Secretos, trama vincular y vínculos fraternos, 2000

Myriam Alarcón de Soler
Ligia Gallego de Posada
Carolina Tejada
“Tenía la idea de que al poner nombre a los problemas, estos se materializan y ya no es posible ignorarlos; en cambio, si se mantienen en el limbo de las palabras no dichas, pueden desaparecer solos, con el transcurso del tiempo.”

La Casa de los Espíritus – Isabel Allende[1]

La clínica de los vínculos confronta al analista con situaciones que involucran secretos; secretos que los pacientes nos confían, secretos que circulan en los vínculos, que el terapeuta percibe, secretos que se explicitan con consecuencias diversas, secretos que pretenden ser acallados, secretos que emergen en el proceso terapéutico o que son depositados en el analista con la consigna de ser callados, etc.

El tema de los secretos resulta polémico, simplificado a veces con respuestas, como por ejemplo: “todo” se debe decir, o “los analistas nos debemos cuidar para no involucrarnos en secretos”, como si tal asepsia constituyera un enclave que nos permitiera salvaguardarnos de situaciones que conllevan un alto monto de dificultad, tanto por su manejo clínico, como por el impacto contratransferencial que provocan. El secreto propone entonces al analista interrogantes teóricos, clínicos, y con frecuencia éticos.

Algunos secretos familiares se relacionan con vínculos fraternos creados a partir de adopciones, relaciones paralelas y/o extramatrimoniales. Estos vínculos fraternos y la complejidad de los mismos ponen sobre el tapete preguntas acerca de la naturaleza de los vínculos llamados de sangre, la fragilidad de los mismos y el cuestionamiento de supuestos tales como “la sangre nunca se equivoca” o “la sangre tira”. Por otra parte, en las familias ampliadas ronda con frecuencia el cuestionamiento a la naturaleza de los vínculos de parentesco, entre padres, hijos y hermanos de las familias inaugurales, y la vivencia de cosas no dichas entre “una y otra familia”, denominadas secretos, que apuntan más bien a la sensación de exclusión mutua. ¿Qué somos el uno del otro?[2] Pregunta que apunta al vacío en la denominación de dichos parentescos y abre las puertas al cuestionamiento acerca de la construcción de los vínculos fraternos más allá de la consanguinidad.

Berenstein propone a “la familia como una producción humana, y por lo tanto básicamente simbólica… Lo simbólico, a la manera de un valor agregado, es de naturaleza compleja y su pérdida reduce la cualidad humana hasta convertir a las personas en un conjunto más cercano a lo estrictamente biológico, una serie, una manada…” [3]

Proponemos que los vínculos fraternos son una construcción simbólica fruto de un devenir familiar, de una convivencia, de la referencia a partir de uno o ambos padres, y que dentro de esta matriz simbólica se los denomina hermanos.

Proponemos también que el descubrimiento del secreto cuestiona ciertas certezas que circulan en las familias acerca del “deber ser” de los vínculos fraternos y de la unión emocional que se espera exista entre hermanos.

A partir de un caso clínico nos proponemos abordar algunos de los puntos que esta temática suscita, conscientes de la complejidad de la misma.

  1. Una aproximación a la conceptualización del secreto y su especificidad en el campo vincular.
  2. Condiciones de emergencia del secreto en la dinámica inconsciente familiar. El secreto como síntoma y como mecanismo de defensa.
  3. Algunas reflexiones acerca de situaciones clínicas paradigmáticas del secreto tales como las relacionadas con el origen y algunas de sus consecuencias. La revelación acerca de la existencia de estos hijos y los vínculos fraternos consecuentes, nos plantea interrogantes acerca de la naturaleza de los vínculos fraternos, es decir, ¿qué hace a los hermanos, hermanos?.

 

Caso Clínico

Consulta una pareja, Juan de 38 años y María de 35 años, tienen dos hijos Pablo de 8 años y Tomás de 5 años. Son remitidos por el colegio de Tomás por su falta de expresividad. El clima de la primera entrevista es de colaboración: el trato en la pareja es de mucha consideración y evitan entre ellos confrontaciones abiertas. María relata con un cierto desapego emocional algunos datos de su historia: se enteró que era adoptada a los 18 años cuando un novio se lo contó. Tiene una hermana que también es adoptada. Por esta misma época se enteró que su padre tenía un hogar paralelo, del cual hay dos hijos más: a estos hermanos los ha visto solo dos veces.

Hace dos años, un año después de la muerte de la madre, busca y encuentra a su madre biológica, quien a su vez tiene una hija. Su hermana también encuentra a su madre biológica.

Los hijos no conocen nada de esta historia y por ahora María no sabe como contársela.

Este ejemplo impacta desde la complejidad de los vínculos, y la dificultad para marcar el borde de lo que denominaríamos “familia”. Surgen también cuestionamientos acerca de la naturaleza de los vínculos filiales y fraternos, es decir de aquellos vínculos denominados consanguíneos.

Se observa un particular entramado de los vínculos de sangre, los vínculos fraternos, los vínculos adoptivos. En el terapeuta surge la necesidad de un marco referencial que le permita profundizar en la comprensión de la naturaleza de dichos vínculos. También es necesaria una conceptualización acerca del secreto que le permita diferenciar lo que es secreto de lo no dicho. ¿Cuál es la pertinencia de ese secreto?

La presencia de “secretos”, en los cuales el terapeuta queda de una u otra manera incluido, remite a la sensación contratransferencial que parece colocarlo en la necesidad de actuar: callar u ocultar el secreto, aconsejar o develar (denunciar) el secreto con consecuencias diversas… lugar de aparente sin salida.

 

  1. CONCEPTUALIZACIÓN DEL SECRETO

Según Freud el secreto hace referencia a aquellos aspectos conscientes que el sujeto no quiere comunicar. Este énfasis en el acto de no comunicar consciente, nos hace posible delimitar el secreto a la intención de callar algo. Esta intención tiene a su vez motivaciones inconscientes que relacionamos con el narcisismo individual, con el narcisismo familiar y el intento vincular de sostener los ideales familiares.

No todo lo que con intención consciente se calla es secreto, debemos diferenciar lo privado de lo secreto. En un trabajo anterior proponíamos considerar como privado aquello que es propio de un vínculo, pero que no necesariamente es secreto[4].

Los distintos espacios vinculares tienen un espacio de intimidad que les es propio. Entendemos por íntimo aquello que corresponde a la esfera de lo intrapsíquico, y privado a aquello que pertenece a un vínculo, familiar o grupal[5]. En cada individuo y en cada vínculo existen aspectos incompartibles para otros. El forzamiento de estos límites de intimidad en el individuo y de privacidad en los vínculos genera violencia. No sería secreto para un tercero, lo que es propio del fuero íntimo o privado de los sujetos. Desde lo fenomenológico, el secreto se constituye como tal, cuando se oculta algo que tendrían derecho a conocer los miembros de un vínculo. Sin embargo, valga la pena anotar que en la práctica esta diferencia no es tan sencilla de establecer.

La precisión aquí propuesta remite a los funcionamientos conscientes. Más adelante veremos que lo que se oculta conscientemente es presentido, conocido y circula en el inconsciente vincular. Igualmente se comparten las motivaciones inconscientes relacionadas con el sostén de los ideales familiares que llevan a la puesta en escena de la intención consciente de ocultamiento.

El secreto es producto de una estructura vincular que se expresa en una organización dualista entre los que “saben” – que a veces tienen la connotación de elegidos – y los que “no saben” que quedan en el lugar de los excluidos . Otros personajes se pueden agregar a cada uno de los polos. Entre los que saben circula la sensación de complicidad y entre los que no saben, la sensación de exclusión.

Los contenidos del secreto varían, aunque con frecuencia están relacionados con el nacimiento, la enfermedad, la copulación o la muerte[6]. Ciertos contenidos se refieren a la transgresión de un ideal identificatorio que cuestiona la inserción familiar en un medio social. Los hijos habidos fuera del matrimonio son ocultados y con frecuencia es a la muerte de los padres que los hijos se enteran de la existencia de otros hermanos.

Diferenciamos contenido y función del secreto. Puget y Wender han denominado “secretear” al sustrato inconsciente del secreto: ”Los secretos son el resultado de la puesta en actividad del funcionamiento de una estructura primordial e inconsciente a la cual llamamos el secretear.” [7] Este secretear remite al espacio intrapsíquico.

Desde la dinámica intersubjetiva, consideramos que los secretos hacen referencia a situaciones en las cuales un significado pertinente a un vínculo deja de circular por la censura impuesta por uno o alguno de sus miembros. El secreto obtura en las familias la circulación de un significado que se puede expresar a través de diferentes síntomas, pudiendo incluso manifestarse varias generaciones después[8][9].

Esto a la vez lo diferenciamos de aquello que se observa en la clínica vincular; el cuchicheo que los niños hacen con los padres en presencia del terapeuta, donde este es excluido de lo comunicado. Así como las familias y parejas que hablan de contenidos, donde el terapeuta es excluido.

No es de este secretear del cual hablamos, aunque por supuesto en este funcionamiento se pone en escena la dinámica de inclusión-exclusión.

Proponemos el secreto como manifestación del secretear, síntoma de una dinámica vincular. El acuerdo inconsciente se centra en no develar el secreto, a pesar del sufrimiento vincular que conlleva sostenerlo. Este acuerdo tiene aspectos conscientes y otros inconscientes.

  1. LOS SECRETOS FAMILIARES Y SU RELACION CON EL IDEAL

Condiciones vinculares inconscientes para la emergencia de un secreto.

El secreto es un mecanismo que se apuntala en los tres espacios psíquicos: en lo intrasubjetivo – hace referencia al narcisismo y al secretear-, en lo intersubjetivo– hace referencia a los ideales familiares-, y en lo transubjetivo– se relaciona con el cuestionamiento de la pertenencia social del sujeto[10].

A nivel intrasubjetivo la función del secreto se relaciona con evitar castigo, retaliación, vergüenza propia o ajena, movilizando así algunos mecanismos de defensa, que también podemos observar en las resistencias que surgen dentro del proceso psicoanalítico.

El Yo, que cabalga entre narcisismo y realidad[11], construye el secreto, ocultando un aspecto de la realidad que rechaza o pretende desconocer. El secreto se conforma como una pseudo salida mágica que permitiría sostener la ilusión de evitar el dolor psíquico que esta realidad ocasiona.

Ideales y mitos familiares

Como hemos dicho el secreto y el secretear son síntomas de una dinámica vincular narcisista, cuya función defensiva es silenciar aquello que cuestiona los ideales familiares y evitar la herida narcisista que su develamiento ocasionaría.

El apuntalamiento intersubjetivo del secreto remite a la preservación de ideales familiares enclavados en mitos familiares [12][13] que se verían cuestionados por la develación del secreto. (¿Cómo es esta familia?, ¿Cómo se formó?, ¿Cuáles han sido sus héroes, sus características, las condiciones ideales en las cuales una persona debe nacer?, etc).

Estos ideales y mitos contienen condiciones valoradas en un medio social y conforman una identidad familiar a la cual se debe el sujeto. Lo que oculta el secreto cuestionaría el mito familiar, por lo tanto sus orígenes y las posibilidades de existencia de uno o todos sus miembros dentro de lo que se considera como correcto o acorde al modelo establecido. El secretear emerge como una defensa ante la amenaza de ruptura del núcleo familiar o por el temor de un miembro a ser expulsado del mismo. La transgresión a esos ideales se puede relacionar con la vuelta de lo reprimido y/o denegado; en el caso que nos ocupa con la fragilidad de los vínculos fraternos.

Lo no dicho, lo silenciado tácita o explícitamente, deja un hiato en la circulación de los significados, que se transforma en silencios, medias palabras, malos entendidos, lapsus, mentiras[14], síntomas, evitación de temas, lugares congelados o relatos míticos acerca de determinados personajes o situaciones que tienden a llenar fallidamente el vacío de significación dejado por aquello que se ha pretendido silenciar en el discurso. Estos síntomas emergen a manera de locutor del relato familiar.

El apuntalamiento transubjetivo del secreto y del secretear se relaciona con la transgresión del contrato narcisista, lo cual pone en peligro la pertenencia social del sujeto. Este tiene una función continente en los vínculos y su ruptura amenaza la permanencia de los mismos. La transgresión de ciertos organizadores éticos[15] y la posible puesta en palabras de esta transgresión, implicaría el reconocimiento de su ruptura. Se generan así intensas ansiedades relacionadas con el temor a la pérdida de los límites de la familia, al fin del vínculo, a la expulsión del grupo social; en fin, a la pérdida de la pertenencia social[16]. El secreto emerge como una defensa familiar frente a dichas ansiedades. ¿Hasta dónde somos familia?, ¿Cómo circulan las lealtades y referentes?, ¿Cómo marcar un borde en la superficie vincular familiar?

  1. VINCULOS FRATERNOS, PERTENENCIA Y SUPERFICIE VINCULAR

Retomemos las preguntas acerca de la naturaleza de los vínculos de sangre. Se dice que la “sangre tira” y que “la sangre nunca se equivoca”. Esta aparente certeza que caracteriza a los vínculos fraternos- consanguíneos-, es reasegurada por la etimología de la palabra “hermanos”, que según Berenstein significa auténtico. [17] En la literatura encontramos algunos ejemplos de esa supuesta certeza: Borges, en el cuento del Compadrito, nos muestra cómo la lealtad del vínculo fraterno lleva a dos hermanos a asesinar a la mujer que aman, para no traicionarse mutuamente.

Al revisar algunos aportes hechos desde el psicoanálisis sobre el tema, encontramos cuestionamientos a la “seguridad” que da la consanguinidad en los vínculos fraternos.

Como punto de partida vamos a tomar el concepto propuesto por Berenstein en torno a los vínculos de consaguinidad[18], donde el origen compartido de los sujetos ya sea por uno o ambos padres, genera un parentesco preestablecido y signado por la cultura como de “hermanos”. También nos preguntamos, si las afirmaciones en torno a la certeza de tales vínculos, encubren la comunicación de inconsciente a inconsciente que corresponde a una constelación emocional entre sujetos pertenecientes a una misma matriz vincular.

En Tótem y Tabú[19], Freud empieza a sugerir que la consagueinidad no antecede a los vínculos fraternos, sino que es consecuencia de la cultura; frente a la muerte del padre y la instauración del tótem, el “clan de hermanos” asegura sus lazos a través de la sangre –consaguineidad.

El nacimiento de un hermano confronta al sujeto con la necesidad de incorporar al otro en su mundo de relaciones. Lacan habla del complejo de intrusión[20] como la vivencia que se genera en un sujeto al encontrar a un semejante participando de su “relación doméstica” o entrando en su “territorio de seguridad” como lo enuncia Dolto[21], donde además el orden de los nacimientos dará un lugar a cada uno dentro de la familia.

Berenstein plantea la existencia de una memoria vincular[22], un tipo de memoria respecto a los lugares y los vínculos. Esta memoria resulta de la conjunción de los modelos socioculturales y de los recuerdos de cada yo respecto de su ubicación y la de los otros.

De todo esto podríamos deducimos que en las relaciones fraternas se conjuga un componente biológico con la conviviencia, con el compartir de ciertos referentes históricos comunes, con la certeza de pertenecer a una misma matriz relacional. Es decir, que el vínculo entre hermanos es la resultante en primer término de una experiencia emocional que remite a la referencia de un pasado compartido, con lugares de parentesco definidos consensualmente y donde se ponen en juego los conflictos de pertenencia relacionados con la dificultad de cada familia de trazar los límites de su superficie vincular, es decir, de su identidad familiar.

La relación de hermanos está teñida por la rivalidad, la envidia y los celos que en su versión positiva remiten en el mejor de los casos a la solidaridad, a la emulación y a una cierta complicidad como pares frente a los padres adultos.

Observamos que los vínculos fraternos generan diferentes sentimientos de pertenencia según se den dentro o fuera del vínculo de alianza, y si su existencia es reconocida o si se mantiene oculta como un secreto familiar. En las observaciones clínicas, hemos encontrado que los vínculos consanguíneos que se dan fuera del vínculo de alianza no son reconocidos tan fácilmente como fraternos.

La pertenencia también se ve afectada por la dinámica inconsciente que se genera entre padres e hijos y por la naturaleza del vínculo de alianza; igualmente algunos de los hijos son depositarios en mayor o menor medida del narcisismo familiar y del narcisismo de cada uno de los padres, lo cual exacerba la rivalidad, las alianzas inconscientes y las organizaciones dualistas.

Berenstein propone que los miembros de una familia se adopten mutuamente.[23] Este proceso de adopción mutua se da no solamente en las familias con hijos adoptivos, donde a partir de una decisión psicológica y un vínculo legal se construye una matriz relacional, sino también en las familias ampliadas. Estas familias han de transitar un proceso para aceptar parentescos que no tienen una denominación desde lo social pero sí una presencia desde lo vincular.

En las familias ampliadas, se crea un nuevo parentesco entre los hijos de los matrimonios previos de los nuevos cónyuges: el de hermanos. La poca claridad en la nominación dificulta la conceptualización de dicho parentesco. (Se habla de hermanastros, medios hermanos, etc.) Sin embargo, cuando surgen relaciones afectivas o sexuales entre estos hermanos, se genera un cierto malestar relacionado con lo incestuoso. Este malestar habla precisamente de la presencia de este vínculo y simultáneamente de la negación del mismo: Se dice:“No son nada entre ellos”. En el mejor de los casos se generarán lazos afectivos que primen sobre el conflicto de lealtades inherente a este tipo de vínculos.[24]

En el caso de secretos relacionados con la existencia de otros hermanos no reconocidos dentro del núcleo familiar, el secreto trata de mantener los límites amenazados de la identidad familiar. La develación de estos secretos pone en evidencia el cuestionamiento de la certeza acerca de la fuerza de los llamados vínculos de sangre. Estos hermanos no se sienten ligados afectivamente entre sí aunque se los denomine hermanos desde lo jurídico, expresión de lo transubjetivo. Estos hermanos no pertenecen a la matriz relacional marcada desde el vínculo de alianza y su presencia suscita conflictos de pertenencia, así como conflictos de lealtades.

La película danesa “La Celebración”, producida por el grupo Dogma 95, aborda el tema de los vínculos fraternos profundamente:

Una familia es convocada a la casa familiar para celebrar los 60 años del padre. Entre brindis y brindis emerge el drama familiar: el padre ha cometido incesto con dos de sus hijos mellizos, uno de los cuales ha presentado síntomas psicóticos, y la otra que se ha suicidado durante el último año, quien ha dejado una carta dirigida a “quien quiera” de sus hermanos que la encuentre, denunciando el hecho, frente al cual considera no poder seguir viviendo. El hijo menor es alcohólico y la menor ha ido errante por todo el mundo, huyendo de su depresión. La familia ha vivido durante más de 25 años ignorando el tema, con la complicidad de la madre quien desmiente la denuncia del hijo mayor. La madre describe su vida al lado de su marido como maravillosa. Ante la aparición de la carta, la desmentida no puede ser sostenida y la familia se rompe. Una hermana, suicida, intenta rescatar a sus hermanos, incluso después de la muerte. La hermana errante busca con una linterna alguna comunicación dejada por esta hermana, una pista que indique algo acerca de su suicidio.

El clima familiar de esta celebración bordea lo siniestro. El develamiento del secreto lleva a la disgregación familiar y a la sanción del grupo de pertenencia. El padre dice A partir de hoy no volveremos ya a estar juntos.”

La película escenifica como la trasgresión y el ocultamiento subsecuente lleva a la muerte o a la locura. Esta familia ha sostenido el ideal narcisista de “familia ejemplar”. Es la complicidad de la madre la que permite el abuso del padre. El secretear desmiente la violencia y el incesto que circulan allí. La confrontación de la transgresión de los organizadores éticos por parte del hijo mayor, (con el aval de la hermana muerta, quien a través de la carta justifica su suicidio como una manera de preservarse del acoso sexual del padre), a pesar de lo traumática, abre caminos de reparación: el reconocimiento del daño por parte del padre, la posibilidad del hijo mayor para armar pareja, el rescate del hijo menor, el reconocimiento del daño frente al grupo familiar extenso, la separación de la familia y la discriminación de sus miembros en la búsqueda de espacios propios lejos del enmarañamiento conformado por falsas lealtades, rencores vigentes y silenciados.

Los vínculos entre los hermanos parecen lejanos, por la distancia, por los conflictos, por la búsqueda de escapes diversos, por un sino errabundo. A pesar del distanciamiento logran recrear lazos fuertes que permiten una salida de un círculo tanático. El vínculo fraterno permite que los hijos se coloquen como testigos adultos de su maltrato infantil, frente a unos padres que pueden, finalmente, ser cuestionados.

  1. LA CLÍNICA

Retomaremos el caso clínico desde los elementos hasta ahora expuestos.

Los hijos no saben nada acerca de la historia de la madre, y ella no se siente todavía preparada para contarles. Sin embargo teme que se enteren por otro lado, tal como le ocurrió a ella, que se enteró de su origen por un novio.

Nos preguntamos, de qué se trata aquello que no se puede contar a los hijos. María dice que no quiere que los niños cuenten a otros aquello que hasta ahora ella ha podido decidir a quien contar, que es un aspecto de su intimidad que no quiere compartir con otros. El secreto en este caso está dirigido a unos pocos elegidos. María es la depositaria de un saber que considera propio. Agreguemos a esto el mandato por parte de los padres de María de no hablar de esto, de no poder contar… contar algo que tiene connotación de vergonzoso, la imposibilidad de cumplir con una exigencia transubjetiva de tener hijos biológicos, para la perpetuidad de la cadena social. La adopción rompe esta cadena. Lo no sabido- el no saber quienes fueron los padres- se rellena con historias relacionadas con mitos tales: la “madre era muy pobre y no pudo tener al bebé”.

María espera hasta un año después de la muerte de la madre para conocer a su madre biológica. María relata que su madre biológica le dice que era muy joven cuando quedó embarazada de un novio que la violó, la dio en adopción en casa de unas monjas, y mantuvo este secreto incluso frente a su marido con quien se casó años después, y con quien tuvo otra hija. María describe la relación con su madre biológica como de “conocidas”, pero con la extrañeza de no poder sentir hacia ella un cariño filial y esto mismo le ocurre con su hermana. Se siente extraña frente a la aseveración de cariño por parte de ella, y siente esta relación rodeada de falsedad.

En el secreto existe el esfuerzo por mantener un borde vincular frente a la familia, que parece ser muy frágil; los padres no son los padres biológicos, quienes son los padres biológicos no son quienes han asumido la paternidad, su hermana dentro de la historia familiar no es su hermana de sangre, pero con quienes se tiene consanguinidad no hay un vínculo de hermanos de ninguna manera.

En el caso de María llaman la atención vínculos que no son de sangre, como con sus padres adoptivos y con su hermana adoptada, en los cuales se juegan los afectos y los conflictos propios de los llamados “vínculos de sangre”. En cambio, con los hijos del padre, no se desarrolló ninguna relación. La hermana de sangre tampoco es una hermana para María. Experimenta frente a ella una sensación de ajeneidad.

La ambivalencia frente a la madre biológica no aparece en forma consciente. La agresión en María está volcada hacia sí misma, en forma de artritis deformante, o hacia su hijo mayor. Ella, como su hijo menor, no expresa sus sentimientos, sino que relata su historia como algo aceptado racionalmente. La sensación contratransferencial es la de un dolor profundo, disociado del relato.

Secretos, vínculos consanguíneos, vínculos fraternos, vínculos adoptivos, temores y resentimientos silenciados circulan en esta familia. El terapeuta experimenta dificultad para nominar algunos de ellos. ¿Cómo se incorporan en el psiquismo estos nuevos vínculos?, ¿Cuáles son las resistencias que enfrenta María para contarle a sus hijos su propia historia?

La “falta de expresión” es un síntoma familiar: de los afectos, de la rabia, de la información, de los secretos, de las ansiedades, de los conflictos. Todo esto conlleva una inhibición en la productividad de la familia: María, aunque es una profesional muy calificada, no trabaja; Juan tiene un empleo que considera que no está bien remunerado; Tomás no rinde en el colegio; se sienten insatisfechos y un poco aburridos. María y Juan no se confrontan para no pelear… la agresividad es volcada en el hijo mayor, y en el cuerpo de ella.

María se ha enfrentado a un proceso de esclarecer sus vínculos con su madre biológica,   la hija de ésta- su única hermana biológica-, como también con los hijos del padre. Con la madre poco se ven, poco se hablan… aduce razones prácticas. Las dos están encerradas en la necesidad de “tenerse que querer” sin poderlo lograr. Con la hermana, se asombra más bien del parecido con ella. A los hijos del padre los denomina así: “hijos de él, no hermanos suyos…”.

El espacio terapéutico ha permitido abordar muchas de estas temáticas. Quedan muchas otras. El abordaje de este secreto con sus hijos dependerá de la tramitación de ansiedades, algunas de las cuales remiten a lo vergonzoso, a la culpa, a la incertidumbre respecto de los orígenes, al dolor respecto a la ruptura de la cadena social: dice María: “Detrás de mi no sé, ahora en adelante es otra historia”…

 

En resumen:

Los secretos relacionados con vínculos fraternos remiten al cuestionamiento de la certeza respecto de los mismos. La pregunta que hacemos es ¿Qué hace a los hermanos, hermanos?. Respondemos que es un vínculo de naturaleza simbólica que remite a la convivencia, al compartir de referentes comunes, a una historia y la pertenencia a una matriz familiar reconocida como tal.

NOTAS BIBLIOGRAFICAS

* Este trabajo es la ampliación y elaboración de dos trabajos previos: “El secreto como función de poder en las terapias vinculares” Congreso Flapag, Buenos Aires, l997 y “Secretos, Familia y Lugar del analista en la trama vincular: Los secretos y su relación con los ideales familiares”. III Jornadas Teoría y Clínica Vincular Psicoanalítica Año 2000. Agradecemos a la nuestra compañera Adelaida Bravo por sus comentarios y aportes. Adelaida falleció en un accidente el 27 de Junio del 2002 en España. Queremos expresar aquí nuestro afecto y gratitud.

[1] Allende, I. La casa de los Espíritus. Pág 154. DIANA Literaria. México 1988.

[2] “Hay que tener en cuenta qué es una familia; podemos definirla ahora como un conjunto de personas que habitan los lugares de parentesco, lugares que están ligados, dotados de especificidad. Lugares, vínculos y personas que tienen nombre muy precisos, nombres que están relacionados y además son nombres que están dados desde la cultura.” Transcripción Seminario-Taller “Introducción al Psicoanálisis de Familia” Berenstein, I. Abril 1991. Bogotá Psykhé ,pág 6.

[3] Berenstein, I. Psicoanalizar una Familia. Pag 17. Buenos Aires, Paidos, l990.

[4] Alarcón, M., Gallego, L. , Gutierrez M. “El Secreto como Función de Poder en las Terapias Vinculares” Congreso de Flapag, Buenos Aires, 1997

[5] La práctica de la terapia familiar nos conduce a discernir mejor y delimitar tres espacios superpuestos jerárquicamente, articulados uno con el otro: lo íntimo, lo público y lo privado. En un polo, lo íntimo es el espacio intrapsíquico del sujeto, aquel de “lo que hace a sí mismo” en el cual se aplica el derecho al secreto, implícito en la expresión “jardín secreto”. Incluso es aún el derecho a la mentira, espacio cuyo límite es del mismo orden del yo y el del cuerpo. En el otro polo, lo público, espacio de sociedad donde las tramas y las reglas deben ser conocidas y aprehendidas en transparencia. Entre ambos, lo privado, homomórfico con el espacio transicional: es el espacio de la familia y por extensión el de la vida grupal y asociativa: un espacio regido por la discreción. Es el espacio donde se producen los intercambios entre lo público y lo íntimo , donde se regulan los antagonismos entre el socius y el sujeto. La terapia familiar psiconalítica sitúa un dispositivo que condensa estos tres espacios: privado, público e íntimo y que por lo tanto va a revelar el estado de sus regulaciones recíprocas, de sus contradicciones, de sus clivajes y de sus confusiones, así como la forma en que funcionan sus límites. (André Carrel “Lo íntimo, lo privado y lo público” Revista de Psicología y Psicoterapia de Grupo. Tomo XVI, 1993)

[6] Institución Tavistock, Pincus Lily- Idare Christopher. Secretos en la Familia 1978. Santiago de Chile.

[7] Puget, J. Y Wender “La vida secreta de los secretos” Revista AAPPG, XVI, 1993.

[8] Losso, R. et al. “Modalidades del Procesamiento de los Duelos a lo largo de las Generaciones” Esta fractura en la simbolización actúa en la primera generación como “lo no decible”, refiriendose a aquello que se ha vivido o presenciado pero de lo cual no se puede hablar. En la siguiente generación este significado clivado se transforma en “innombrable” y en la tercera generación se transforma en “impensable”, surgiendo muchas veces en conductas bizarras.

[9] Isidoro Berenstein también aborda esta temática en su libro Psicoanálisis de la Estructura Familiar, Cap. 5 “Acerca de la transmisión de los significados a través de la estructura familiar”. Paidos. 1981.

[10] Alarcón, M. “Secuestro, Conflicto de pertenencia y Espacio terapéutico:un cuestionamiento al ideal de práctica clínica”. Revista AAPPG, 2000

[11] “Es en definitiva la intolerancia al cambio, tanto del yo como del objeto, la principal característica del dolor psíquico. Esto se debe a que el cambio atenta contra la permanencia y la perennidad de la organización narcisista unitaria, así en el espacio como en el tiempo.” Green A. Narcisismo de vida, Narcisismo de Muerte. Amorrortu Editores, 1993

[12] Mircea Eliade en su libro Mito y Realidad (l991) nos dice que el mito designa una historia que es verdadera en tanto sagrada, ejemplar y significativa. Su función es la de justificar y presentar el modelo de los comportamientos y actividades más importantes del hombre y su grupo social. Se referiere a los orígenes, a lo primordial, elementos que hacen que el hombre sea lo que es hoy- un ser sexuado, organizado en sociedad, que debe trabajar y seguir una serie de reglas-. Lo mítico tiene que ver con la existencia del hombre y su modo de existir.

[13] Rojas, M.C. piensa los mitos familiares como “ relatos encubridores y al mismo tiempo como vias de acceso a la verdad inconsciente”. (l997) y Berenstein propone a los mitos como integrantes del conjunto fantasmático familiar. Los mitos familiares atraviesan el tiempo familiar y se constituyen a veces en verdades incuestionables, cuyo cuestionamiento genera sufrimiento familiar. (Mito de los Origenes, Silva y Carrasco, Diccionario de Configuraciones Vinculares l998) .

Andolfi M. y Angelo C. En su libro Tiempo y Mito en la psicoterapia Familiar, dedican un capítulo al tema. “Una de las características del mito parece ser justamente la de situarse en una zona intermedia donde la realidad y la historia se mezclan con la fantasía para crear nuevas situaciones en las que los elementos originarios son arbitrariamente utilizados y unidos entre sí….En cualquier relación se llega a crear un mito, ya sea antes o después, por el hecho de que en toda relación queda un margen de ambigüedad, de inexpresado, en el que los huecos de información en el proceso de construcción del vínculo y del conocimiento mutuo son llenados mediante la formación de estereotipos que tratan de inducir a los participantes a comportamientos específicos, funcionales para el mantenimiento del vínculo”.

[14] “Hay que tener buena memoria cuando se dice una mentira”. Lacan J. En su artículo “La verdad surge de la equivocación” –Libro 1 Escritos técnicos de Freud. Parte de la palabra, en tanto camino para la emergencia de sentidos. Hasta que la verdad no esté totalmente develada se propaga en forma de error y contradicción. Por esto, quien dice una mentira, trata de sostener un significado en medio de una red de significaciones que le contradicen.

[15] Según Janine Puget (Violencia social transgresora-1993), podemos señalar dos organizadores fundamentales, uno se refiere al respeto por la vida en su sentido más estricto y por las diferencias entre los seres humanos, en su sentido más amplio, es el organizador No matarás. El segundo organizador se relaciona con el respeto a la propiedad ajena, No robarás.

[16] “El sentimiento de pertenencia se basa en la necesidad de estar incluido en un vínculo que opera como sostén frente a la vivencia de inermidad e indefensión del individuo… Pertenecer es sentirse sostenido-sujetado, da permanencia y estabilidad. La necesidad de pertenecer a un vínculo es inherente a la condición de ser. …“La pertenencia tiene que ver con una apropiación del sujeto de un espacio teóricamente existente, de un lugar, y es dado o confirmado por un otro o un conjunto”.Puget J, “En búsqueda de un reconocedor privilegiado” 1993

[17] “Este término proviene del latin germanus, abreviación de frater, germanus: hermano de padre y madre, locución por la cual germanus tiene un sentido propio y habitual de verdadero, auténtico (Corominas, J., l973).” (página 125) Berenstein, I. Psicoanalizar una familia. Página 125.

[18] “El vínculo de consaguinidad es el de la relación de los hermanos entre sí como hijos de los mismos padres o por lo menos de uno de ellos, que le da la pertenencia al tronco común de ese parentesco” (Página 36) Berenstein, I. Psicoanalizar una familia.

[19] Freud, S. Totem y Tabú 1913. Obras Completas. Vol. XIII. Capítulo IV, El retorno del totemismo en la infancia. Página 142. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 1980.

[20] Lacan en su texto La Familia (1938) escribe, “El complejo de intrusión representa la experiencia que realiza el sujeto primitivo, por lo general cuando ve a uno o a muchos de sus semejantes participar junto con el en la relación doméstica: dicho de otro modo, cuando comprueba que tiene hermanos… Así de acuerdo al lugar que el destino otorga al sujeto en el orden de los nacimientos, según la ubicación dinástica, podemos decir que ocupa, con anterioridad a todo conflicto, el lugar del heredero o del usurpador.” Y más adelante agrega “…los celos en su base no representan una rivalidad mental sino una identificación mental.” (página 45)

[21] Dolto, F. En el juego del deseo. Cap. 5 La dinámica de las pulsiones y las relaciones llamadas de celos cuando nace un hermano menor. México. Siglo XXI editores. 1985

[22] “Cabe preguntarse nuevamente si es posible concebir algún tipo de memoria respecto a los lugares y a los vínculos. Resultaría de una conjunción de la memoria proveniente de los modelos socioculturales los que recuerdan a cada uno su posición en el parentesco y de los recuerdos de cada yo respecto de su ubicación y la de los otros. De tal manera que cada yo opera con una identificación introyectiva de su vínculo con el otro y con la identificación introyectiva que el otro hizo del vínculo con uno, y ello es registrado por todos y cada uno de los yoes emparentados y evocados sin saberlo.” (pag l31) Berenstein, I. Psicoanalizar una familia.

[23] Alarcón, M. “Tres más tres no son seis: Dinámica inconsciente en las familias reconstituidas” Revista AAPPG XV 1991

24 Ibidem.

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RESUMEN

Los secretos proponen al analista interrogantes teóricos, clínicos y éticos. Genera situaciones contratransferenciales muy complejas.

Definimos el secreto como un ocultamiento consciente de una realidad que produce una herida narcisista. El secreto emerge como un mecanismo que se apuntala en los tres espacios psíquicos: lo intrasubjetivo – hace referencia a la herida narcisista y al secretear-, lo intersubjetivo – a los ideales familiares-, y lo transubjetivo – lo relacionamos con transgresiones que amenazan la pertenencia social del sujeto.

El secreto pretende sostener un ideal familiar narcisista, que relacionamos con el mito familiar.

Los secretos familiares relacionados con vínculos fraternos permiten un cuestionamiento de la naturaleza de los vínculos llamados de sangre. En los vínculos fraternos se trata de sostener su existencia de por sí, ignorando su naturaleza simbólica Encubre la ruptura del contrato narcisista, como defensa frente a las ansiedades generadas por la develación del mismo.

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