Psicoanálisis de las configuraciones vinculares: perspectiva teórica y evolución

PSICOANALISIS DE LAS CONFIGURACIONES VINCULARES: PERSPECTIVA TEORICA Y EVOLUCION

Síntesis preparatoria para el Seminario “Pareja, Familia, Grupos: Comprensión y abordaje desde un Enfoque Vincular” dictado por la Doctora Janine Puget. Bogotá, Noviembre 21 y 22 del 2003

Psicóloga Myriam Alarcón de Soler[1]

Introducción

Presentaré en las páginas siguientes, a vuelo de pájaro, algunos de los conceptos básicos del modelo teórico denominado en la actualidad Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares.

A partir de los aportes iniciales de Janine Puget, desde su trabajo con el vínculo de pareja, de Isidoro Berenstein, desde su trabajo con los vínculos familiares, y con los aportes de otros colegas, se ha configurado hoy una teoría psicoanalítica para la comprensión y abordaje de los vínculos, con su metodología y clínica correspondientes.

Algunos conceptos tales como acuerdos inconscientes, estructura familiar inconsciente han sido reformulados para dar lugar a otros tales como la diferencia, el acontecimiento, presentación vs. representación, principio de incertidumbre, que tendremos oportunidad de ampliar durante el seminario.

Algo de Historia

Personajes e Instituciones

Este relato estará atravesado por mi subjetividad, por mi propia historia, puesto que a lo largo de muchos años he acompañado el proceso de desarrollo de estas postulaciones teóricas y clínicas.

En 1984, la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, institución psicoanalítica que funcionaba en Buenos Aires desde mediados de los años 50, (Fundada entre otros por Janine Puget, Raul Usandivaras, Pichón Riviere) convocó a la Doctora Janine Puget y al Doctor Isidoro Berenstein, ambos psicoanalistas de reconocida trayectoria, miembros titulares de APdeBA para fundar y dirigir, respectivamente, el Departamento de Pareja y el Departamento de Familia de dicha institución. Empezamos como un grupo pequeño, de investigación y reflexión clínica, hasta constituirse hoy día en el grupo más importante que alberga desarrollos propios dentro del psicoanálisis de los vínculos.

Mucho camino se ha recorrido desde entonces. En l987, cuatro instituciones psicoanalíticas, organizaron el Primer Congreso de Psicoanálisis de Pareja y Familia. Poco a poco el psicoanálisis vincular fue tomando forma, no como psicoanálisis aplicado sino como una ampliación de la teoría y de la clínica psicoanalítica. Tanto el doctor Berenstein como la Dra Puget son ampliamente reconocidos en el ámbito psicoanalítico mundial, y sus desarrollos teóricos despiertan actualmente un gran interés en la comunidad científica.

En Mayo del 2001, se organizó el Segundo Congreso de Psicoanálisis de Pareja y Familia. El trabajo en psicoanálisis vincular tiene un amplio reconocimiento y una producción teórica y clínica constante de lo cual da cuenta el gran numero de publicaciones que han aparecido en estos años, y el gran número de participantes en los Congresos, Jornadas y eventos científicos convocados con esta orientación.

Es una teoría en evolución, lo cual conlleva una reformulación y actualización permanentes.

Una ruptura epistemológica

  1. Berenstein y J. Puget llegaron al psicoanálisis vincular desde distintos espacios. Ambos se cuestionaron a partir de la clínica el alcance del psicoanálisis individual. Berenstein desde su trabajo con pacientes psicóticos. Puget desde el trabajo con grupos y desde las dificultades que observó en la modificación de los conflictos de pareja desde el análisis individual.

En los años 70, Puget propone el concepto de zócalo inconsciente y acuerdos inconscientes en la pareja matrimonial y Berenstein , el concepto de estructura familiar inconsciente, que le permitió abordar el psicoanálisis de familia.

El término vínculo fue introducido por Pichón Riviere y retomado por el psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares.

Se postulan tres espacios psíquicos que atraviesan al sujeto: el espacio intrasubjetivo, el del sujeto con su mundo pulsional y su fantasía, el espacio intersubjetivo, de dos o mas sujetos, y el espacio transubjetivo, el de los sujetos atravesados por la cultura e insertos en una sociedad, lo cual da lugar al concepto de pertenencia.

Posteriormente, surge el concepto de Configuraciones Vinculares, como un término suficientemente abarcativo para incluir grupos, familias y parejas.

Estos desarrollos llevaron a proponer una metapsicología que de cuenta del trabajo vincular, donde tanto el sujeto como el otro tengan un lugar fundante, conservando sus características de extraterritorialidad.

En este sentido, el término vínculo se constituye en elemento básico, donde lo vincular excede el mundo individual. La presencia real del otro es postulada como un tope al mundo interno.

Se demarcan dos mundos regidos por lógicas distintas: el mundo interno y el mundo vincular, caracterizadas respectivamente por la imposibilidad de presencia y la imposibilidad de ausencia.

Los desarrollos filosóficos de los últimos años han incidido en la evolución teórica de este modelo. Así, la polémica de la última década se ha centrado en el tema de la realidad del “otro”, y el concepto de acontecimiento, de lo novedoso versus repetición y la función del azar, lo que permanece y lo que cambia. El vínculo no es la suma de uno más uno sino una nueva entidad que para algunos autores ha ido adquiriendo un nombre específico al cual se llama Dos con mayúscula. Y por último el principio de incertidumbre.

El vínculo

El término vínculo (del latin; vinculum, que significa atar) se constituye en elemento básico, donde lo vincular excede el mundo individual. La presencia real del otro es postulada como un tope al mundo interno. El vínculo es una organización inconsciente constituida por dos polos, un yo y otro, y un conector o ligadura. Es una ligadura estable entre un yo y un Otro. Remite a lo intersubjetivo. Se diferencia de la relación de objeto que es intrasubjetiva.

El vínculo es registrado como un sentimiento de pertenencia. Se sostiene en una serie de estipulaciones inconscientes, tales como acuerdos y pactos que contienen una cualidad afectiva, y que rigen las características del intercambio entre los sujetos.

Para Berenstein y Puget todo vínculo se origina en el intento de resolver una falta, una condición de desamparo originario

Postulaciones fundamentales del psicoanálisis de pareja: 

Freud enunciaba como fuente de sufrimiento el cuerpo, el mundo exterior y los vínculos entre los seres humanos. El ser humano se encuentra en una disyuntiva sin salida: vivir en aislamiento, y padecer la soledad que este conlleva, o compartir con otro u otros lo cual implica un cierto grado de sufrimiento marcado por la diferencia y la presencia del Otro. Situación paradojal, que nos remite a la metáfora usada por Freud, hablando de las relaciones de amor. Los puercoespines si se alejan sienten frío, si se acercan se maltratan con las espinas. Paradoja inherente a los vínculos y particularmente al vínculo estrecho y complejo que constituye e vínculo de pareja. Situación paradojal que remite finalmente a aquellos ingredientes presentes en la misma: el amor y el odio.

Algunos conceptos propuestos por Puget hace más de dos décadas en su libro Psicoanálisis de la Pareja Matrimonial,   dan cuenta de la dinámica de las relaciones de pareja . Incluiré algunos de ellos.

La pareja se construye a partir de un momento inaugural, aquel que es descrito como enamoramiento. Momento en el cual Otro es elegido para compartir de forma privilegiada afecto, sexualidad, y proyectos de vida. Momento inaugural marcado por la idealización, momento que nos propone el deseo de construir un futuro conjunto, una vida en común, una familia. Momento que promete un amor sin fracturas, una sexualidad intensa, donde la vivencia de completud nos resarce de cualquier penalidad, dolor o frustración. Momento en el cual la felicidad parece posible, y la vida parece carecer de sentido sin la presencia del Otro elegido. Momento estático, fijo, donde lo especular cobra su máxima dimensión. Momento en el cual se espera que la vida sea simple repetición de ese momento de máxima felicidad.

En el enamoramiento prima un funcionamiento Narcisista, uno que se mira en el espejo del otro, sin noción de terceridad alguna. Momento marcado por el funcionamiento a predominio de objeto único, concepto aportado por Puget, que remite a la vivencia de amparo aportado por Otro que es investido de ciertas características, cuyo sustrato común es la idealización. Constituye una modalidad vincular primitiva narcisista, que rinde cuenta de un vínculo entre un yo inerme y desamparado y otro dotado de la capacidad de proveer aquello que falta. Modelo vincular que semeja la relación originaria mamá- bebé.

La construcción del vínculo de alianza implica la redefinición del vínculo con las familias de origen, de tal manera que a mayor intensidad del vínculo con la familia de origen más lábil será el vínculo de alianza. Esto implica un proceso complejo de renuncia a los vínculos endogámicos y una salida a la exogamia.

Los acuerdos inconscientes conforman el sustrato inconsciente de una particular modalidad vincular, y remiten a la necesidad de los sujetos del vínculo de buscar en otro y con otro la satisfacción de sus fantasías infantiles, la necesidad de encontrar un objeto único amparador. Los acuerdos inconscientes rigen las relaciones vinculares. Este término ha sido usado principalmente para describir la elección inconsciente de una pareja, y el particular armado de un vínculo. Subyacen a los intercambios vinculares, y denominan aquellos intercambios que tienden a la satisfacción de las necesidades inconscientes de sus miembros, aunque estas puedan traducirse en sufrimiento consciente.

Según Puget, el significado de que dos personas tengan que acordar nos puede hablar de diferencias: si no las hubiera no tendrían la necesidad de hacerlos. Esto nos habla de que las parejas hacen acuerdos sobre problemáticas semejantes.

Los acuerdos inconscientes hablan de combinaciones, los pactos inconscientes hablan de concesiones. La ruptura de los acuerdos inconscientes genera crisis vinculares. Si bien las parejas imaginan la salida de la crisis como un regreso a funcionamientos previos que en su momento fueron satisfactorios, se trata más bien de una reformulación de los acuerdos primitivos, de incorporar algo nuevo y más acorde con el momento actual[2].

Si bien el enamoramiento instaura la elección conyugal y contiene los elementos inconscientes que la caracterizan, el devenir del vínculo será una combinatoria de los modelos arcaicos (identificaciones infantiles y vinculares) que marcan la repetición, como también aquello siempre novedoso que la presencia de otro marca en un vínculo. El azar tendrá cabida en este proceso.

Son muchos, por supuesto, los avatares que sufre ese enamoramiento, descrito así bajo el modelo de la relación originaria entre mamá y bebé.

Este estado dual narcisista[3] no perdura. El tiempo y la convivencia marcan la diferencia. El otro, con su ajeneidad irreductible, diferente del otro pensado, que en un momento resultara espejo del deseo, se propone como otro real, que rompe la situación de esta relación imaginaria característica del enamoramiento. La diferencia entre el otro real y el otro pensado constituye entonces una herida narcisista. Hoy hablaríamos más bien de un paso del Uno al Dos, donde la realidad del otro marca el tope a mi propio deseo.[4] Este quiebre da lugar al desenamoramiento, momento en el cual la diferencia es vivida como ataque. La pareja no es lo que se esperaba, lo cual es vivido con desilusión o como engaño, todo lo cual lleva al surgimiento de la rabia, los reproches, las acusaciones mutuas, en síntesis, al conflicto. Nada es igual, vivido en la versión paranoide.

Prima así lo que el otro no da, lo que el otro no tiene, lo que el otro no quiere. Esta ruptura del enamoramiento está impregnada de un profundo dolor, desilusión que con frecuencia lleva a la ruptura de la relación o en el peor de los casos a la instalación de un estado de reproche, denominado enamoramiento negativo, versión inversa de aquella ya descrita. Prima así el estancamiento de la complejidad vincular. El otro se torna así el culpable de los desengaños, desilusiones y dolores. La aceptación del otro como sujeto   irremediablemente ajeno, como diferente de aquello que se espera o se desea, sienta las bases para una relación novedosa, marcada por la complejización del vínculo, por el deseo de saber del otro aquello que siempre es inasible.

Eje central que marca el amor adulto: aceptación del otro como diferente del otro pensado, aceptación del otro como diferente del otro idealizado, aceptación del otro como diferente de sí, aceptación de la individualidad ineludible, aceptación de la realidad del otro en su dimensión de sujeto. Aceptación de la novedad que exige la tramitación de lo que es diferente, de lo no esperado, de lo no deseado. Aceptación también de las limitaciones de la relación de pareja. Aceptación del conflicto como inherente a las relaciones humanas, pero aceptación también de la mutua ingerencia en la génesis del mismo. Esto llevará en el mejor de los casos a la construcción del amor adulto, a la posibilidad de renovación en los intercambios vinculares, a la aceptación del otro como compañero de vida, con sus características y sus limitaciones. Este amor maduro llevará en el mejor de los casos a transitar la vida en compañía.

Parámetros definitorios de la pareja conyugal 

Puget (1988) definió un vínculo de pareja, como aquella que comparte situaciones básicas que denomina parámetros definitorios: cotidianeidad, relaciones sexuales, proyecto vital, y una relación de privilegio afectivo. Estos parámetros conforman las áreas de intercambio en una relación matrimonial y pueden resultar simultánea o alternativamente amenazados en las situaciones de crisis poniendo a prueba el equilibrio del vínculo. Si bien conforman ciertos ejes que marcan la modalidad vincular que hoy denominamos pareja estable, tendrán ciertas especificidades en cada momento de la vida. Tienen que ver con el encuentro- desencuentro en la relación.

La cotidianeidad se refiere a la manera en la cual cada pareja tramita y da cuenta de la organización tiempo- espacio. Se relaciona con los intercambios estables del vínculo que construyen una intimidad. Cuando una pareja acuerda vivir juntos organiza un intercambio que no necesita ser tramitado cada vez, implica una rutina vincular y un espacio que alberga al vínculo, con las consecuentes dificultades inherentes a lo tuyo, lo mío y lo nuestro. La cotidianeidad va cambiando tácitamente a lo largo de la vida y en los diferentes momentos de la evolución del vínculo. En general, cuando la pareja se separa, la cotidianeidad es el último parámetro que se rompe, con las consecuentes ansiedades que remiten a la ruptura del cuerpo vincular.

La sexualidad como parámetro definitorio en las parejas supone un compartir de la vida sexual, que al mismo tiempo que es permitida es prescrita, es decir, desde los modelos socioculturales se espera que la pareja comparta de alguna manera su sexualidad. La sexualidad compartida implica una dependencia mutua en la satisfacción de las necesidades sexuales, y confronta a las parejas con lo ajeno e irreductible del deseo del otro, lo cual suele ser fuente de conflicto. Si bien la sexualidad es un campo privilegiado para la construcción de intimidad, también lo es para el despliegue o manifestación de los conflictos vinculares. En la sexualidad se entrecruzan aspectos biológicos, individuales y vinculares, y da cuenta de la estrecha dependencia de estos aspectos en la dinámica vincular.

El proyecto vital compartido según Puget (1988) da cuenta de representaciones de realizaciones o logros ubicadas en la dimensión de tiempo futuro. La ruptura de la fusión es dinamizante en cuanto que permite un anhelo de algo nuevo, la creación de un producto vincular, cuya realización se proyecta en un futuro anticipado como conjunto. En un primer tiempo vincular la pareja construye un lenguaje con significación compartido, más adelante anhela compartir un espacio- tiempo vincular que implica diferentes niveles de compromiso y de intimidad, y más adelante se proyectan hijos reales o simbólicos en forma de logros vinculares. Cuando el futuro no se proyecta como algún espacio de creación conjunta se presentan crisis vinculares, en forma de aburrimiento, deslibidinización vincular, o búsqueda de proyectos afectivos fuera del vínculo.

En la pareja estable el Otro tiene un lugar de privilegio afectivo. Desde lo transubjetivo se espera un ligamen afectivo y sexual con exclusividad de otros. Este parámetro suele ser fuente de dificultad cuando se rompe, como en el caso de infidelidad, lo cual conlleva una ofensa narcisística difícil de tramitar. Este privilegio afectivo es expresado en el deseo de ser reflejado en la mirada de Otro. Incluye también el anhelo de compartir lo que no se comparte con otros: en algunos casos conlleva la exigencia de compartirlo todo, y surge la frustración consecuente que significa la renuncia a lo incompartible del otro, referencia a la ajeneidad. Admitir el dolor de la diferencia, y la existencia en el otro de espacios, y afectos donde se tiene cabida, enriquece la relación y permite la complejización vincular.

Modalidades vinculares

Hemos hablado de los avatares del enamoramiento. Este enamoramiento inicial puede perdurar en algunos casos a través del tiempo dando lugar a algunas modalidades vinculares, tales como las parejas fusionadas, donde hay lugar para la tramitación de las diferencias, simplemente se pretende negar las diferencias. Se construye una relación basada en la fantasía de “los dos somos uno solo”. Son relaciones ahogantes, muchas veces sin el registro consciente del sufrimiento que conllevan. El acuerdo inconsciente implica anular las diferencias, anular el conflicto a cualquier precio y proponer como ideal la completud, la dependencia y la simbiosis extrema. Estas parejas pueden presentar una amplia gama de trastornos psicosomáticos, o trastornos en los hijos como síntomas del malestar negado. En algunas de estar parejas puede haber episodios aislados de violencia, que resultan tener la cualidad de “incomprensibles”, donde la violencia emerge como un intento fugaz de separarse de esta fusión enloquecedora.

Lo nuevo no parece tener cabida, se propone como ideal vincular un pasado de enamoramiento que se busca afanosamente. La vivencia del tiempo vincular está centrada en lo que fue, sin que se dé lugar a aquello por venir. Los intercambios vinculares trasuntan aburrimiento, como expresión de aquello que no puede renovarse.

En algunas parejas la fusión cobra la modalidad de un funcionamiento amparador-desamparado, o inhibidor- inhibido, relaciones asimétricas donde un polo del vínculo se transforma en aquel que provee cuidado, amparo, protección, conocimiento, al otro polo del vínculo que aparece como el enfermo, el necesitado, el débil, el que no puede. En estas parejas el objeto único circula en sus características de sostén y de asistencia. La imposibilidad del uno está directamente relacionada con la modalidad protectora del otro, donde el acuerdo inconsciente está precisamente centrado en perpetuar esta situación asimétrica, fuente frecuente de violencia o de inhibiciones severas en un polo del vínculo.

Otra modalidad de parejas duales es aquella que describimos más arriba, como las parejas donde prima el enamoramiento negativo, o de los reproches eternos. Se eterniza el reproche, la queja, pero en el fondo no pueden vivir el uno sin el otro. “Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio”, dice la canción. Dependencia negativa, donde la pareja queda vinculada por el conflicto, y por la pretensión de transformar al otro en el objeto idealizado que se creyó poseer alguna vez. Acuerdo inconsciente que recubierto de profundo malestar encubre la imposibilidad de estar solos.

En algunas parejas, denominadas como enloquecedor- enloquecido, el funcionamiento vincular se caracteriza por uno que aparece como el que sabe, el racional , el cuerdo y el otro como el que pierde el control, “el que se vuelve loco”, aquel que no sabe lo que dice. En estas parejas circula una comunicación paradojal, donde se propone una escena de desmentida, o de situaciones sin salida. El acuerdo inconsciente recrea con frecuencia situaciones infantiles de profundo malestar donde circulaba la descalificación y la desmentida, y el no reconocimiento.

El funcionamiento dual vincular puede evolucionar hacia una modalidad denominada de terceridad limitada. Son aquellas parejas donde circula una cierta noción de la diferencia, pero la diferencia se torna persecutoria. Algunas de estas parejas son las parejas de funcionamiento celoso, donde el tercero está presente pero siempre en su cualidad conflictiva. El tercero, llámese familia, amigos, trabajo, lecturas, hobbies, o personajes del otro sexo, se transforman en potenciales enemigos de la relación puesto que requieren cierta atención. En estas parejas, el conflicto está centrado en el tema de la exclusión: se unen, para excluir a otros, situación normal en el enamoramiento. El acuerdo inconsciente será sentirse unidos a costa de tener a quien excluir.

Otro tipo de funcionamiento vincular de terceridad limitada es el funcionamiento maltratador-maltratado. Con este término, que es más un término descriptivo, se refiere a un tipo de relación en la cual el tercero queda limitado a lugar de espectador de un conflicto. Relación en la cual el conflicto escala niveles muy altos, a condición de tener un público, ( hijos, familia, amigos, terapeuta) frente al cual exhiben su maltrato, en forma de celos, de violencia, de descalificación, de denigración o situaciones en las cuales lo que debería ser privado se vuelve público. Acuerdo inconsciente en el cual uno de los dos, o los terceros sufren el maltrato de los otros dos que se unen para maltratar. En este tipo del vínculo el maltrato se ha erotizado, y resulta la manera de mantenerse unidos para luego perderse en momentos de idilio, incomprensibles para quienes lo presencian.

En las parejas hiperdiscriminadas prima la imposibilidad de logra compartir espacios comunes. Son parejas que viven para estar separadas: tienen distintos horarios, distintos gustos, dicen no tener nada en común: la dinámica que subyace es el temor a quedar sumidos en una fusión donde se pierdan como sujetos. La relación estará entonces marcada por la exacerbación de las diferencias , y el acuerdo inconsciente remitirá a una relación donde sea imposible un espacio de encuentro.

Las parejas maduras o de terceridad ampliada, son aquellas en las cuales acepta la diferencia, y se propone un reacomodamiento creativo a las diversas circunstancias que la vida va presentando. Habrá entre los sujetos un cierto nivel de dependencia que les permita afrontar la vida con solidaridad y compañía. Se caracterizan por el respeto del otro, de sus espacios, de sus limitaciones. Por el interés genuino por su pareja, por el trato afectuoso, por la disponibilidad mutua en momentos de dificultad. En estas parejas, el lenguaje tiene una función primordial en el manejo de los conflictos y de las diferencias. En los momentos de conflicto, perdura el sentimiento de permanencia del vínculo y cierta seguridad respecto la posición favorable de ambos respecto a la superación de los malos entendidos. El otro presenta interrogantes y suscita el deseo de ser conocido.

Conceptualizaciones actuales:

 

En la última década el campo de la filosofía ha atravesado los desarrollos teóricos del psicoanálisis vincular. Esto y las nuevas modalidades vinculares propias de fin de siglo ha conllevado la deconstrucción de algunos conceptos.

Nietzche, Heidegger, Lévinas, Badiou, Deleuze, Derrida, son algunos de los pensadores contemporáneos que han hecho marca.

El Sujeto y el “otro”, la realidad del “otro”, el concepto de acontecimiento, novedad, azar y repetición , presencia y representación ajeneidad y principio de incertidumbre, constituyen temáticas centrales en la metapsicología actual.

El Sujeto y el Otro

Se demarcan dos mundos regidos por lógicas distintas: el mundo interno y el mundo vincular, caracterizadas respectivamente por la imposibilidad de presencia y la imposibilidad de ausencia.

El otro es aquel vivido como radicalmente ajeno y exterior y me modifica fuertemente con su presencia: El término “otro” es inherente a la estructura de vínculo, entendido como relación con un sujeto dotado de semejanza y diferencia, pero, en forma definitoria, dotado de ajeneidad”. Berenstein, 2001, pag. 94.

La significación del sujeto está fuertemente ligada a la alteridad del otro como marca que lo instituye y lo altera”.“Lo novedoso, o sea, aquello que se presenta no teniendo lugar previo, remite a la relación con el otro”.“El sujeto singular es y deviene vinculado, y verlo separado es resultado de la percepción consciente y de la resistencia”. (Berenstein, 2001)

Berenstein en su libro, “El sujeto y el Otro” propone una concepción de la vincularidad brevemente representada en el siguiente conjunto de formulaciones.

  1. Se trata de la relación de un sujeto con otro considerado como tal. Lo llamaremos “otro”. Excede lo que llamamos una relación con un objeto externo al yo.
  2. Llamaremos “otro” al que además de un sector semejante y uno diferente ofrece al yo, de un modo definitorio, un sector “ajeno”. La ajenidad define al otro y su presencia.
  • El vínculo es con otro, por lo tanto requiere una relación de presencia. Presencia no es solo exterioridad respecto de sujeto sino ajenidad irremisible. La relación de objeto requiere una ausencia, cuyas marcas constituyen el registro de las primeras experiencias fundantes.
  1. Es ajenidad en una relación significativa todo aquello del otro que los sujetos no logran inscribir como propio. Tampoco el otro puede hacerlo con lo ajeno de mi. No obstante lo cual siempre ha de intentarlo. Es inherente a la ajenidad que nunca se incorpore al sujeto, sea el yo o el otro.
  2. Lo ajeno en mi y lo ajeno del otro son a su vez ajenos entre sí. No hay parámetro común. Hay tres elementos ajenos al yo: el inconsciente reprimido, la alteridad del otro y la dimensión social del conjunto del que formo parte.
  3. El mecanismo de vínculo, tanto constitutivo como de defensa, es la imposición En la relación de objeto es la proyección-introyección en sus distintas variedades.
  • En la vincularidad postulamos que cada encuentro con significado implica un origen, es decir, una novedad, ya que no existen inscripciones previas a ese encuentro. Se entiendo que lo infantil, siendo un origen, no es el único origen del yo.
  • El yo se genera como sujeto, es decir, adquiere subjetividad, en cada vínculo significativo. Dicho de otro manera, en cada vínculo se genera un sujeto. Entonces junto con la escisión del yo postularemos una multiplicidad del sujeto.
  1. En el vínculo con lo otros circulan sexualidad y relaciones de poder. Estas no remiten a aquellas, ambas circunscriben dos universos. El psicoanálisis ha sentado las bases de una nueva concepción de la sexualidad y empujado su enorme desarrollo en estos primeros cien anos. El psicoanálisis deberá ocuparse de aquí en más de las relaciones de poder en tanto base de la constitución de sujeto y fuente de sufrimientos específicos.”Berenstein, El Sujeto y el Otro”, 2001, páginas 62 –63.

Acontecimiento versus repetición

 

El acontecimiento como lo novedoso, lo imprevisto, lo nuevo, lo azaroso, nos remite a la presencia de otro que marca aquello diferente, lo que no se repite, lo que cambia, lo que abre nuevas posibilidades de significación.

Acontecimiento se opone a repetición: cada repetición inscribe una diferencia. Remite a los efectos no calculados de una acción que no estaban previstos ni podían ser sabidos o conocidos antes del conocimiento de esta acción. “La novedad, que acabamos de llamar acontecimiento, se refiere a aquello que no teniendo lugar, no estando como predisposición o potencia, sin embargo se presenta y la estructura ha de hacerle un lugar que no tenía previamente y a partir de este hecho ha de modificarse ella y la significaciónLa significación del sujeto está fuertemente ligada a la alteridad del otro como marca que lo instituye y lo altera”. (Berenstein, 2000, pag 163. “El acontecimiento… no es posible aprehenderlo hasta después de producido”.

Transferencia , hecho nuevo o repetición

“Caracterizamos la transferencia analítica como un “vínculo”, una estructura donde se relacionan dos o más, pero en este caso dos sujetos de deseo, paciente y analista que proponen uno al otro dos trabajos a realizar simultánea y sucesivamente.

  1. Uno hace al despliegue de las experiencias infantiles del paciente y a la puesta en juego de las relaciones de objeto con sus experiencias emocionales,y,
  2. otro trabajo es el se dará entre ambos sujetos cuando se topen con el otro de la relación, con una ajenidad imposible de remitir a alguna experiencia infantil, inaugurando así un campo de novedad que llamaré novedad radical” (pag. 172-3”. El segundo no recubre el campo de la relación de objeto.

Ajeneidad

“Es ajenidad en una relación significativa todo aquello del otro que los sujetos no logran inscribir como propio. Tampoco el otro puede hacerlo con lo ajeno de mi. No obstante lo cual siempre ha de intentarlo. Es inherente a la ajenidad que nunca se incorpore al sujeto, sea el yo o el otro.” (Berenstein, 2001). “Lo ajeno, aquello que irremisiblemente no es asimilable al yo. Lo ajeno puede producir placer vinculado al surgimiento de aquello que no tuvo lugar antes, lo nuevo dentro de lo habitual; o puede ocasionar sufrimiento por la intolerancia con sus revestimientos paranoicos o melancólicos”. (Berenstein, pag 71, 2001).

Del Uno al Dos 

Los aportes de Badiou señalan la importancia de la construcción entre dos en la pareja.

Para Badiou nada de lo que se presenta para la posición hombre se presenta para la posición mujer. Son dos conjuntos abolutamente disyuntos: hasta que no hay encuentro no hay diferencia. Hay lo que se llama disyunción: no hay dos, hay uno-uno. El dos se produce a partir del encuentro.” Interrogaciones, 2002.

El vínculo no es la suma de uno más uno sino una nueva entidad que para Puget y Berenstein fue adquiriendo en los últimos tiempos un nombre específico al cual se llama Dos con mayúscula.

Dice Puget: “la vida humana o sea la subjetividad, el ir siendo sujeto, se constituye sobre la base de un Dos con mayúscula, es en un vínculo donde se constituyen los sujetos. Pero para ello hay, que producir algo en el Dos por la resistencia que ofrece el otro a quedar reducido a lo mismo. Producir algo quiere decir hacer con otro, construir un lugar en un conjunto, o sea habitar un espacio, ir adquiriendo nuevas características y cualidades al ser Dos. Ningún vínculo debe dejar a quien lo habita igual a como era antes, ya que un vínculo se constituye sobre un trabajo que privilegia la diferencia entre cada sujeto, diferencia irreductible y el juego que se establece al reconocer lo que el otro tiene de alteridad” ( “La Soledad y la subjetividad”, 2003)

Principio de Incertidumbre

Puget ha propuesto instaurar un principio nuevo que llama principio de incertidumbre como regulador de la organización vincular, intenta otorgar a la impredictibilidad status de condición necesaria de lo vincular. El efecto de descoloque producido por la presencia activa el principio de incertidumbre. El presente es incierto.

Las ansiedades que genera la incertidumbre dan lugar a la emergencia de ciertos mecanismo de defensa.

El status metapsicológico del principio de incertidumbre correspondería al principio de realidad y principio de placer propuestos por Freud.

Una nota final

Esta síntesis no pretende ser exhaustiva. Mi intención ha sido solamente hacer un leve recuento introductorio a una teoría que es en esencia compleja y en permanente reformulación y actualización.

BIBLIOGRAFIA

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Berenstein, I. Prólogo al libro de Julio Moreno, Ser Humano, Libros del Zorzal, 2002.

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Berenstein, I. & Puget, J. “Transferencia y contratransferencia en psicoanálisis de pareja.” Buenos Aires, Rev. AAPPG. IX, l986.

Berenstein, I. & Puget, J. Lo Vincular, Clínica y Técnica Psicoanalítica, Paidos, l997.

Berenstein, I. El Sujeto y el Otro. Editorial Paidos, 2001.

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Mendilaharzu, G., Bianchi, G., Cristóforis, O., Gómel, S., Pachuk, C., Rolfo, C., Spivakow,M.,

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Puget, J. La Pareja. Encuentros, desencuentros, reencuentros. (Compilación y prólogo). Paidos, l996.

Puget, J. “La búsqueda inefable de un reconocedor privilegiado”, l999.

Puget, J. Intersubjetividad. Crisis de la Representación, 2003

[1] Agradezco a la Licenciada Ligia Gallego de Posada sus aportes y sugerencias para la elaboración de este texto.

[2] Puget definió los acuerdos inconscientes como “el resultado de una suerte de combinación entre aquellos aspectos compartibles desde cada uno de los espacios mentales de los sujetos, y resultan del despliegue de la tendencia a unificar sus funcionamientos mentales y vinculares.” (Psicoanálisis de la Pareja Matrimonial, pag. 36, l988.

[3] Puget no hablaría hoy de relación dual sino tan solo de un momento en que el encuentro parece anular diferencias que pudieran ser intolerables y que se borran momentáneamente con el enamoramiento, diferencias que poco a poco se empiezan a tramitar.

[4] El vínculo no es la suma de uno más uno sino una nueva entidad que para Puget y Berenstein fue adquiriendo en los últimos tiempos un nombre específico al cual se llama Dos con mayúscula.

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