerdan a cada uno su posición en el parentesco y de los recuerdos de cada yo respecto de su ubicación y la de los otros. De tal manera que cada yo opera con una identificación introyectiva de su vínculo con el otro y con la identificación introyectiva que el otro hizo del vínculo con uno, y ello es registrado por todos y cada uno de los yoes emparentados y evocados sin saberlo.” (pag l31) Berenstein, I. Psicoanalizar una familia.

[ix] Alarcón, M. “Tres más tres no son seis: Dinámica inconsciente en las familias reconstituidas” Revista AAPPG XV 1991

24 Ibidem.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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RESUMEN

 

Los secretos proponen al analista interrogantes teóricos, clínicos y éticos. Genera situaciones contratransferenciales muy complejas.

Definimos el secreto como un ocultamiento consciente de una realidad que produce una herida narcisista. El secreto emerge como un mecanismo que se apuntala en los tres espacios psíquicos: lo intrasubjetivo – hace referencia a la herida narcisista y al secretear-, lo intersubjetivo – a los ideales familiares-, y lo transubjetivo – lo relacionamos con transgresiones que amenazan la pertenencia social del sujeto.

El secreto pretende sostener un ideal familiar narcisista, que relacionamos con el mito familiar.

Los secretos familiares relacionados con vínculos fraternos permiten un cuestionamiento de la naturaleza de los vínculos llamados de sangre. En los vínculos fraternos se trata de sostener su existencia de por sí, ignorando su naturaleza simbólica Encubre la ruptura del contrato narcisista, como defensa frente a las ansiedades generadas por la develación del mismo.

[xi] Freud, S. Totem y Tabú (1913) Vol. XIII, aparte IV “El retorno del totemismo en la infancia”, punto 5. Banquete Totémico. Pág. 143. Amorrortu Editores. Buenos Aires 1980.

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