El tiempo y el vínculo, las parejas de adultos mayores, Jornadas 2003

 

EL TIEMPO Y EL VÍNCULO:

Las parejas de adultos mayores*

 

Myriam Alarcón de Soler**

Ligia Gallego de Posada***

 

 

Tiempo, tiempo vincular y proyectos vinculares

 

El tiempo, el gran escultor, lo ha denominado Marguerite Yourcenar. El tiempo hace marca en la dinámica vincular. Esa es nuestra propuesta para este trabajo.

Elliot Jacques en su libro La Forma del Tiempo distingue el tiempo psicológico del tiempo cronológico. El tiempo cronológico es el tiempo de los relojes, el tiempo calendario, el tiempo objetivo si se quiere. El tiempo psicológico se refiere al Kairós, a la vivencia particular que se tiene respecto de este tiempo cronológico. Este tiempo psicológico va variando a lo largo de la vida, de tal manera que con frecuencia oímos decir “Cómo se pasó este año de rápido, ya se va acabando”, “la vida se pasa en un minuto”, “cuando menos nos damos cuenta los hijos han crecido y ya se han ido”. La vivencia del tiempo va siendo marcada con la experiencia de   haber vivido mucho tiempo y la sensación de estar más cerca del final alteran profundamente el Kairós: se tiene la sensación que el tiempo es más lento y también que el tiempo pasa más rápidamente, que la vida se escapa entre los dedos.

En nuestra práctica, desarrollada en Bogotá, son más bien pocas las parejas de adultos mayores que consultan. Las parejas de alrededor de cincuenta años, vienen motivadas por crisis vinculares, como un intento de mejorar el vínculo, o tomar la decisión de separarse, cuando todavía sienten que “tienen años por delante, pero no los atan los hijos”. Las parejas de sesenta o setenta vienen más bien motivadas por duelos, o por crisis familiares, o por temáticas suscitadas por los hijos. Pueden sentir que tienen dificultades vinculares, pero talvez se han hecho más a la idea de vivir juntos, sea porque algunas de las conflictivas que enfrentaron cuando eran más jóvenes ya no están en discusión, sea por resignación o aceptación de su situación. Otras parejas pueden encontrar en esa edad la satisfacción que en otras etapas no tenían y construir una intimidad a partir de lo cotidiano y de la historia que han transitado juntos.

Las reflexiones aquí consignadas solo pretenden una aproximación a un tema complejo y poco estudiado, que permitan ampliar la mirada hacia ciertas temáticas específicas de este momento de la vida. Sobra decir que la dinámica vincular será diferente en las parejas de adultos mayores, estén estos en la década de los sesenta, los setenta, los ochenta. Cada uno propondrá espacios distintos que ameritan desarrollos posteriores.

 

Los interrogantes

 

Si el vínculo no es la suma de uno más uno, sino una nueva entidad que para algunos autores ha adquirido un status específico, denominado Dos con Mayúscula, nos preguntamos cuales son las marcas que ese vínculo, construido a lo largo de muchos años, produce.[1]

¿Cuales son entonces las cuestiones que pueden marcar de manera significativa este análisis? ¿Qué es lo que permanece, que es lo que cambia? ¿Como se vivencia el paso del tiempo en el vínculo y cuales son sus efectos?

El tiempo y el vínculo

 

Todo vínculo, en cualquier edad, requiere una permanente actualización y complejización lo cual permite ir adecuando el ritmo vincular a cada momento de la vida. La pareja de adultos mayores está atravesada por su historia vincular y por la manera como pueda ir enfrentando los duelos que conlleva el envejecimiento. Se encuentra con la necesidad de conformar e investir nuevos proyectos, nuevos sueños, de generar una nueva organización, situación no muy distinta que la que ocurre en otros momentos de la vida cuando se alcanza o termina un proyecto altamente significativo. La configuración vincular por muchos años centrada en la familia, se centra en la pareja y esta ha de encontrar una nueva manera de estar juntos. El tiempo transitado en pareja puede permitir la construcción de una intimidad, fruto de la convivencia, del afecto y del mutuo conocimiento resultante de muchos años juntos.

 

Las parejas jóvenes y aquellas que no lo son tanto proponen como ideal “llegar juntos a viejos” .Y tal vez como decía una caricatura : una pareja de viejitos, le dice uno al otro “Nosotros que éramos que no me acuerdo: hermanos, esposos, amigos o qué”. Caricatura que con agudeza señala algunas de las dinámicas que atraviesan las parejas con el paso del tiempo. Cuando no aparece novedad en el vínculo la fusión, el borramiento de los lugares, la instauración de un sentimiento fraternal conllevan a un empobrecimiento vincular. El aburrimiento ,la sensación de encierro y de no tener nada que decirse proviene de la creencia de que ya se sabe todo del otro. En otras parejas el tiempo puede llevar al incremento del afecto, de la confianza, de la compañía, de la solidaridad.

 

Para algunas parejas, las mas sanas, los proyectos se pueden centrar en disfrutar aquello que la vida les ofrece, pueden apreciar lo que fueron construyendo juntos, los logros profesionales, personales, familiares. Sienten que su vida tiene sentido, que su experiencia vital los ha enriquecido, que esto puede ser importante para otros. Para otras parejas, los vínculos se reducen, y quedan limitados a las relaciones con los hijos, de quienes empiezan a depender como si fueran hijos de estos. En otras, el encierro narcisista lleva a la pareja a esperar solamente la muerte. El tiempo cobra así su peso más en términos de acontecimientos pasados que de futuro. La pareja no propone un futuro nuevo acorde con las nuevas exigencias vitales.

 

La vivencia de tiempo fugaz, de tiempo escaso, de ese tiempo que se desliza entre los dedos, empieza a pesar en los adultos mayores, y por supuesto también en las parejas de adultos mayores. Está íntimamente relacionado con la limitación en los proyectos de vida, individuales y conjuntos y al mismo tiempo con la vivencia de haber construido logros a lo largo de la vida. Para algunos perdura el deseo de construir, para otros ya no parece haber tiempo para construir… Esta vivencia de tiempo escaso en relación a lo que queda de vida contrasta con la vivencia de un tiempo estancado, que no pasa, que no hay manera de llenar, vivencia cargada de aburrimiento, fruto de la sensación de soledad o de falta de sentido de la vida.

 

La fragilidad inherente a los vínculos puede hacerse más evidente con la vivencia del paso del tiempo, y el reconocimiento del tiempo investido en este vínculo y no en otros. Esto puede llevar a la pareja a cuestionarse nuevamente, como en otras crisis, para que están juntos.

 

Así, el tiempo puede quedar congelado como un tiempo cargado de aburrimiento, y de vacío, o puede ser un tiempo de ocio creativo donde el placer de vivir y de estar juntos tenga cabida. Se tratará entonces de enriquecer las posibilidades vinculares y de aceptar las limitaciones inherentes a este, como de cualquier otro, momento de la vida.

 

Tiempo y cuerpo.

 

Con el paso del tiempo las parejas de adultos mayores se enfrentan con la disminución de ciertas capacidades físicas. El cuerpo envejece y esto afecta las diferentes áreas de la vida de pareja. Se intensifican las ansiedades respecto al declinar de la belleza física y los consecuentes temores respecto a perder el amor y la estima de la pareja y de otras personas. Las ansiedades respecto al cuerpo pueden ser en algunos casos fuente de conflicto y derivar en separaciones o en la búsqueda de aventuras con jóvenes que encarnan el ideal de belleza perdido y que parecen calmar la ansiedad ante el propio envejecimiento. Algunas parejas registran en el cuerpo del otro el paso del tiempo. En la película Confesiones de Schmidt, decía el protagonista: “Me extraña ver dormir al lado mío a una anciana”.

La vivencia de tiempo escaso puede acentuarse con la presencia de enfermedades graves o terminales. Esto puede ser el motivo desencadenante de crisis vinculares, porque uno de los dos siente que no tiene más tiempo y que el vínculo no le ofrece ahora, como no le ofreció antes, la satisfacción que espera. Esta frustración se acentúa frente a la vivencia de “no saber cuanto tiempo queda”.

 

La convivencia y el paso del tiempo acentúan la vivencia de cuerpo vincular. El cuerpo del uno parece ser parte del cuerpo del otro.   En la medida en que el cuerpo es vivido como mucho más lábil empiezan a acentuarse las preocupaciones respecto a la salud y a la enfermedad. Estas transformaciones hacen que el vínculo en las parejas mayores se centre más en la función de sostén, de asistencia y de amparo.

 

 

 

 

 

El paso del tiempo y la familia: una reorganización vincular

 

Los hijos enfrentan el duelo por el envejecimiento de sus padres. La   función de sostén de los padres hacia los hijos decae y se transforma, lo cual implica una reacomodación de los vínculos familiares. Los hijos pueden sentir la necesidad de proveer esta función de sostén a los padres, suplir el desafecto en el vínculo de estos, o paliar la depresión que muchos manifiestan, con el agobio consecuente. Algunas parejas de adultos mayores pretenden hacer propios los proyectos de sus hijos y derivar así una satisfacción vicaria que al no ser propia los deja igualmente vacíos y los llena de frustración y rabia, expresada en forma de queja o de mecanismos culpabilizadores hacia los hijos que hacen su vida “sin ellos”.

 

Uno de los aspectos más significativos que marca esta etapa de la vida en algunas parejas es la abuelitud. Puede ser la oportunidad para dar a los nietos el amor y la compañía que no se pudo dar a los hijos, como también la oportunidad para encontrar algún sentido a una vida que empieza a sentirse vacía. Cuando la pareja de adultos mayores no logra generar proyectos propios, los abuelos tratan de apoderarse de los nietos, como si fueran sus hijos, en el intento de llenar sus vacíos afectivos y sus vacíos vinculares.

 

Soledad y vínculo

 

En las parejas de adultos mayores escuchamos con frecuencia una referencia a la soledad, atribuida al tiempo que están solos, a la casa grande y sentida como vacía, a los hijos que han hecho su vida. Las parejas pueden suponer que vivir juntos, y conocerse hace muchos años equivale a saber todo del otro. Se pierde el interés por conocer al otro y el vínculo se tiñe de aburrimiento o a la serie de sentimiento vinculados con la exclusión.

 

Contrario a lo que suponen los prejuicios, las parejas y los adultos mayores siguen teniendo el deseo de ser importantes el uno para el otro y hacen fantasías de tener algún grado de intimidad sexual y/o afectiva. Circula en ellos el deseo de sentirse deseados, de proveer placer, de dar y recibir.

 

Con el paso del tiempo, la solidaridad y la amistad se tornan cada vez más importantes en el vínculo. Esto explica que cuando las personas se quedan viudas expresan como su mayor dolor la soledad.[2] La necesidad de compañía puede tener varias modalidades. En algunas esta necesidad proviene de un interés genuino por el otro. En otras, la exigencia de compañía no remite a estar con otro, sino más bien tener al lado a otro en la ilusión de llenar un vacío que así no puede ser llenado. Estas parejas pueden ser verdaderamente tiránicas en la exigencia de no ser dejados solos, tanto con el cónyuge como con sus familiares.

 

La soledad, según Puget, J. (2002), remite a la incapacidad de poner en juego ciertos recursos internos, para que los vínculos tengan un efecto de conocimiento y creatividad. [1] Esta soledad proviene más bien de “la imposibilidad de disponer recursos, para que el estar con otro, el hacer con otro y el ir siendo con otro, produzca efectos nuevos vitalizantes en el presente”.(Puget, J.,2002). El aburrimiento, continúa Puget, aparece cuando no surgen ideas ni sentimientos nuevos, que revitalicen el vínculo.

 

Construcción de la Intimidad

 

La tramitación de las diferencias habla de una historia vincular en la cual se habrá podido o no construir una dinámica que de lugar a lo nuevo, y donde las diferencias tengan cabida. Las diferencias cobran la dimensión de enriquecimiento y dejan de ser sentidas como amenazantes.

 

La construcción de la intimidad se refiere al intercambio vincular que conlleva sentimientos de afecto, de solidaridad, de compañía, de la seguridad de contar con el otro en momentos de dificultad. Implica también el interés por el otro, por sus inquietudes, ansiedades, por sus sueños. Implica apreciar la sabiduría que el otro tiene y que puede compartir. Implica saber que no se está solo, pero que se puede estarlo. La aceptación del paso del tiempo, y sus huellas sobre el cuerpo y sobre el cuerpo vincular abren la posibilidad de la construcción de espacios de intimidad física y afectiva, donde la ternura y la sexualidad tengan cabida.[3]

 

Los proyectos vinculares permiten investir nuevos intereses, hacer de la cotidianeidad o de las actividades compartidas o personales espacios gratos, amables. Implican disfrutar la vida, amarla. Implica aceptar que el tiempo es escaso –siempre lo es-, y que la muerte está más cerca. Implica la vivencia de paz interior, como resultado de la aceptación de la vida que se ha llevado. Talvez se hace más conciente la realidad de la muerte que en otras épocas de la vida parecía mas lejana, menos cierta. Sin embargo, se podrá construir un presente y un futuro compartido pero también se podrá proyectar un futuro donde el otro no esté. Morir es menos difícil cuando se ha vivido más plenamente.

 

Cuando el tiempo hace marca en la dinámica vincular y la pareja ha librado verdaderas batallas en su cotidianeidad con relativo éxito pueden apostar más claramente a la combinatoria compleja entre el deseo y la realidad que fundamenta la aceptación de la diferencia: el otro es distinto de mí, distinto del que imaginé o imagino, distinto del que necesito y reclamo, distinto del que creo que debe ser, lo que implica una combinatoria entre dos polos, aceptación y cambio. Aceptación de lo que no puede cambiar ni en mí ni en el otro, y cambio de aquello que determina sufrimiento en el vínculo, lo que conduce a lo que hemos denominado amor maduro, aquel que oscila entre la necesidad de soledad y la necesidad de compañía, la búsqueda incansable de un equilibrio entre los espacios de intimidad personal y los espacios de pareja, renuncia a conocer y poseer totalmente al otro. Equilibrio inestable y siempre renovado entre el abandono y el ahogo, -en su versión negativa-, entre la soledad y la compañía -en su versión más compleja- que será, en síntesis, el placer de estar juntos pero también la posibilidad de no estarlo, con la capacidad de reconocer a otro y de sostenerlo con una mirada admirativa, y al mismo tiempo abrirse a la posibilidad de ser mirado y reconocido por ese otro que tiene para nosotros el lugar de reconocedor privilegiado, al decir de J. Puget.

Quiero terminar con una frase de Fernando Pessoa, del libro del Desasosiego:

“¿Pensaste ya, mi tan Otra, cuán insensibles somos los unos con los otros? ¿Meditaste ya en lo mucho que nos desconocemos? Nos vemos y no nos vemos. Nos oímos y cada uno escucha apenas una voz que está dentro de sí”.

 

Bibliografía

 

Berenstein, I. Prólogo al libro de Julio Moreno, Ser Humano, Libros del Zorzal, 2002.

Berenstein, S. Envejecimiento. Enfermedad y Muerte de los Padres. Cursos de Extensión, APDeBA, l997.

Berenstein, S. Tercera Edad, Psiquis y Tiempo, VII Congreso Uruguayo de Psiquiatría, 2000.

Berenstein, I. El Sujeto y el Otro, Ediciones Paidos.

Jaques, E. La forma del Tiempo, Editorial Paidos, l984.

Leiblum, S. y Segraves, R.T. Sex Therapy with Aging Adults. Principles and Practice of Sex Therapy Leiblum, S y Rosen, R. (Ed.),2001.

Mantilla, E. La muerte en la pareja. Cuadernillos Fundación Omega, 2002.

Mendilaharzu, G., Bianchi, G., Cristóforis, O., Gómel,S., Pachuk, C., Rolfo, C., Spivakow,M., Sternbach, S. y Waisbrot, D. Vínculo de Pareja, entre la Novedad y la Historia, 2002.

Pessoa, F. Libro del Desasosiego. Emecé Editores, Buenos Aires, 2001

Puget, J. Soledad y Subjetividad, Jornadas Gauchescas Portoalegre, 2002

Puget, J. y Berenstein, I. Psicoanálisis de la Pareja Matrimonial, Ed. Paidos, B. Aires, 1988.

Roel, I. y Lombardo, E. Envejecimiento y familia, un acercamiento al impacto de los cambios familiares en la vejez. Jornadas AAPPG, 2002.

Yourcenar, M. El Tiempo, gran escultor. Alfaguara Literaturas, l989.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ABSTRACT                                            

                                   EL TIEMPO Y EL VÍNCULO: Las parejas de adultos mayores

 

Myriam Alarcón de Soler

Ligia Gallego de Posada

 

Tiempo, tiempo vincular y proyectos vinculares

El tiempo hace marca en la dinámica vincular. Elliot Jacques distingue el tiempo psicológico (kairós) del tiempo cronológico.. Este tiempo psicológico va variando a lo largo de la vida. La vivencia del tiempo va siendo marcada con la experiencia de   haber vivido mucho tiempo y la sensación de estar más cerca del final alteran profundamente el Kairós: se tiene la sensación que el tiempo es más lento y también que el tiempo pasa más rápidamente.

 

Los interrogantes :Cuales son las marcas que ese vínculo, construido a lo largo de muchos años, produce. ¿Qué es lo que permanece, que es lo que cambia? ¿Como se vivencia el paso del tiempo en el vínculo y cuales son sus efectos?

El tiempo y el vínculo

La pareja de adultos mayores se encuentra con la necesidad de conformar e investir nuevos proyectos, nuevos sueños, de generar una nueva organización. La configuración vincular por muchos años centrada en la familia, se centra en la pareja y esta ha de encontrar una nueva manera de estar juntos. Cuando no aparece novedad en el vínculo la fusión, el borramiento de los lugares, la instauración de un sentimiento fraternal conllevan a un empobrecimiento vincular. El aburrimiento ,la sensación de encierro y de no tener nada que decirse proviene de la creencia de que ya se sabe todo del otro. El encierro narcisista lleva a algunas parejas a esperar solamente la muerte. El tiempo cobra así su peso más en términos de acontecimientos pasados que de futuro. El tiempo puede llevar a la construcción de intimidad.

La vivencia de tiempo fugaz y la fragilidad inherente a los vínculos empieza a pesar. Está íntimamente relacionado con la limitación en los proyectos de vida, individuales y conjuntos y al mismo tiempo con la vivencia de haber construido logros a lo largo de la vida. Esta vivencia de tiempo escaso en relación a lo que queda de vida contrasta con la vivencia de un tiempo estancado. El reconocimiento del tiempo investido en este vínculo puede llevar a la pareja a crisis, como un cuestionamiento de para qué están juntos. Así, el tiempo puede quedar congelado como un tiempo cargado de aburrimiento, y de vacío, o puede ser un tiempo de ocio creativo donde el placer de vivir y de estar juntos tenga cabida.

 

Tiempo y cuerpo:Las ansiedades respecto al declinar de la belleza física y los consecuentes temores respecto a perder el amor y la estima de la pareja y de otras personas se intensifican. La vivencia de tiempo escaso puede acentuarse con la presencia de enfermedades graves o terminales. Se acentúa la vivencia de cuerpo vincular. El cuerpo del uno parece ser parte del cuerpo del otro. Estas transformaciones hacen que el vínculo en las parejas mayores se centre más en la función de sostén, de asistencia y de amparo.

 

El paso del tiempo y la familia: una reorganización vincular: Los hijos enfrentan el duelo por el envejecimiento de sus padres . La   función de sostén de los padres hacia los hijos decae y se transforma, lo cual implica una reacomodación de los vínculos familiares. La abuelitud, como acontecimiento, puede ser la oportunidad para dar a los nietos el amor y la compañía que no se pudo dar a los hijos, como también la oportunidad para encontrar algún sentido a una vida que empieza a sentirse vacía.

 

Soledad y vínculo:Con el paso del tiempo, la solidaridad y la amistad se tornan cada vez más importantes. Esto explica que cuando las personas se quedan viudas expresan como su mayor dolor la soledad. La necesidad de compañía puede provenir de un interés genuino por el otro. Otras veces, la exigencia de compañía no remite a estar con otro, sino más bien tener al lado a otro en la ilusión de llenar un vacío que así no puede ser llenado. Estas parejas pueden ser verdaderamente tiránicas en la exigencia de no ser dejados solos, tanto con el cónyuge como con sus familiares.

 

Construcción de Intimidad : se refiere al intercambio vincular que conlleva sentimientos de afecto, de solidaridad, de compañía, de la seguridad de contar con el otro en momentos de dificultad.. Implica apreciar la sabiduría que el otro tiene y que puede compartir. Implica saber que no se está solo, pero que se puede estarlo. La aceptación del paso del tiempo, y sus huellas sobre el cuerpo y sobre el cuerpo vincular abren la posibilidad de la construcción de espacios de intimidad física y afectiva, donde la ternura y la sexualidad tengan cabida. Dos ejes marcan la pauta: aceptación y cambio. Implica aceptar que el tiempo es escaso –siempre lo es-, y que la muerte está más cerca.. Sin embargo, se podrá construir un presente y un futuro compartido pero también se podrá proyectar un futuro donde el otro no esté.

 

 

* Trabajo presentado en las XIX Jornadas de la AAPPPG, “Prácticas vinculares: lo que permanece y lo que cambia”. Septiembre 19 y 20 de 2003.

** Corresponsal en el extranjero de la AAPPG. K5 No. 92ª-61 Apartamento 101 Bogotá, Colombia. Correo electrónico: myriamalarcon@aolpremium.com

*** Psicoterapeuta.

[1] Dice Puget: “la vida humana o sea la subjetividad, el ir siendo sujeto, se constituye sobre la base de un Dos con mayúscula, es en un vínculo donde se constituyen los sujetos. Pero para ello hay, que producir algo en el Dos por la resistencia que ofrece el otro a quedar reducido a lo mismo. Producir algo quiere decir hacer con otro, construir un lugar en un conjunto, o sea habitar un espacio, ir adquiriendo nuevas características y cualidades al ser Dos. Ningún vínculo debe dejar a quien lo habita igual a como era antes, ya que un vínculo se constituye sobre un trabajo que privilegia la diferencia entre cada sujeto, diferencia irreductible y el juego que se establece al reconocer lo que el otro tiene de alteridad” ( “La Soledad y la subjetividad”, 2003)

 

[2] Elsa Mantilla. Fundación Omega. Comunicación Personal.

[3]Así“… resultamos producidos por aquello que producimos o, si se quiere, devenimos hechos por aquello que hacemos”. (Berenstein, I.,2002).

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