Sexualidad Vincularmente Inhibida, jornadas AAPPG 2004

Del Deseo Sexual Inhibido a la Sexualidad Vincularmente Inhibida – Resumen

 

Myriam Alarcón de Soler (Coordinadora) Ricardo Aponte, Ligia Gallego, Maggui Gutiérrez, Carolina Lozano, Elsa Mantilla.

 

Nuestras reflexiones se refieren a la problemática de aquellas parejas que no pueden tener relaciones sexuales a pesar del deseo consciente y manifiesto de tenerlas. Hablaremos así de sexualidad vincularmente inhibida (SVI) y no de deseo sexual inhibido (DSI). Si consideramos la sexualidad como uno de los escenarios de la vincularidad atravesada por una trama interfantasmática, producto de la construcción de un Dos, la SVI habla de la dificultad de la pareja de armar conjuntamente un escenario donde la sexualidad tenga cabida. Remite a la ausencia de una propuesta de construir juntos un deseo. Desde el deseo del uno del vínculo, el otro queda desconocido en su lugar de sujeto. Pensamos que la inhibición del deseo en el vínculo podría ser rastreada a diversas modalidades de la imposición del Uno.

La sexualidad es un campo privilegiado donde converge presencia y representación. La constitución de la pareja conyugal conlleva una paradoja: la individuación se construye únicamente en la implicación mutua con el otro, y sólo la interiorización de la diferencia así constituida permitirá reconocer la ajenidad del deseo del otro. La diferencia que emerge desde el Dos se constituye en motor de deseo.

La SVI podría pensarse como una modalidad defensiva ante diversas ansiedades suscitadas por esta paradoja. La imposibilidad de aceptarla lleva a la pareja a construir un cuerpo vincular interfantasmático cuya organización anula el deseo conjunto.

La construcción de la sexualidad conlleva un riesgo de intimidad que si bien se desea, también se teme. Algunas veces se propone una sexualidad sin el compromiso de la vincularidad y los riesgos de la intimidad. Desde lo vincular, confrontar deseo, fantasía y la irremediable ajenidad del Otro, conlleva inevitablemente a cierto grado de sufrimiento. Con la aniquilación del deseo el escenario de la sexualidad queda también excluido del discurso, evitando así la enunciación de la fisura vincular. Cuando las parejas buscan la fusión, ilusionan con el encuentro del otro pensado. La sexualidad, confrontación irremediable con la ajenidad, pondría en evidencia vacíos en la vincularidad. La SVI puede constituir una defensa para preservar otras áreas de la relación y evitar así la posibilidad de una ruptura vincular.

El cuerpo: En el coito se da la presencia máxima que moviliza tanto el placer como las ansiedades más profundas en relación a la fusión y a la individuación. Se configura una estética corporal, presencia de la diferencia del cuerpo del enamoramiento y presencia de un cuerpo que envejece, presencia de la diferencia en la intensidad del deseo en distintos momentos de vida y del devenir de la relación.

El poder: Anular al otro como sujeto del vínculo puede ser una temática subyacente a la inhibición de la sexualidad. Fantasías de controlar y poseer al otro que hacen un tope en el deseo: no es posible obligar a otro a desear. Tope que la alteridad impone a la fantasía omnipotente de posesión e imposición. Es en el encuentro sexual donde se conjugan fantasía, cuerpo, deseo y amor; lugar de mediación en donde por momentos confluyen el Uno y el Dos dando lugar a la SVI o a un espacio de creación conjunta.

Construcción conjunta: La relación sexual podría pensarse como un espacio de fusión temporal que permite la construcción de una “ilusión” de comunión en donde la realidad tiene cabida pero no abruma ni interfiere, permitiendo la permanencia y complejización vincular a la vez que la individuación.

Por último, la SVI es también un síntoma que refleja una problemática de época. La nueva forma de vida de las parejas, las dificultades de la vida cotidiana, la importancia del éxito laboral son elementos que desde lo transubjetivo inciden en su constitución. Estos aspectos ameritarían otras reflexiones.

 

Del Deseo Sexual Inhibido a la Sexualidad Vincularmente Inhibida[1]

 

Myriam Alarcón de Soler (Coordinadora) Ricardo Aponte, Ligia Gallego, Maggui Gutiérrez, Carolina Lozano, Elsa Mantilla.[2]

“¿Pensaste ya, mi tan Otra, cuán insensibles somos los unos con los otros? ¿Meditaste ya en lo mucho que nos desconocemos? Nos vemos y no nos vemos. Nos oímos y cada uno escucha apenas una voz que está dentro de sí” Fernando Pessoa, El Libro del Desasosiego, 206.

 

I- Un ejemplo clínico: Mas y menos: Ni más, Ni menos: Nada

Juan (34) y María (31) vienen a consulta. Tienen cinco años de casados. Dicen que son una buena pareja, que se llevan bien en casi todos los aspectos. Tienen, según Juan, “un único problema”, mejor dicho, es un problema para María: hace ya casi un año no tienen relaciones sexuales, antes de esto las relaciones fueron escasas y muy eventuales. María ha planteado éste como un problema., Para Juan: “el tema de la sexualidad no es importante” aunque sabe que para María sí lo es. Esto ha generado “un planteo que podría significar la emergencia de un plan B -es decir- la separación”. “Un único problema, en todo lo demás se llevan bien”. Juan dice que quisiera aclarar algo: “si él tiene un bajo deseo sexual y ella tiene una mayor necesidad sexual, como hacer si para él tener relaciones sexuales se vuelve una obligación y para ella no tenerlas implica quedar frustrada?” “Un único problema: no tener relaciones sexuales”. Definición cerrada y única acerca de una temática vincular que se vislumbra como más compleja. ¿Si el deseo es de uno, y no de los dos, qué salida tiene esto?

 

II- ¿De qué nos habla la inhibición de la sexualidad a nivel vincular?

Con frecuencia las parejas que consultan refieren disminución y/o ausencia de su vida sexual: “Quisiéramos mejorar nuestra vida sexual”, “Nos entendemos muy bien pero no tenemos relaciones sexuales”, etc. A veces atribuyen la falta de sexo a la falta de deseo de uno de ellos. ¿Qué quiere decir?: “Queremos mejorar nuestra vida sexual.” Surgen en el terapeuta interrogantes acerca del abordaje desde una clínica vincular, complejización del motivo de consulta que aporte algo más allá de la comprensión de las ansiedades individuales que llevan a la inhibición de la sexualidad. ¿Cuál es la trama interfantasmática que se teje en torno a la sexualidad? ¿Qué trama del vínculo sostiene el no deseo? ¿Qué les impide desear juntos? ¿Qué ansiedades circulan en el encuentro sexual y cuál sería la tramitación que la pareja hace de éstas? ¿Qué podríamos decir acerca de la presentación y de la representación de la corporeidad en la sexualidad? ¿En síntesis, cuáles serían las posibles vertientes de análisis desde lo vincular que podrían enriquecer la clínica?

 

III- Del Deseo Sexual Inhibido (DSI) a la Sexualidad Vincularmente Inhibida (SVI)

El DSI fue descrito por H. Kaplan (1982)[3] y definido por el DSM IV[4] en 1995. Esta clasificación está sustentada por una mirada individual y descriptiva. Tiene en cuenta el moldeamiento que el sujeto que padece el trastorno hace de su pareja y de su entorno. Hace referencia a una lógica binaria y está tomado desde la lógica del Uno.

Desde la perspectiva vincular consideraremos la disminución del deseo sexual como un producto vincular. Cada contexto crea a sus sujetos. (Puget, 2003) “El entre-dos consiste en un encuentro entre dos sujetos en presencia, y son responsables de lo que producen sin saberlo de antemano.” (Berenstein, 2004)[5]. Hablaremos entonces de sexualidad vincularmente inhibida (SVI). No nos referiremos a aquellas parejas donde las alteraciones de la vida sexual se pueden atribuir a un franco deterioro de la relación, sino más bien a aquellas que no pueden tener relaciones sexuales a pesar del deseo consciente y manifiesto de tenerlas.

Consideramos la sexualidad como uno de los escenarios de la vincularidad atravesada por una trama interfantasmática, producto de la construcción de un Dos[6]. Pachuk y Kleiner nos dicen: “El coito sería la expresión de la intersubjetividad más radical al mismo tiempo que, paradójicamente, da cuenta de la singularidad más profunda” (1996, 110).

La SVI habla de la dificultad de la pareja de armar conjuntamente un escenario donde la sexualidad tenga cabida. Ausencia de una propuesta de construir juntos un deseo, un estar con el otro, un hacer con el otro. Desde el deseo del uno del vínculo, el otro queda desconocido en su lugar de sujeto. Las modalidades de la vincularidad serán someterse o ser sometido, obligar o ser obligado, frustrar o frustrarse, satisfacción autoerótica y/o satisfacción de la sexualidad fuera del vínculo. Pensamos que la inhibición del deseo en el vínculo podría ser rastreada a diversas modalidades de la imposición del Uno.

 

IV- La SVI como modalidad defensiva ante la construcción vincular

La sexualidad, campo privilegiado donde converge presencia y representación. La constitución de la pareja conyugal conlleva una paradoja: la individuación se construye únicamente en la implicación mutua con el otro, y sólo la interiorización de la diferencia así constituida permitirá reconocer la ajenidad del deseo del otro. La diferencia[7] que emerge desde el Dos se constituye en motor de deseo. La SVI podría pensarse como una modalidad defensiva ante diversas ansiedades suscitadas por esta paradoja. La imposibilidad de aceptarla lleva a la pareja a construir un cuerpo vincular interfantasmático cuya organización anula el deseo conjunto.

 

1) Angustias frente a la intimidad

Nos dice Hugo Bleichmar: “El sentimiento de intimidad es una construcción subjetiva construida entre los dos participantes”. “Cuando dos subjetividades se relacionan debemos detenernos en las angustias frente a la intimidad.”[8] En el encuentro amoroso se conjugan la angustia y el placer. La construcción de la sexualidad conlleva un riesgo de intimidad que si bien se desea, también se teme. Algunas veces se propone una sexualidad sin el compromiso de la vincularidad y los riesgos de la intimidad. En la película “Una relación íntima” (Liaison Pornographique) los protagonistas se encuentran solamente para realizar una fantasía sexual. El escenario de la sexualidad, del cual el espectador queda excluido, va dando lugar a un encuentro donde el deseo abre paso al amor. Amor que conlleva el riesgo del dolor, del envejecimiento, del odio y posiblemente la disminución del deseo, sustrato del enganche inicial. La pareja se rompe ante el súbito reconocimiento de la construcción vincular y la imposibilidad de sostenerla. Paradoja expresada en su definición de la relación: “Lo nuestro fue una ‘relación pornográfica’”.

En las parejas hiperdiscriminadas se intenta desconocer la presencia del otro y cada uno “se las arregla solo”. Parejas “modernas” “Bed and Breakfast” donde se comparte un espacio geográfico y el vínculo se va empobreciendo. “Ni más, ni menos: nada”, como en la pareja de nuestro ejemplo. Cada uno satisface sus necesidades sexuales “solo”, se entrega a desarrollos individuales de los cuales la pareja queda excluida; evitan el encuentro y caen en un vacío vincular, ante la imposibilidad de construir un Dos. Vuelta al esquema narcisista para no enfrentar la crisis inherente a pertenecer a un vínculo.

2) Evitar el sufrimiento

Freud en sus Contribuciones a la Psicología del Amor (1912) reconduce la génesis del amor a la constelación materna y al complejo de castración. Postula que frente a la frustración ocasionada por la imposibilidad de alcanzar el objeto de amor, donde confluyan el deseo y la ternura, se regresa a los objetos infantiles que se habían dejado, produciéndose así una retracción de la libido. Para Bowlby, el desapego sería un resultado de la imposibilidad de lograr la satisfacción tras una búsqueda infructuosa del objeto. M. Yourcenar en “Memorias de Adriano” nos dice: una forma de no sufrir es aniquilar el deseo.[9]

Desde lo vincular, confrontar deseo, fantasía y la irremediable ajenidad del Otro, en el escenario de la sexualidad, conlleva inevitablemente a cierto grado de sufrimiento.[10] En el libro “El amante”, Marguerite Duras dice: “Acudía a mi lado, también se tendía, pero se había quedado sin energía alguna, sin potencia alguna… Su cuerpo ya no quería saber nada de la que iba a partir, a traicionar”. (2004, 140) El sufrimiento, como un efecto de presencia, puede conllevar a la disminución o aniquilación del deseo.

En las parejas con SVI se inhibe el deseo para evitar el sufrimiento que la búsqueda del encuentro o el encuentro sexual mismo puede ocasionar.[11] Con la aniquilación del deseo el escenario de la sexualidad queda también excluido del discurso, evitando así la enunciación de la fisura vincular.

 

3) La ilusión de fusión

Cuando las parejas buscan la fusión, ilusionan con el encuentro del otro pensado. “Moría el deseo en ese anhelo de ser Uno” nos dice A. Makintash (2001) refiriéndose al mito de Aristófanes en los “Diálogos de Platón”. El amor que busca la fusión se ahoga en el Uno. Así la SIV estaría al servicio de mantener un status quo, empobrecido, pero estable que evita la desolación del desencuentro y anula el “efecto de presencia” (Puget, 2003).

 

4) Temor a la ruptura vincular

Nos dice Verhaeghe: “Uno es el fantasma del otro y ambos se hallan muy lejos de estar a la altura.” (2003, 28). La sexualidad, confrontación irremediable con la ajenidad, pondría en evidencia, vacíos en la vincularidad. La SVI puede constituir una defensa para preservar otras áreas de la relación y evitar la posibilidad de una ruptura vincular. Para algunas parejas la relación sexual puede estar atravesada por una profunda soledad, que enunciaría un alejamiento vivenciado como irremediable.

 

V- Lugar de la sexualidad en el vínculo de pareja

1) El cuerpo y el cuerpo vincular

Las parejas construyen un cuerpo vincular (Puget y Berenstein, 1988) en permanente estado de modificación relacionada con el deseo en juego. El cuerpo vincular es percibido como una ligadura dentro de la cual la pareja siente que hay algún tipo de fusión. Pachuk y Kleiner (l996) describen el trabajo del coito como una zona de encuentro sexual como producción inconsciente vincular. En el coito se da la presencia máxima que moviliza tanto el placer como las ansiedades más profundas en relación a la fusión y a la individuación.

La mirada del Otro en tanto estructurante, juega un papel importante en la construcción de ese cuerpo vincular y en ella se despliega lo que Puget (l993) llama el reconocedor privilegiado. Mirada que confirma un deseo, un encuentro, desde lo real del cuerpo y el deseo del otro. Diríamos que se configura una estética corporal. Sensibilidad sublime dada en un aquí y un ahora, en el acontecimiento del encuentro que configura un cuerpo vincular, testigo de lo inexpresable, así como la creación del artista expresa lo inexpresable de su sensibilidad sublime. (Lyotar, 1988).

En el compromiso corporal son ineludibles las diferencias sexuales. La sexualidad da cuenta de una historia vincular y una historia y un tiempo de los miembros de la pareja. Desde lo real, encuentro donde se funden el anhelo y el temor a la fusión, donde surgen los malentendidos entre ternura y sexualidad, entre las modalidades de goce de cada uno, entre las fantasías, lo deseado y lo posible. Donde se hace presente la marca de los cuerpos atravesados por una historia y por un tiempo.

El deseo en la pareja está atravesado por lo transubjetivo: la expectativa de una sexualidad “naturalmente” apasionada, semejante a la del enamoramiento, frustra y deslibidiniza el vínculo[12].

En la construcción de la sexualidad vincular se aúnan inhibiciones individuales, secretos, rupturas, cicatrices vinculares, fantasías con frecuencia desconocidos para los miembros del vínculo: presencia de la diferencia del cuerpo del enamoramiento y presencia de un cuerpo que envejece, presencia de la diferencia en la intensidad del deseo en distintos momentos de vida y del devenir de la relación y la representación de lo anhelado, lo vivido, lo idealizado.

 

2) El poder

Amor, poder y sexualidad son temáticas inacabables en el despliegue vincular. En aras del amor, el sometimiento circula en el vínculo. Dice Lewkowicz (2002): “La palabra poder remite a dos campos distintos. El poder puede concebirse como las estructuras consolidadas que pueden imponer despóticamente un camino. Pero poder también remite a la idea de posibilidad.”[13] Anular al otro como sujeto del vínculo puede ser una temática subyacente a la inhibición de la sexualidad. Fantasías de controlar y poseer al otro que hacen un tope en el deseo: no es posible obligar a otro a desear. Tope que la alteridad impone a la fantasía omnipotente de posesión e imposición. Desde la violencia se puede tal vez poseer un cuerpo pero encontrarse ante la imposibilidad de imponerse como objeto de deseo. En las parejas, la inhibición del deseo puede ser un refugio, un baluarte donde se preserva el espacio íntimo personal, donde el Otro no tiene cabida.[14]

 

3) Construir juntos, desear juntos: creación vincular

El Eros, expresándose como instinto de vida, actúa como atadura psíquica (Green,1989). En la conjunción de los cuerpos, el devenir del deseo produce un trabajo vincular donde la sexualidad puede ser configurada desde la diferencia implicante. Es en el encuentro sexual donde se conjugan fantasía, cuerpo, deseo y amor; lugar de mediación en donde por momentos confluyen el Uno y el Dos dando lugar a la SVI o a un espacio de creación conjunta. La fusión, el temor a la intimidad, la búsqueda del Otro especular, resultan siendo obstáculos para el encuentro sexual y se constituyen como aspectos del Uno que configuran una resistencia vincular. En la SVI, el deseo articulador del vínculo es obturado: sin el deseo del otro, el no-deseado pierde el sentimiento de permanencia al vínculo.

La relación sexual podría pensarse como un espacio de fusión temporal[15] que permite la construcción de una “ilusión” de comunión en donde la realidad tiene cabida pero no abruma ni interfiere, permitiendo la permanencia y complejización vincular a la vez que la individuación. La tensión creativa entre lo propio y lo ajeno dará lugar a “un ir haciendo”[16], espacio donde la sexualidad y la intimidad tengan cabida[17]. Es ahí donde el poder como potencia posibilita la construcción conjunta que hace lugar a lo ajeno del otro.

Por último, la SVI es también un síntoma que refleja una problemática de época. La nueva forma de vida de las parejas, las dificultades de la vida cotidiana, la importancia del éxito laboral son elementos que desde lo transubjetivo inciden en su constitución. Estos aspectos ameritarían otras reflexiones.

 

Bibliografía

Alarcón, M. y Gallego, L. El Tiempo y el Vínculo. Dinámica de Pareja en los Adultos Mayores. Jornadas AAPPG, 2003.

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Berenstein, I. El Sujeto y el Otro. Buenos Aires, Ed. Paidos, 2001.

Berenstein, I. Vínculo. Devenir otro con otros. Lo Permanente, lo Efímero, lo Incierto. Mayo, 2004.

Berlflein, H. Las alas del Deseo. Fin de Siglo, pareja y sexualidad. Jornadas AAPPG, l999.         .

Bleichmar, H. Del apego al deseo de intimidad. Las angustias del Desencuentro. Revista de Psicoanálisis, 1999.

Deleuze, G. Diferencia y Repetición. Ediciones Juncar, Madrid, 1988.

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Freud, S. “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa” (l912) y el “Tabú de la Virginidad” (1917).

Green, A. “Tiene la Sexualidad algo que ver con el Psicoanálisis”. Conferencia dictada en el Centro Ana Freud, l989.

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Kleiner, Y. y Pachuk, C. Sexualidad y Conyugalidad. La Pareja. Encuentros, Desencuentros, Reencuentros. Paidos, 1996.

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Lewkowicz, I. Una respuesta ética ante la violencia. Cátedra de Psicología, Ética y Derechos Humanos, UBA: 2002.

Lyotar, J.F. Lo inhumano. Ediciones Galile, Buenos Aires, l988.

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Puget, J. Crisis de la Representación. Conferencias Bogotá, 2003.

Puget, J. En la búsqueda inefable de un reconocedor Privilegiado. Rev. Acta Psicológica, l993.

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Torres, V. “Cultura y Transgresiones en Marguerite Yourcenar”. Revista Número, 41, Junio-Agosto, 2004.

Verhaeghe, P El amor en los tiempos de la soledad. Buenos Aires, Ed. Paidos, 2001.

Winnicott, D. Realidad y Juego, Ed. Gedisa, 1971.

[1] Trabajo preparado para las Jornadas XX de la AAPPG de Octubre 22-23 del 2004, Buenos Aires.

[2] Grupo de Estudios en Profundización en Terapias Vinculares. Bogotá. myriamalarcon@etb.net.co

[3] H. Kaplan (l982) considera el deseo sexual inhibido (DSI) como un síndrome dada la imprecisión de sus causas. Distingue los trastornos sexuales según tres fases: deseo, excitación y orgasmo. En el DSI se registra ansiedad en la etapa más temprana de la secuencia sexual, el deseo, desde el momento en que se anticipa como posible el contacto sexual, o tan pronto como se experimentan las sensaciones iniciales eróticas. Se presenta además hostilidad significativa hacia su pareja.

[4] El DSM IV (l995) describe el deseo sexual hipoactivo como “disminución (o ausencia) de fantasías y deseos de actividad sexual de forma persistente o recurrente.”

[5] “Aceptar al otro, o aceptar la presencia del otro, requerirá modificarme, y pasar a ser otro del que era, a condición de que ese sujeto acepte pasar a ser otro. Desde el Dos se termina distinto a como se empezó. La subjetividad deviene otra. Sería como el trabajo de darle presencia a la presencia, diferente al trabajo de representación que es darle presencia a una ausencia”. (Berenstein, 2004)

[6]. “Aquí interesa lo que hacen juntos y lo que generan juntos, con un origen común pero distinto en cada caso, con un efecto de alteridad, es decir que el otro no puede ser reducido a “yo mismo” y que la incertidumbre hace parte fundamental de esta construcción conjunta, de lo impredecible.”(Puget, J.,2003).

[7] Según Deleuze (l988), diferencia implicante sería aquella que se construye en un envolvimiento o implicación mutua, en la cual paradójicamente se construye un campo de individuación. Individuación que no es esencia, cambiante en cada implicación, un verdadero alter, para el otro, con ajenidad insoslayable. Se supera un Sí mismo y al mismo tiempo se conserva una identidad atenuada.

[8] “La representación interna con el otro está cargada de temor: ser invadidos, avasallados, culpabilizados, perseguidos, castigados, entristecidos, sobreexcitados, contagiados con ansiedad, forzados a hacer lo que no desea, perturbados en sus ritmos, desorganizados cognitivamente, es decir, violentados corporal, afectiva, instrumental o cognitivamente”. (Bleichmar, 1999).

[9] “El acceso al Nirvana, o sea la liberación del yo, solo puede tener lugar a través de la aniquilación de la insatisfacción y del deseo, las dos grandes fuentes que nutren el humano sufrimiento…” (Torres, 2004, 47).

[10] Mendilaharzu y Pachuk: Hay diversos polos de tensión: entre el sujeto del deseo (representación de objeto) y sujeto del vínculo (representación vincular), el otro del vínculo (presentación) y el sujeto del vínculo (representación vincular).

[11] Las parejas dicen: “Me cansé de buscarlo (la). Cuando yo quería el (ella) no quería, ahora yo no quiero”.

[12] Se preguntan Pachuk y Kleiner: “¿Si lo que erotiza es lo prohibido, como desear lo prescripto?” (1996, 115).

[13] Véase la propuesta de Berenstein (2001) en esta misma dirección.

[14] Heiman, J. Señalan que en parejas donde existe un excesivo control de uno sobre el otro, este presenta inhibición del deseo, que preserva como un espacio propio al cual el otro no tiene acceso.

[15] Bleichmar (1999) relaciona los conceptos de espacio transicional e intimidad. El sentimiento de intimidad surge en relación a otro al que se reconoce como separado del sujeto –existiendo en la realidad- en el momento en el que manteniéndose este sentimiento de diferencia simultáneamente se vive como que se comparte algo importante de la mente del otro, sean ya sus sentimientos, ideas , intereses, y se la hacen vivir los propios.

[16] Según Winnicot (1971) el espacio transicional en el niño se mantiene jugando (en gerundio).

[17] “La construcción de intimidad se refiere al intercambio vincular que conlleva sentimientos de afecto, de solidaridad, de compañía, de la seguridad de contar con el otro en momentos de dificultad. Implica también el interés por el otro, por sus inquietudes, sus ansiedades, por sus sueños. Implica apreciar la sabiduría que el otro tiene y que puede compartir. Implica saber que no se está solo, pero que se puede no estarlo”. Alarcón, M. y Gallego, L. 2003.

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