Sexualidad y Vincularidad, 2008, Trabajo para Revista

LA INHIBICIÓN DEL DESEO SEXUAL: PARADOJAS DE LA SEXUALIDAD VINCULAR

 

Myriam Alarcón de Soler[*] (Coordinadora)

Grupo de Estudio en Terapias Vinculares[†]

 

“Entre el deseo y la realidad hay un

punto de intersección: el amor”

Octavio Paz

 

INTRODUCCION

Un tema de consulta frecuente en la clínica de pareja es la inhibición parcial o total en la sexualidad.

No nos referiremos a aquellas parejas donde las alteraciones de la vida sexual se pueden atribuir a un franco deterioro de la relación, sino más bien a aquellas que no pueden tener relaciones sexuales a pesar del deseo consciente y manifiesto de tenerlas. Casi siempre atribuyen la falta de sexo a la falta de deseo de uno de ellos, con lo cual creen resolver el problema de un tajo, negando la complejidad presente en un síntoma que se encuentra anclado en el vínculo

Es este un tema de alta complejidad que propone interrogantes teóricos y clínicos. ¿Cuáles serían las posibles vertientes de análisis desde lo vincular que podrían enriquecer la clínica de la inhibición sexual? ¿Qué trama del vínculo sostiene la inhibición del deseo erótico en la pareja? ¿Qué ansiedades circulan en el encuentro sexual y cuál sería la tramitación que la pareja hace de éstas? ¿Cuáles serían las paradojas presentes en el amor de pareja que hacen que la sexualidad sea un campo sembrado de tantos obstáculos?

Para abordar este tema tomamos en consideración los aportes que ha hecho Otto Kernberg (1995) en su libro Relaciones Amorosas: normalidad y patología. Tomamos también como eje central de nuestro análisis los aportes de la Teoría Vincular Psicoanalítica, cuyos principales representantes y propulsores han sido Isidoro Berenstein y Janine Puget. Hemos incluido también desarrollos de otros representantes de la teoría vincular y algunas propuestas nuestras que están aún en proceso de elaboración.

 

I- Aspectos generales del deseo erótico según el psicoanálisis

La circulación del deseo sexual es un aspecto central y definitorio de la relación de pareja tal como la conocemos en occidente, así se haya planteado como un ideal. En el mejor de los casos el vínculo de pareja se caracterizaría por la presencia de lo que Kernberg (1995) llama un amor sexual maduro, el cual subrayamos para diferenciarlo del amor paternal, del amor filial, del amor fraternal, del amor al prójimo y del amor a los amigos. Sin embargo, sabemos bien que el deseo sexual atraviesa por innumerables vicisitudes, altibajos y en muchos casos su desaparición o inhibición, temporal o definitiva, en uno o en los dos miembros del vínculo.

Como es bien sabido, el concepto de sexualidad en el psicoanálisis excede el funcionamiento genital adulto, para explicarse como un proceso de desarrollo que tiene sus orígenes, descontando lo biológico, en el vínculo del bebé con su madre. Las sensaciones corporales que se producen en este estrecho contacto, que incluye la alimentación al pecho o al biberón, la experiencia táctil sobre la piel y las mucosas, la tibieza del contacto, las palabras, especialmente en lo que se refiere a sus aspectos prosódicos o de entonación, los balanceos rítmicos, son experiencias placenteras que, con la maduración van a formar parte de la excitación sexual general del adulto, que desemboca en muchas ocasiones en la excitación de zonas erógenas específicas y en la experiencia del orgasmo.

La excitación sexual así constituida se encuentra ligada a objetos, inicialmente parciales y posteriormente edípicos. Se conforma de tal manera el deseo erótico en el cual predomina un tipo de relación objetal, con un objeto específico pero que puede ser cambiante. El paso siguiente es la relación donde el placer sexual se condensa en una persona surgiendo un compromiso que abarca aspectos tales como la ternura, los valores y las emociones compartidas, pero sin dejar de lado una fuerte tendencia pulsional ligada a la búsqueda de objetos primitivos con los cuales vivenciar experiencias previas de tipo fusional.

El deseo erótico (Kernberg, 1995), cuyo anclaje es la pulsión, es pues una búsqueda de placer dirigido hacia otra persona hacia la que se tienen fantasías conscientes e inconscientes específicas que se recrean con un común denominador: penetrar o ser penetrado con un objetivo fusional. Para llevar a efecto esta fantasía se requiere la mediación de mecanismos de identificación con el cuerpo y la satisfacción sexual del otro, que tienen como base la bisexualidad psicológica. El deseo entonces, no solamente es el deseo del otro, sino también el deseo del deseo del otro.

II- La Sexualidad como un producto vincular

Podría decirse que la experiencia de la sexualidad implica el encuentro presencial con otro, con el cual se pone en juego en el escenario pre-coital y coital propiamente dicho, la sexualidad perversa polimorfa descrita por Freud (1905), así como el despliegue deseante del Edipo, y donde va a configurarse una trama en el interjuego de las fantasías de cada uno de los participantes, de tal manera que se irá conformando una identidad propia y única de tal encuentro. Así pues la sexualidad se juega en un vínculo.

El vínculo ha sido una noción central de la teoría vincular, y ya en 1988 era descrito por Puget como un concepto básico en la construcción de la subjetividad, en la cual se realiza un entramado fantasmático que se produce entre los yoes. Berenstein (2004, pág. 88) lo define “como aquello que al ligar produce sentido e innovación en dos o más otros dada su condición de presencia…”. Y Puget (2003) agrega más adelante que cada contexto crea a sus sujetos y “el entre-dos” consiste en un encuentro entre dos sujetos en presencia, quienes son responsables de lo que producen sin saberlo de antemano. Spivakow (2005, pag. 21), a su turno, describe el vínculo como “un conjunto de funcionamientos, interinfluencias y determinaciones psíquicas, generados por las investiduras recíprocas de dos o más sujetos cuyos psiquismos son abiertos”.

El intercambio de tipo sensorial y motor característico del acto sexual que surge en la pareja, va dando lugar a una puesta en escena en la que la coreografía resultante, así como los contenidos particulares, son a su vez causa y producto de una construcción conjunta, que puede ser explicada por y puede estar incluida en la noción de trama interfantasmática. Como parte de la trama interfantasmática las parejas construyen un cuerpo vincular (Puget y Berenstein, 1988) en permanente estado de modificación relacionado con el deseo en juego. El cuerpo vincular es percibido como una ligadura dentro de la cual la pareja siente que hay algún tipo de fusión.

Es importante hacer notar que el concepto de trama interfantasmática es central a la noción de vínculo. Así, la fantasía, en sus aspectos predominantemente inconscientes, surge a partir del vínculo.

Las consideraciones anteriores nos llevan a afirmar la sexualidad como uno de los escenarios de la vincularidad atravesada por una trama interfantasmática, producto de la construcción de un Dos[i]. Bien ha señalado Puget (2003) que lo que interesa es lo que hacen juntos y lo que generan juntos, con un origen común pero distinto en cada caso, con un efecto de alteridad, es decir que el otro no puede ser reducido a “yo mismo” y que la incertidumbre hace parte fundamental de esta construcción conjunta, de lo impredecible.

Lo novedoso del concepto descansa en que mientras la investidura pulsional solamente explica de manera parcial lo que ocurre en el intercambio sexual, en buena parte porque es unidireccional, con la inclusión de las nociones de vínculo y de trama interfantasmática se le da fuerza a la idea de construcción conjunta que lleva implícita la consideración de que la bidireccionalidad o influencia mutua entre uno y otro, es otro factor protagónico en la experiencia sexual. La sutileza que se pone en juego a partir de las anteriores consideraciones es un punto de partida para la construcción de una trama de fantasías que se modelan recíprocamente.

Pachuk y Kleiner (1996) describen el trabajo del coito como una zona de encuentro que da lugar a una producción inconsciente vincular. En el coito se da la presencia máxima que moviliza tanto el placer como las ansiedades más profundas en relación con la fusión y con la individuación.

Para efectos del tema que nos ocupa, se quiere subrayar que la inhibición del deseo parte de las características especiales que asume la trama interfantasmática en un momento dado, más que de los conflictos inconscientes intrasubjetivos[ii]. Así pues, consideraremos la disminución del deseo sexual como un producto vincular y por consiguiente, hablaremos de inhibición vincular del deseo sexual.

Consideramos que la inhibición vincular del deseo sexual se relaciona con la dificultad de la pareja para armar conjuntamente un escenario donde la sexualidad tenga cabida, un estar con el otro, un hacer con el otro. Desde el deseo del Uno, el otro del vínculo puede quedar desconocido en su lugar de sujeto y, por consiguiente algunas de las modalidades de la sexualidad vincular podrían ser someterse o ser sometido, obligar o ser obligado, frustrar o frustrarse, satisfacción autoerótica y/o satisfacción de la sexualidad fuera del vínculo. Pensamos que la inhibición del deseo en el vínculo podría ser rastreada a diversas modalidades de la imposición del Uno. En efecto, el narcisismo, como una de esas diversas modalidades de la imposición del Uno, tiene efectos en el despliegue del deseo erótico de la pareja. La imposición narcisista del deseo de uno o de ambos sujetos del vínculo va generando una paradójica trama interfantasmática narcisista, que a la manera de una bola de nieve genera una inhibición vincular del deseo erótico.

III- Paradojas de la relación de pareja y sus efectos en la inhibición vincular del deseo erótico

Berenstein (2004, pág. 38) nos dice que la pulsión no es el motor del vínculo con el otro, sino que “es frente a lo ajeno del otro y su presencia que en el sujeto emerge la pulsión, y en ese movimiento tratará de investirlo como su objeto”. Lo paradójico en el planteamiento de Berenstein es que mientras el vínculo tiene un valor no excluyente, esto es, que tolera excedentes (ajenidad) para poderse mantener y que es el núcleo de su razón de ser, es el propio vínculo el que genera la emergencia de la pulsión, que por definición es desvinculizante, en la medida en que reduce y desgasta al “otro en su ajenidad para terminar siendo semejante al yo” (Berenstein, 2004, pág. 39). Es pues, en el interjuego entre la pulsión y el vínculo donde nace toda forma de sexualidad y esta es la fuente del tema que nos convoca en este trabajo, en el que pretendemos movernos desde lo pulsional freudiano propiamente dicho, esto es, desde una postura intrasubjetiva hacia una posición vincular que, aunque no descarta la primera, es una perspectiva con valor heurístico en lo teórico y de importancia cardinal en la clínica.

Pachuk y Kleiner (1996, p.110), subrayando otra paradoja, nos dicen: “El coito sería la expresión de la intersubjetividad más radical al mismo tiempo que, paradójicamente, da cuenta de la singularidad más profunda”.

La sexualidad es un campo privilegiado donde convergen presencia y representación y donde, por consiguiente, la constitución de la pareja conyugal conlleva nuevamente una paradoja: la individuación, de un lado, que se construye únicamente en la implicación mutua con el otro y donde sólo la interiorización de la diferencia así constituida, permitirá reconocer la ajenidad del deseo del otro y, del otro lado, la tendencia pulsional a la fusión. Como, en buena parte, la diferencia que emerge desde el Dos se constituye en motor de deseo, la inhibición vincular del deseo sexual podría pensarse como una modalidad defensiva ante diversas ansiedades suscitadas por esta paradoja.

Octavio Paz (citado por Kernberg, 1995), en su obra Teatro de signos/transparencias (1974), dice que el amor es el punto de intersección entre el deseo y la realidad; en nuestras palabras, sería el punto de intersección entre la pulsión y la ajenidad, entre la representación y la presentación; sería otra forma de las paradojas del amor y de la sexualidad. Badiou (2000) ha tratado también acerca de lo imposible del amor, introduciendo el concepto de U como un punto de intersección, que lo hace posible, como acontecimiento.

IV- El papel del narcisismo en la inhibición vincular del deseo sexual

Dentro de las fantasías infantiles que se reactivan en cualquier relación sexual juega un papel importante la idealización del cuerpo del otro, la que acrecienta el deseo erótico, pero que fundamentalmente lleva a la fetichización del cuerpo, lo cual remite a la idealización del cuerpo de la madre. Esta idealización asume especial relevancia por su vinculación con el narcisismo tanto normal como patológico, y conlleva diferencias en cuanto a la problemática aquí planteada de la inhibición del deseo erótico. En efecto, en el enamoramiento como fase dentro del proceso propio del vínculo, la idealización del otro es característica, incluyendo obviamente su cuerpo, en ese momento novedoso y muy deseable, lo cual permite vivencias sexuales de tipo extático que remiten a experiencias primitivas. Muchas parejas se quejan de que la intensidad de esos contactos no las han podido volver a replicar posteriormente en el desenamoramiento y en el post-enamoramiento (Spivacow, 2005). Las idealizaciones primitivas propias del narcisismo impiden con mucha frecuencia la inclusión de la ternura conjuntamente con el deseo erótico en la experiencia sexual.

Si miramos con detenimiento los aspectos tiernos en la relación, nos damos cuenta que son la consecuencia de la preocupación y el cuidado por el otro, de una profunda capacidad empática y en últimas de una cabal tolerancia de la ambivalencia. Tal como lo plantea Kernberg (1995), el fenómeno de desidealización, que se presenta normalmente en cualquier relación de pareja, no es tolerado cuando el narcisismo es extremo y donde la capacidad de cuidado por el otro, tolerancia de sus imperfecciones y, en suma, la importancia por la persona, que se evidencian en la ternura del amor maduro, están ausentes. Por consiguiente, en estos casos se presenta generalmente un decrecimiento significativo del deseo sexual con una rápida disminución de la frecuencia de las relaciones sexuales.

No es posible, sin embargo, establecer una generalización a pesar de que la señalada arriba es una dinámica muy frecuente en las relaciones de pareja, donde vemos que la predominancia del narcisismo en uno o en ambos sujetos del vínculo tiene como efecto una alteración severa en la sexualidad vincular.

V- Ansiedades y defensas propias de la trama interfantasmática presentes en la inhibición vincular del deseo sexual

Hemos planteado hasta aquí la inhibición vincular del deseo sexual como un síntoma que remite a diversos avatares de la construcción vincular. Nos proponemos ahora describir con más detalle algunas de las ansiedades que pueden estar presentes.

1) Angustias frente a la intimidad

Dice Hugo Bleichmar (1999), que “cuando dos subjetividades se relacionan debemos detenernos en las angustias frente a la intimidad”. Afirma que “el sentimiento de intimidad es una construcción subjetiva construida entre los dos participantes”. El sentimiento de intimidad surge en relación a otro al que se reconoce como separado del sujeto -existiendo en la realidad- en el momento en el que manteniéndose este sentimiento de diferencia, simultáneamente se vive como algo importante de la mente del otro, bien sean sus sentimientos, sus ideas, e intereses, los cuales se sienten como propios. Estas angustias tienen relación con el temor de ser violentado corporal, afectiva, instrumental o cognitivamente, temores que consideramos de estirpe narcisista. En el encuentro amoroso se conjugan, por lo tanto, la angustia y el placer, es decir, la intimidad que se desea también se teme.

Para evitar estos temores, algunas veces se propone una sexualidad sin el compromiso de la vincularidad y los riesgos de la intimidad, tal como sucede en la película francesa “Une Liaison Pornographique” (paradójicamente llamada en español “Una Relación Íntima”), en la que los protagonistas se encuentran solamente para realizar una fantasía sexual, donde predomina lo narcisista sin un punto de encuentro que incluya la diferencia. El escenario de la sexualidad, del cual el espectador queda excluido, va dando lugar a un encuentro donde el deseo abre paso al amor. Amor que conlleva el riesgo del dolor, del envejecimiento, del odio y posiblemente la disminución del deseo, sustrato del enganche inicial. La pareja se rompe ante el súbito reconocimiento de la construcción vincular y la imposibilidad de sostenerla; paradoja expresada por los protagonistas: “Lo nuestro fue una ‘relación pornográfica’”.

En las parejas hiperdiscriminadas, ejemplificadas en las “parejas modernas” que han sido llamadas parejas de Bed and Breakfast, por alusión a los famosos hostales, donde lo que se comparte es tan sólo un espacio geográfico y el vínculo se va empobreciendo, se intenta desconocer la presencia del otro y cada uno “se las arregla solo”. Cada uno satisface sus necesidades sexuales “solo”, se entrega a desarrollos individuales de los cuales la vincularidad queda excluida; evitan el encuentro y caen en un vacío vincular, ante la imposibilidad de construir un Dos, regresando a un esquema narcisista para no enfrentar la crisis inherente a pertenecer a un vínculo.

Bauman, en su libro Amor Líquido (2005) nos habla de las dificultades que tienen las parejas modernas de investir una pareja de manera estable. Son relaciones donde predomina la búsqueda de satisfacción inmediata donde se evitan las dificultades que implicaría una construcción vincular.

2) Evitar el sufrimiento

Freud en Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa (1912) reconduce la génesis del amor a la constelación materna y al complejo de castración. Postula que frente a la frustración ocasionada por la imposibilidad de alcanzar el objeto de amor, donde confluyen el deseo y la ternura, se regresa a los objetos infantiles que se habían dejado, produciéndose así una retracción de la libido. Por otra parte, para Bowlby, el desapego sería un resultado de la imposibilidad de lograr la satisfacción tras una búsqueda infructuosa del objeto. Marguerite Yourcenar, citada por Torres (2004), plantea que el acceso al Nirvana, o sea la liberación del yo, solo puede tener lugar a través de la aniquilación de la insatisfacción y del deseo, las dos grandes fuentes que nutren el sufrimiento humano.

Desde lo vincular, confrontar deseo, fantasía y la irremediable ajenidad del Otro, en el escenario de la sexualidad, conlleva inevitablemente a cierto grado de sufrimiento. El sufrimiento, como un efecto de presencia, puede conllevar a la disminución o aniquilación del deseo.

En las parejas con inhibición vincular del deseo sexual se inhibe el deseo para evitar el sufrimiento que la búsqueda del encuentro o el encuentro sexual mismo puede ocasionar. En efecto, no es infrecuente oír decir a las parejas: “Me cansé de buscarlo (la). Cuando yo quería el (ella) no quería, ahora yo no quiero”. Con la aniquilación del deseo del escenario de la sexualidad queda también excluido del discurso, evitando así la enunciación de la fisura vincular.

3) La ilusión de fusión

Cuando las parejas buscan la fusión, se ilusionan con el encuentro del otro pensado. “Moría el deseo en ese anhelo de ser Uno” nos dice A. Mackintach (2001) refiriéndose al mito de Aristófanes en los “Diálogos de Platón”. El amor que busca la fusión se ahoga en el Uno. Así la inhibición vincular del deseo sexual estaría al servicio de mantener un status quo empobrecido pero estable que evita la desolación del desencuentro y anula el “efecto de presencia” (Puget, 2003).

En el coito se da la presencia máxima, proveniente de la inevitable ajenidad del otro, así como la ausencia máxima, derivada de la investidura pulsional del otro, que movilizan tanto el placer como las ansiedades más profundas en relación a la fusión y a la individuación. Se configura así una estética corporal, con la presencia simultánea del cuerpo del enamoramiento y la presencia de un cuerpo que envejece, presencia de la diferencia en la intensidad del deseo en distintos momentos de vida y del devenir de la relación.

La búsqueda de fusión, que remite a un funcionamiento predominantemente narcisista, se confronta ansiosamente con la presencia del otro real. Las fantasías primarias que buscan satisfacción encuentran su tope en la imposibilidad de un encuentro oceánico con la madre. Es allí donde la evitación de la sexualidad podría remitirse a un intento de sostener en la fantasía la posibilidad de un encuentro amoroso totalmente absorbente.

4) Temor a la ruptura vincular

Nos dice Verhaeghe (2003, pág. 28): “Uno es el fantasma del otro y ambos se hallan muy lejos de estar a la altura”. La sexualidad, confrontación irremediable con la ajenidad, pondría en evidencia, vacíos en la vincularidad o mejor, vacíos en la capacidad de vincularse. La inhibición vincular del deseo sexual puede constituir una defensa para preservar otras áreas de la relación y evitar la posibilidad de una ruptura vincular. Para algunas parejas la relación sexual puede estar atravesada por una profunda soledad, que enunciaría un alejamiento vivenciado como irremediable.

VI- Algunos Comentarios Finales: Construir juntos, desear juntos

En la conjunción de los cuerpos, el devenir del deseo produce un trabajo vincular donde la sexualidad puede ser configurada desde la diferencia. Es en el encuentro sexual donde se conjugan fantasía, cuerpo, deseo y amor; lugar de mediación en donde por momentos confluyen el Uno y el Dos dando lugar a la inhibición de la sexualidad o a un espacio de creación conjunta. La fusión, el temor a la intimidad, la búsqueda del Otro especular, así como el narcisismo, resultan obstáculos para el encuentro sexual y se constituyen como aspectos del Uno que configuran una resistencia vincular. En la inhibición de la sexualidad el deseo articulador del vínculo es obturado: sin el deseo del otro, el no-deseado pierde el sentimiento de pertenencia al vínculo. La trama fantasmática narcisista cobra fuerza generando una dinámica que va empobreciendo la sexualidad vincular.

 

La relación sexual podría pensarse como un espacio de fusión temporal que permite la construcción de una “ilusión” de comunión en donde la realidad tiene cabida pero no abruma ni interfiere, permitiendo la permanencia y complejización vincular a la vez que la individuación. La tensión creativa entre lo propio y lo ajeno dará lugar a “un ir haciendo”, espacio donde la sexualidad y la intimidad tengan cabida. La construcción de intimidad se refiere al intercambio vincular que conlleva sentimientos de afecto, de solidaridad, de compañía, de la seguridad de contar con el otro en momentos de dificultad. Es ahí donde el poder como potencia posibilita la construcción conjunta que hace lugar a lo ajeno del otro.

 

Podemos pensar que el trabajo terapéutico en la clínica de parejas ha de tener en cuenta la necesidad de generar un espacio vincular donde se pueda convivir con la paradoja que implica la ajenidad propia y del otro del vínculo, lo que además permitiría encontrarse y reencontrarse, al mismo tiempo que se preservan ciertos aspectos del narcisismo descrito, que constituyen la mismidad.

 

Bibliografía

Badiou, A. (2000) “El amor como escena de la diferencia”, Revista de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, vol. XXIV, No. 1, 2001.

Barros de Mendilaharzu, G. (2006) “Problemáticas del vínculo de pareja en la actualidad”. Seminario Bogotá.

Bauman, Z. (2005) El Amor Líquido. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.

Berenstein, I. (2001) “Una visión personal del psicoanálisis de las configuraciones vinculares”., Revista de la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, vol. XXIV, No. 1, 2001.

Berenstein, I. (2001) El sujeto y el otro: de la ausencia a la presencia, Buenos Aires, Ed. Paidós, 2001.

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Freud, S. (1905) Tres ensayos sobre una teoría sexual. O. C., Madrid, Ed. Biblioteca Nueva, Tomo I, 1967.

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Kleiner, Y., Pachuk, C. (1996) “Sexualidad y conyugalidad”. En Puget J. (Comp.) La Pareja: encuentros, desencuentros, reencuentros. Editorial Paidós. Bs. As. 1996

Mackintach, A. (2001) “Pareja: el porvenir de una ilusión”. En La pareja y sus anudamientos, Lugar Editorial, 2001.

Puget, J. (2003) “Crisis de la Representación”. Inédito, conferencias Bogotá, 2003.

Puget, J. & Berenstein, I. ( 1988) Psicoanálisis de la pareja matrimonial. Buenos Aires, Ed. Paidos, 1988.

Torres, V. “Cultura y Transgresiones en Marguerite Yourcenar”. Revista Número, 41, Junio-Agosto, 2004.

Spivacow, M. (2005). Clínica psicoanalítica con parejas: entre la teoría y la intervención. Buenos Aires, Lugar Editorial, 2005

Verhaeghe, P. (2000) El amor en los tiempos de la soledad. Buenos Aires, Ed. Paidos, 2001.

 

 

Resumen

La inhibición vincular del deseo sexual en las parejas propone interrogantes teóricos y clínicos. Se analizan algunos aspectos del deseo erótico desde el psicoanálisis, especialmente desde los aportes de Otto Kernberg. Desde la teoría vincular proponemos la construcción de la sexualidad y sus inhibiciones como un producto vincular que remite a una trama interfantasmática. Se analizan algunas de las paradojas presentes en esa construcción vincular. La presencia de lo que hemos denominado una trama interfantasmática narcisista podría ampliar la comprensión de la inhibición vincular del deseo sexual como un síntoma de la pareja. Se analizan las ansiedades que circulan en el vínculo que constituirían un sustrato de la inhibición vincular del deseo sexual.

 

Summary

 

Theoretical and clinical questions arise when considering the inhibition of the erotic desire in couples. Some aspects of erotic desire in psychoanalysis are analyzed in the article, especially some of the ideas of Otto Kernberg. From the viewpoint of the Bond Theory it is suggested that the building of sexuality in couples and its inhibitions must be traced to a particular interphantasmatic entanglement. Some of the paradoxes present in the construction of male-female relationships are described. The interphantasmatic narcissistic construction may be helpful in the comprehension of inhibition in couples’ sexuality. Some of the anxieties present in couples’ sexual relationships are described in connection with the inhibition of sexual desire.

 

 

 

Résumé

 

L’inhibition du lien fondé sur le désir sexuel dans les couples soulève des questions théoriques et cliniques. On analysera plusieurs aspects du désir érotique à partir de la psychanalyse, notamment à partir des apports d’Otto Kernberg. En utilisant la théorie du lien nous supposons la construction de la sexualité et de ses inhibitions comme étant le produit de liens qui renvoient à une trame interfantasmatique. On analysera également certains des paradoxes présents dans cette construction fondée sur le lien. La présence de ce que nous appellons trame interfantasmatique narcissiste pourrait contribuer à la compréhension de l’inhibition du lien fondé sur le désir sexuel en tant que symptôme du couple. Enfin, on analysera les anxiétés qui circulent dans le lien, et qui constitueraient un substrat de l’inhibition du lien fondé sur le désir sexuel.

 

 

Resehna

 

A inhibicao vincular do desejo sexual nos casais propoe interrogantes teóricos e clínicos. Se analizarao alguns aspectos do desejo erótico desde a psicanalisis, especialmente desdes os aportes de Otto Kernberg. Também desde a teoria vincular se propoe a construcao da sexualidade e suas inhibicoes como um produto vincular que remite uma trama interfantásmica. Se analizam também algunas das paradoxias presentes nesta construcao vincular. A presenca do que denominamos uma trama interfantasmica narcisista poderia ampliar a comprensao da inhibicao vincular do desejo sexual como sintoma do casal. Também se analizarao as ansiedades que circulam no vínculo que constituirao um substrato da inhibicao vincular do desejo sexual.

 

[*] Psicóloga, M.A., M.Ed. Miembro Titular de la AAPPG.

Corresponsal en el Exterior de la Revista de la AAPPG

myriam.alarconj@gmail.com

 

[†] Ricardo Aponte, Danilo Diazgranados Ligia Del Toro, Ligia Gallego de Posada , Maggui Gutierrez de Salamanca, , Carolina Lozando, Elsa Mantilla de Mejía, Marta Sarmiento de Gómez.

[i] “Aceptar al otro, o aceptar la presencia del otro, requerirá modificarme, y pasar a ser otro del que era, a condición de que ese sujeto acepte pasar a ser otro. Desde el Dos se termina distinto a como se empezó. La subjetividad deviene otra. Sería como el trabajo de darle presencia a la presencia, diferente al trabajo de representación que es darle presencia a una ausencia”. (Berenstein, 2004)

 

[ii] Vale anotar que éstos, aunque clásicamente se han considerado como propios de la lucha entre el yo y el ello como estructuras intrasubjetivas, nunca se expresan por sí mismos, sino siempre en relación con otro u otros.

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