Adultos Mayores, dinámica de las relaciones de pareja, Mayo 30, 2003

IX SIMPOSIO INTERNACIONAL DE ACTUALIZACIONES EN PSIQUIATRIA
PROFUNDIZACIONES EN GERIATRIA

DINAMICA DE PAREJA DE LOS ADULTOS MAYORES

MYRIAM ALARCON DE SOLER

MAYO 31, 2003

Versión 2003-05-31

El marco teórico dentro del que haré la presentación es el psicoanálisis de las configuraciones vinculares. Dado que sé que para muchos de ustedes esto resulta novedoso, opté por dividir esta presentación en dos partes. La primera, donde me referiré a los conceptos básicos del Psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares, y en particular al psicoanálisis de pareja, y la segunda donde abordaré específicamente la temática de “La pareja de adultos mayores, lo que permanece y lo que cambia.” Esto permitirá comprender mejor la dinámica de las parejas de adultos mayores, porque algunos aspectos son más bien producto de una modalidad vincular que de un momento particular evolutivo.

Algo de Historia
Personajes e Instituciones

Este relato estará atravesado por mi subjetividad, por mi propia historia, puesto que a lo largo de muchos años he acompañado el proceso de desarrollo de estas postulaciones teóricas y clínicas.

En 1984, la Asociación Argentina de Psicología y Psicoterapia de Grupo, institución psicoanalítica que funcionaba en Buenos Aires desde mediados de los años 50, (Fundada entre otros por Janine Puget, Raul Usandivaras, Pichón Riviere) convocó a la Doctora Janine Puget y al Doctor Isidoro Berenstein, ambos psicoanalistas de reconocida trayectoria, miembros titulares de APdeBA para fundar y dirigir, respectivamente, el Departamento de Pareja y el Departamento de Familia de dicha institución. Empezamos como un grupo pequeño, de investigación y reflexión clínica, hasta constituirse hoy día en el grupo más importante que alberga desarrollos propios dentro del psicoanálisis de los vínculos.
Mucho camino se ha recorrido desde entonces. En l987, cuatro instituciones psicoanalíticas, organizaron el Primer Congreso de Psicoanálisis de Pareja y Familia. Poco a poco el psicoanálisis vincular fue tomando forma, no como psicoanálisis aplicado sino como una ampliación de la teoría y de la clínica psicoanalítica. Tanto el doctor Berenstein como la Dra Puget son ampliamente reconocidos en el ámbito psicoanalítico mundial, y sus desarrollos teóricos despiertan actualmente un gran interés en la comunidad científica.

En Mayo del 2001, se organizó el Segundo Congreso de Psicoanálisis de Pareja y Familia. El trabajo en psicoanálisis vincular tiene un amplio reconocimiento y una producción teórica y clínica constante de lo cual da cuenta el gran numero de publicaciones que han aparecido en estos años, y el gran número de participantes en los Congresos, Jornadas y eventos científicos convocados con esta orientación.

Es una teoría en evolución, lo cual conlleva una reformulación y actualización permanentes.

Una ruptura epistemológica

I. Berenstein y J. Puget llegaron al psicoanálisis vincular desde distintos espacios. Ambos se cuestionaron a partir de la clínica el alcance del psicoanálisis individual. Berenstein desde su trabajo con pacientes psicóticos. Puget desde el trabajo con grupos y desde las dificultades que observó en la modificación de los conflictos de pareja desde el análisis individual.

En los años 70, Puget propone el concepto de zócalo inconsciente y acuerdos inconscientes en la pareja matrimonial y Berenstein , el concepto de estructura familiar inconsciente, que le permitió abordar el psicoanálisis de familia.
Posteriormente, surge el concepto de Configuraciones Vinculares, como un término suficientemente abarcativo para incluir grupos, familias y parejas.
El término vínculo fue introducido por Pichón Riviere y retomado por el psicoanálisis de las Configuraciones Vinculares. El término psicoanálisis vincular incluye el trabajo con grupos, familias y parejas, cada uno de estos espacios con su correspondiente especificidad.
Se desarrolla así una metapsicología que pretende dar cuenta del trabajo vincular, donde tanto el yo como el otro tengan un lugar fundante, conservando sus características de extraterritorialidad.
Se postulan tres espacios psíquicos que atraviesan al sujeto: el espacio intrasubjetivo, el del sujeto con su mundo pulsional y su fantasía, el espacio intersubjetivo, que da cuenta del vínculo dos o mas sujetos,y el espacio transubjetivo, el de los sujetos atravesados por la cultura e insertos en una sociedad, lo cual da lugar al concepto de pertenencia.

El término vínculo (del latin; vinculum, que significa atar) se constituye en elemento básico, donde lo vincular excede el mundo individual. La presencia real del otro es postulada como un tope al mundo interno. El vínculo es una organización inconsciente constituida por dos polos, un yo y otro, y un conector o ligadura. Es una ligadura estable entre dos yoes. Remite a lo intersubjetivo. Se diferencia de la relación de objeto que es intrasubjetiva.
El vínculo es registrado por los yoes como un sentimiento de pertenencia. Se sostiene en una serie de estipulaciones inconscientes, tales como acuerdos y pactos que contienen una cualidad afectiva, y que rigen las características del intercambio entre los yoes.
Para Berenstein y Puget todo vínculo se origina en el intento de resolver una falta, una condición de desamparo originario.
La polémica de la última década se ha centrado en el tema de la realidad del “otro”, y el concepto de acontecimiento, de lo novedoso versus repetición y la función del azar, lo que permanece y lo que cambia. El vínculo no es la suma de uno más uno sino una nueva entidad que para algunos autores ha ido adquiriendo un nombre específico al cual se llama Dos con mayúscula.
Se demarcan dos mundos regidos por lógicas distintas: el mundo interno y el mundo vincular, caracterizadas respectivamente por la imposibilidad de presencia y la imposibilidad de ausencia.

El acontecimiento como lo novedoso, lo imprevisto, lo nuevo, lo azaroso, nos remite a la presencia de otro que marca aquello diferente, lo que no se repite, lo que cambia, lo que abre nuevas posibilidades de significación.
Acontecimiento se opone a repetición: cada repetición inscribe una diferencia. Remite a los efectos no calculados de una acción que no estaban previstos ni podían ser sabidos o conocidos antes del conocimiento de esta acción.

Postulaciones fundamentales del psicoanálisis de pareja:

Freud enunciaba como fuente de sufrimiento el cuerpo, el mundo exterior y los vínculos entre los seres humanos. El ser humano se encuentra en una disyuntiva sin salida: vivir en aislamiento, y padecer la soledad que este conlleva, o compartir con otro u otros lo cual implica un cierto grado de sufrimiento marcado por la diferencia y la presencia del Otro. Situación paradojal, que nos remite a la metáfora usada por Freud, hablando de las relaciones de amor. Los puercoespines si se alejan sienten frío, si se acercan se maltratan con las espinas. Paradoja inherente a los vínculos y particularmente al vínculo estrecho y complejo que constituye e vínculo de pareja. Situación paradojal que remite finalmente a aquellos ingredientes presentes en la misma: el amor y el odio.

Algunos conceptos propuestos por Puget hace más de dos décadas dan cuenta de la dinámica de las relaciones de pareja y nos resultarán útiles en el abordaje del tema de la dinámica de las parejas de adultos mayores.
La pareja se construye a partir de un momento inaugural, aquel que es descrito como enamoramiento. Momento en el cual Otro es elegido para compartir de forma privilegiada afecto, sexualidad, y proyectos de vida. Momento inaugural marcado por la idealización, momento que nos propone el deseo de construir un futuro conjunto, una vida en común, una familia. Momento que promete un amor sin fracturas, una sexualidad intensa, donde la vivencia de completud nos resarce de cualquier penalidad, dolor o frustración. Momento en el cual la felicidad parece posible, y la vida parece carecer de sentido sin la presencia del Otro elegido. Momento estático, fijo, donde lo especular cobra su máxima dimensión. Momento en el cual se espera que la vida sea simple repetición de ese momento de máxima felicidad.
En el enamoramiento prima un funcionamiento Narcisista, uno que se mira en el espejo del otro, sin noción de terceridad alguna. Momento marcado por el funcionamiento a predominio de objeto único, concepto aportado por Puget, que remite a la vivencia de amparo aportado por Otro que es investido de ciertas características, cuyo sustrato común es la idealización. Constituye una modalidad vincular primitiva narcisista, que rinde cuenta de un vínculo entre un yo inerme y desamparado y otro dotado de la capacidad de proveer aquello que falta. Modelo vincular que semeja la relación originaria mamá- bebé.

La construcción del vínculo de alianza implica la redefinición del vínculo con las familias de origen, de tal manera que a mayor intensidad del vínculo con la familia de origen más lábil será el vínculo de alianza. Esto implica un proceso complejo de renuncia a los vínculos endogámicos y una salida a la exogamia.

Los acuerdos inconscientes conforman el sustrato inconsciente de una particular modalidad vincular, y remiten a la necesidad de los sujetos del vínculo de buscar en otro y con otro la satisfacción de sus fantasías infantiles, la necesidad de encontrar un objeto único amparador. Los acuerdos inconscientes rigen las relaciones vinculares. Este término ha sido usado principalmente para describir la elección inconsciente de una pareja, y el particular armado de un vínculo. Subyacen a los intercambios vinculares, y denominan aquellos intercambios que tienden a la satisfacción de las necesidades inconscientes de sus miembros, aunque estas puedan traducirse en sufrimiento consciente.
Según Puget, el significado de que dos personas tengan que acordar nos puede hablar de diferencias: si no las hubiera no tendrían la necesidad de hacerlos. Esto nos habla de que las parejas hacen acuerdos sobre problemáticas semejantes.
Los acuerdos inconscientes hablan de combinaciones, los pactos inconscientes hablan de concesiones. La ruptura de los acuerdos inconscientes genera crisis vinculares. Si bien las parejas imaginan la salida de la crisis como un regreso a funcionamientos previos que en su momento fueron satisfactorios, se trata más bien de una reformulación de los acuerdos primitivos, de incorporar algo nuevo y más acorde con el momento actual .

Si bien el enamoramiento instaura la elección conyugal y contiene los elementos inconscientes que la caracterizan, el devenir del vínculo será una combinatoria de los modelos arcaicos (identificaciones infantiles y vinculares) que marcan la repetición, como también aquello siempre novedoso que la presencia de otro marca en un vínculo. El azar tendrá cabida en este proceso.

Son muchos, por supuesto, los avatares que sufre ese enamoramiento, descrito así bajo el modelo de la relación originaria entre mamá y bebé.
Este estado dual narcisista no perdura. El tiempo y la convivencia marcan la diferencia. El otro, con su ajeneidad irreductible, diferente del otro pensado, que en un momento resultara espejo del deseo, se propone como otro real, que rompe la situación de esta relación imaginaria característica del enamoramiento. La diferencia entre el otro real y el otro pensado constituye entonces una herida narcisista. Paso del Uno al Dos, donde la realidad del otro marca el tope a mi propio deseo. Este quiebre da lugar al desenamoramiento, momento en el cual la diferencia es vivida como ataque. La pareja no es lo que se esperaba, lo cual es vivido con desilusión o como engaño, todo lo cual lleva al surgimiento de la rabia, los reproches, las acusaciones mutuas, en síntesis, al conflicto. Nada es igual, vivido en la versión paranoide.
Prima así lo que el otro no da, lo que el otro no tiene, lo que el otro no quiere. Esta ruptura del enamoramiento está impregnada de un profundo dolor, desilusión que con frecuencia lleva a la ruptura de la relación o en el peor de los casos a la instalación de un estado de reproche, denominado enamoramiento negativo, versión inversa de aquella ya descrita. Prima así el estancamiento de la complejidad vincular. El otro se torna así el culpable de los desengaños, desilusiones y dolores. La aceptación del otro como sujeto irremediablemente ajeno, como diferente de aquello que se espera o se desea, sienta las bases para una relación novedosa, marcada por la complejización del vínculo, por el deseo de saber del otro aquello que siempre es inasible.
Eje central que marca el amor adulto: aceptación del otro como diferente del otro pensado, aceptación del otro como diferente del otro idealizado, aceptación del otro como diferente de sí, aceptación de la individualidad ineludible, aceptación de la realidad del otro en su dimensión de sujeto. Aceptación de la novedad que exige la tramitación de lo que es diferente, de lo no esperado, de lo no deseado. Aceptación también de las limitaciones de la relación de pareja. Aceptación del conflicto como inherente a las relaciones humanas, pero aceptación también de la mutua ingerencia en la génesis del mismo. Esto llevará en el mejor de los casos a la construcción del amor adulto, a la posibilidad de renovación en los intercambios vinculares, a la aceptación del otro como compañero de vida, con sus características y sus limitaciones. Este amor maduro llevará en el mejor de los casos a transitar la vida en compañía.

Parámetros definitorios de la pareja conyugal

Puget define un vínculo de pareja, como aquella que comparte situaciones básicas que denomina parámetros definitorios: cotidianeidad, relaciones sexuales, proyecto vital, y una relación de privilegio afectivo entre dos yoes. Estos parámetros conforman las áreas de intercambio en una relación matrimonial y pueden resultar simultánea o alternativamente amenazados en las situaciones de crisis poniendo a prueba el equilibrio del vínculo. Si bien conforman ciertos ejes que marcan la modalidad vincular que hoy denominamos pareja estable, tendrán ciertas especificidades en cada momento de la vida. Tienen que ver con el encuentro- desencuentro en la relación.

La cotidianeidad se refiere a la manera en la cual cada pareja tramita y da cuenta de la organización tiempo- espacio. Se relaciona con los intercambios estables del vínculo que construyen una intimidad. Cuando una pareja acuerda vivir juntos organiza un intercambio que no necesita ser tramitado cada vez, implica una rutina vincular y un espacio que alberga al vínculo, con las consecuentes dificultades inherentes a lo tuyo, lo mío y lo nuestro. La cotidianeidad va cambiando tácitamente a lo largo de la vida y en los diferentes momentos de la evolución del vínculo. En general, cuando la pareja se separa, la cotidianeidad es el último parámetro que se rompe, con las consecuentes ansiedades que remiten a la ruptura del cuerpo vincular.

La sexualidad como parámetro definitorio en las parejas supone un compartir de la vida sexual, que al mismo tiempo que es permitida es prescrita, es decir, desde los modelos socioculturales se espera que la pareja comparta de alguna manera su sexualidad. La sexualidad compartida implica una dependencia mutua en la satisfacción de las necesidades sexuales, y confronta a las parejas con lo ajeno e irreductible del deseo del otro, lo cual suele ser fuente de conflicto. Si bien la sexualidad es un campo privilegiado para la construcción de intimidad, también lo es para el despliegue o manifestación de los conflictos vinculares. En la sexualidad se entrecruzan aspectos biológicos, individuales y vinculares, y da cuenta de la estrecha dependencia de estos aspectos en la dinámica vincular.

El proyecto vital compartido según Puget (1988) da cuenta de representaciones de realizaciones o logros ubicadas en la dimensión de tiempo futuro. La ruptura de la fusión es dinamizante en cuanto que permite un anhelo de algo nuevo, la creación de un producto vincular, cuya realización se proyecta en un futuro anticipado como conjunto. En un primer tiempo vincular la pareja construye un lenguaje con significación compartido, más adelante anhela compartir un espacio- tiempo vincular que implica diferentes niveles de compromiso y de intimidad, y más adelante se proyectan hijos reales o simbólicos en forma de logros vinculares. Cuando el futuro no se proyecta como algún espacio de creación conjunta se presentan crisis vinculares, en forma de aburrimiento, deslibidinización vincular, o búsqueda de proyectos afectivos fuera del vínculo.

En la pareja estable el Otro tiene un lugar de privilegio afectivo. Desde lo transubjetivo se espera un ligamen afectivo y sexual con exclusividad de otros. Este parámetro suele ser fuente de dificultad cuando se rompe, como en el caso de infidelidad, lo cual conlleva una ofensa narcisística difícil de tramitar. Este privilegio afectivo es expresado en el deseo de ser reflejado en la mirada de Otro. Incluye también el anhelo de compartir lo que no se comparte con otros: en algunos casos conlleva la exigencia de compartirlo todo, y surge la frustración consecuente que significa la renuncia a lo incompartible del otro, referencia a la ajeneidad. Admitir el dolor de la diferencia, y la existencia en el otro de espacios, y afectos donde se tiene cabida, enriquece la relación y permite la complejización vincular.

Modalidades vinculares

Hemos hablado de los avatares del enamoramiento. Este enamoramiento inicial puede perdurar en algunos casos a través del tiempo dando lugar a algunas modalidades vinculares, tales como las parejas fusionadas, donde hay lugar para la tramitación de las diferencias, simplemente se pretende negar las diferencias. Se construye una relación basada en la fantasía de “los dos somos uno solo”. Son relaciones ahogantes, muchas veces sin el registro consciente del sufrimiento que conllevan. El acuerdo inconsciente implica anular las diferencias, anular el conflicto a cualquier precio y proponer como ideal la completud, la dependencia y la simbiosis extrema. Estas parejas pueden presentar una amplia gama de trastornos psicosomáticos, o trastornos en los hijos como síntomas del malestar negado. En algunas de estar parejas puede haber episodios aislados de violencia, que resultan tener la cualidad de “incomprensibles”, donde la violencia emerge como un intento fugaz de separarse de esta fusión enloquecedora.
Lo nuevo no parece tener cabida, se propone como ideal vincular un pasado de enamoramiento que se busca afanosamente. La vivencia del tiempo vincular está centrada en lo que fue, sin que se dé lugar a aquello por venir. Los intercambios vinculares trasuntan aburrimiento, como expresión de aquello que no puede renovarse.

En algunas parejas la fusión cobra la modalidad de un funcionamiento amparador-desamparado, o inhibidor- inhibido, relaciones asimétricas donde un polo del vínculo se transforma en aquel que provee cuidado, amparo, protección, conocimiento, al otro polo del vínculo que aparece como el enfermo, el necesitado, el débil, el que no puede. En estas parejas el objeto único circula en sus características de sostén y de asistencia. La imposibilidad del uno está directamente relacionada con la modalidad protectora del otro, donde el acuerdo inconsciente está precisamente centrado en perpetuar esta situación asimétrica, fuente frecuente de violencia o de inhibiciones severas en un polo del vínculo.

Otra modalidad de parejas duales es aquella que describimos más arriba, como las parejas donde prima el enamoramiento negativo, o de los reproches eternos. Se eterniza el reproche, la queja, pero en el fondo no pueden vivir el uno sin el otro. “Ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio”, dice la canción. Dependencia negativa, donde la pareja queda vinculada por el conflicto, y por la pretensión de transformar al otro en el objeto idealizado que se creyó poseer alguna vez. Acuerdo inconsciente que recubierto de profundo malestar encubre la imposibilidad de estar solos.
En algunas parejas, denominadas como enloquecedor- enloquecido, el funcionamiento vincular se caracteriza por uno que aparece como el que sabe, el racional , el cuerdo y el otro como el que pierde el control, “el que se vuelve loco”, aquel que no sabe lo que dice. En estas parejas circula una comunicación paradojal, donde se propone una escena de desmentida, o de situaciones sin salida. El acuerdo inconsciente recrea con frecuencia situaciones infantiles de profundo malestar donde circulaba la descalificación y la desmentida, y el no reconocimiento.

El funcionamiento dual vincular puede evolucionar hacia una modalidad denominada de terceridad limitada. Son aquellas parejas donde circula una cierta noción de la diferencia, pero la diferencia se torna persecutoria. Algunas de estas parejas son las parejas de funcionamiento celoso, donde el tercero está presente pero siempre en su cualidad conflictiva. El tercero, llámese familia, amigos, trabajo, lecturas, hobbies, o personajes del otro sexo, se transforman en potenciales enemigos de la relación puesto que requieren cierta atención. En estas parejas, el conflicto está centrado en el tema de la exclusión: se unen, para excluir a otros, situación normal en el enamoramiento. El acuerdo inconsciente será sentirse unidos a costa de tener a quien excluir.

Otro tipo de funcionamiento vincular de terceridad limitada es el funcionamiento maltratador-maltratado. Con este término, que es más un término descriptivo, se refiere a un tipo de relación en la cual el tercero queda limitado a lugar de espectador de un conflicto. Relación en la cual el conflicto escala niveles muy altos, a condición de tener un público, ( hijos, familia, amigos, terapeuta) frente al cual exhiben su maltrato, en forma de celos, de violencia, de descalificación, de denigración o situaciones en las cuales lo que debería ser privado se vuelve público. Acuerdo inconsciente en el cual uno de los dos, o los terceros sufren el maltrato de los otros dos que se unen para maltratar. En este tipo del vínculo el maltrato se ha erotizado, y resulta la manera de mantenerse unidos para luego perderse en momentos de idilio, incomprensibles para quienes lo presencian.

En las parejas hiperdiscriminadas prima la imposibilidad de logra compartir espacios comunes. Son parejas que viven para estar separadas: tienen distintos horarios, distintos gustos, dicen no tener nada en común: la dinámica que subyace es el temor a quedar sumidos en una fusión donde se pierdan como sujetos. La relación estará entonces marcada por la exacerbación de las diferencias , y el acuerdo inconsciente remitirá a una relación donde sea imposible un espacio de encuentro.

Las parejas maduras o de terceridad ampliada, son aquellas en las cuales acepta la diferencia, y se propone un reacomodamiento creativo a las diversas circunstancias que la vida va presentando. Habrá entre los sujetos un cierto nivel de dependencia que les permita afrontar la vida con solidaridad y compañía. Se caracterizan por el respeto del otro, de sus espacios, de sus limitaciones. Por el interés genuino por su pareja, por el trato afectuoso, por la disponibilidad mutua en momentos de dificultad. En estas parejas, el lenguaje tiene una función primordial en el manejo de los conflictos y de las diferencias. En los momentos de conflicto, perdura el sentimiento de permanencia del vínculo y cierta seguridad respecto la posición favorable de ambos respecto a la superación de los malos entendidos. El otro presenta interrogantes y suscita el deseo de ser conocido.

PAREJAS DE ADULTOS MAYORES

A manera de introducción: los adultos mayores

La población que está incluida dentro del rubro denominado adultos mayores es sumamente amplia, para algunos el límite inferior de edad está determinado en los cincuenta años, momento en el cual las capacidades físicas empiezan a decaer, pero casi todos marcan el límite alrededor de los cincuenta y cinco o sesenta años.

La vejez: señalada como etapa de pérdidas:

En la literatura aparece un consenso en hablar más de las pérdidas que de los logros. D. Singer propone el envejecimiento como “un proceso natural del devenir pero que implica una reestructuración del psiquismo, un trabajo interno de elaboración de los duelos por las pérdidas características de esta etapa y una modificación del posicionamiento familiar”. Los acontecimientos que marcan esta etapa de la vida, como la jubilación, la muerte de familiares significativos, o del cónyuge, la reducción del espacio físico, la limitación en la resistencia física, la mayor incidencia de problemas de salud, confrontan al adulto mayor con la necesidad de reacomodarse permanentemente a estas situaciones nuevas. (Berenstein, S.) Lo que ocurre no es muy distinto de la necesidad de adaptación y de acomodación que el sujeto ha debido enfrentar en cada uno de los momentos de cambio. Talvez lo que marca la diferencia es la masividad de las demandas propuestas por acontecimientos nuevos, la vivencia más intensa del paso de tiempo y la imagen negativa que el imaginario colectivo tiene del adulto mayor.

Con frecuencia la mirada hacia el adulto mayor trasunta un prejuicio de corte melancólico que desde lo transubjetivo marca el paso del tiempo. S. Berenstein (2000) observa que en la antigua Roma, el Senado, conformado por hombres mayores, era un espacio valorado socialmente. En las tribus indígenas, es el Consejo de Ancianos el encargado de tomar las decisiones más complejas. Los lamas en el Budismo son en general hombres mayores admirados por su sabiduría. En la cultura occidental existe hoy una sobrevaloración de la juventud, de la belleza, de tal manera que desde el imaginario colectivo emerge la necesidad de pertenecer desde estos parámetros: esto explica la necesidad compulsiva de cirugías estéticas, de tratamientos, de la esperanza de procreación más allá de los límites biológicos actuales de fertilidad, lo que lleva a la congelación de esperma o de embriones (G. Mendilaharzu, 2003), con la ilusión de lograr así una vida más perdurable, intento de conjurar la ansiedad surgida de la vivencia del paso del tiempo y de la certeza de la muerte. El tiempo es vivido en una cuenta regresiva que habría que contrarrestar a toda costa, por ejemplo mintiendo acerca de la edad, teniendo la ilusión de ser un viejo atrapado en un cuerpo joven, desmintiendo el registro interior de aquello que se empeña en negar, y la realidad que experimentamos cada día.
Poco o nada se considera el envejecer como una experiencia continuada de adquisiones de sabiduría, sensatez, criterio, juicio, capacidad de resonancia afectiva, de acumulación de una experiencia que permite la historización de una vida y de un entorno, el lugar del abuelo como referente para las generaciones jóvenes, como depositarios de una tradición y de una pertenencia que los jóvenes aún no tienen.

Es una etapa en la cual puede haber mayor reflexión y juicio crítico, algunos experimentan una mayor libertad interior, una mayor capacidad de discernir entre lo que es importante de lo que no lo es, una valoración de los vínculos profundos, una mayor capacidad de aceptar y enfrentar las propias contradicciones, lo cual conlleva posiblemente a un replanteo de las mismas. Los compromisos pueden ser asumidos de manera más crítica y libre. Puede haber también más confianza en los recursos que ha aportado la experiencia, y una satisfacción frente a los logros que se han obtenido a lo largo de la vida, lo cual permite anticipar la muerte con menos ansiedad.

Algunas de las características que observamos como propias de esta etapa provienen de funcionamientos anteriores que impiden una renovación frente a las nuevas exigencias que implican los cambios y otras son el resultado de las expectativas que la misma sociedad impone a la gente mayor.
Si bien es un observable común que en la vejez se reactivan las vivencias frente al sufrimiento pasado esta situación es acorde a la historia del sujeto y a su posicionamiento frente a la vida. Cuando al sujeto le es difícil producir experiencias nuevas, los rasgos melancólicos, ya presentes, se acentúan y la vejez se enfrenta como una etapa de pérdidas, de decadencia, de final. El curso de la vida parece detenerse y se espera la muerte. Otros sujetos son capaces de gozar cada etapa de la vida, y apreciar aquello que esta ofrece: conocimientos, experiencias, nuevas relaciones, nuevos afectos, aceptando por supuesto las circunstancias y las pérdidas inherentes a la misma. Es precisamente este punto lo que marca la diferencia entre vejez cronológica y vejez psicológica.

Aspectos transferenciales del trabajo con adultos mayores:

Algunos autores señalan la dificultad transferencial del trabajo con adultos mayores, por las ansiedades que se reactivan respecto al envejecimiento de los padres o al propio, y además porque se cree que los adultos mayores tienen muy poca capacidad de cambio y porque desde el contexto social se los ve como sin futuro. Estas dificultades transferenciales no son exclusivas del trabajo con adultos mayores: los terapeutas encontramos difícil trabajar con generaciones mayores a la nuestra y los terapeutas mayores podemos tener prejuicios acerca de las generaciones jóvenes. Nuestro trabajo no está exento de estar atravesado por los mismos prejuicios del medio en el cual nos movemos. Los terapeutas tenemos prejuicios acerca de “como ser mayor”: suponemos por ejemplo una sexualidad inexistente, suponemos un desinterés por los vínculos de amorosos, una incapacidad para el cambio o para enfrentar retos nuevos. Los modelos de cómo envejecieron las generaciones anteriores no parecen servirnos hoy. Muchos vimos envejecer a los mayores como personajes valorados y apreciados en el entorno familiar. Hoy tememos envejecer porque el entorno familiar y social ha variado. La función historizante y de transmisión de valores y conocimientos que el viejo tenía hacia mediados del siglo 20, ha dejado de tener tanta importancia. La vida se ha prolongado, en muchos casos sin que esto conlleve una buena calidad de la misma.

La identificación de estos prejuicios y de estas ansiedades puede permitir la generación de un espacio terapéutico donde surjan nuevas maneras de abordaje del trabajo terapéutico con adultos mayores.

Las parejas de adultos mayores

Algunas precisiones

Consideraremos aquí como parejas de adultos mayores, las parejas mayores de 55 años.
Algunas parejas vienen a consulta, como una última oportunidad para salvar el vínculo. En otras el terapeuta es testigo de una cadena de maltratos y desencuentros a lo largo de la vida de la pareja que han llenado el vínculo de odio y resentimiento.
Las parejas mayores de setenta años llegan a la consulta motivadas más bien por otras conflictivas: duelos, problemas con los hijos, enfermedades. Tal vez se han hecho más a la idea de vivir juntos, sea porque algunas de las conflictivas que enfrentaron cuando eran más jóvenes ya no están en discusión, sea por resignación o aceptación de su situación, o porque ya no sienten fuerzas para hacer cambios, o también, porque desde la perspectiva transubjetiva de la cual hablábamos, creen que no pueden cambiar, o que los cambios son para los que están más jóvenes. Otras parejas pueden encontrar en esa edad la satisfacción que en otras etapas no tenían.
En otros países donde el psicoanálisis vincular tiene una divulgación más amplia, la consulta puede tomar características distintas.

Es posible que no se haya abierto todavía un espacio terapéutico suficientemente amplio para estas parejas. Estas reflexiones y este simposium pueden ser un buen comienzo.

Los interrogantes

Si el vínculo no es la suma de uno más uno, sino una nueva entidad que para algunos autores ha adquirido un status específico, denominado Dos con Mayúscula, nos preguntamos cuales son las marcas que ese vínculo, construido a lo largo de muchos años, produce. Nos preguntamos cual es la producción de subjetividad en un vínculo de parejas mayores.
¿Cuales son entonces las cuestiones que pueden marcar de manera significativa este análisis? ¿Que es lo que permanece, que es lo que cambia? ¿Como se vivencia el paso del tiempo en el vínculo y cuales son sus efectos en los parámetros definitorios de la pareja? ¿Cuales son los efectos de los cambios corporales en el vínculo? ¿Que podemos decir de la vivencia de soledad en el vínculo? ¿Cuales serán nuestros aportes a nivel metapsicológico que puedan orientar nuestra clínica?

Algunos observables: Lo que permanece, lo que cambia

Muchas de las conflictivas observadas en esta etapa no son diferentes de las de otras parejas.
Tomaremos como eje de nuestro análisis los parámetros definitorios y los observables clínicos en las parejas de adultos mayores.

La cotidianeidad: en general la cotidianeidad es más estable. Algunas de las conflictivas en relación con los espacios, propias de parejas más jóvenes, ya no aparecen como conflictivas. Sin embargo, ciertos eventos significativos tales como la jubilación, el alejamiento de los hijos, los cambios económicos o de espacio físico, o ciertas limitaciones físicas, pueden marcar una alteración de la cotidianeidad y el equilibrio vincular. Estos cambios pueden hacer surgir el sentimiento de soledad. Me referiré a este punto más adelante.
En la medida en que la pareja tiene menos actividades, en términos laborales o de compromisos familiares y el tiempo compartido es mayor, se pueden poner en evidencia problemáticas acalladas que surgen cuando se levanta la represión debido precisamente a las tensiones surgidas de estas nuevas modalidades de interacción. Las limitaciones físicas y el desinterés por eventos fuera de la casa, el temor a salir o a enfermarse puede generar en la pareja una gran dependencia mutua. Las exigencias de atención y de cuidado se incrementan, lo cual es fuente de tensión, malestar y peleas frecuentes en forma de reclamos o malos tratos. También puede ser fuente de aburrimiento en la medida que la pareja experimenta poco deseo de buscar otros espacios de enriquecimiento personal.

El proyecto vital compartido: En los adultos mayores, muchos de los proyectos, propuestos como característicos de las primeras etapas de la vida, ya se han realizado. Me refiero por ejemplo a ciertos proyectos paradigmáticos de las relaciones de pareja tales como los hijos, o ciertos logros profesionales o económicos.
Cuando los hijos, el proyecto vincular de criar y educar hijos ha concluido. La configuración vincular por muchos años centrada en la familia, se centra en la pareja y esta ha de encontrar una nueva manera de estar juntos.

Todo vínculo, en cualquier edad, requiere una permanente actualización y complejización lo cual permite ir adecuando el ritmo vincular a cada momento de la vida. Cada pareja está atravesada por su historia personal, por su historia vincular, por aquello que han podido o no construir juntos, y además por la manera como puedan ir enfrentando los duelos que conlleva el envejecimiento. Así la pareja se encuentra con la necesidad de conformar e investir nuevos proyectos, nuevos sueños, de generar una nueva organización, situación no es muy distinta que la que ocurre en otros momentos de la vida cuando se alcanza o termina un proyecto altamente significativo.

La historia del vínculo y sus capacidades de renovación pueden permitir un encuentro, o puede ser el momento en que surgen de manera más descarnada los desencuentros del vínculo. A lo largo de la vida hay diferencias que se reprimen para que la pareja se mantenga unida y otras que se pueden tramitar. Si debido a diversos factores se levanta la represión, las diferencias se pueden tornar intolerables y la crisis puede llevar a la separación o a la emergencia de actuaciones que son una pseudo resolución de la crisis vincular.

Las parejas jóvenes y aquellas que no lo son tanto proponen como ideal “llegar juntos a viejos” Y tal vez como decía una caricatura que vi alguna vez: una pareja de viejitos, le dice uno al otro “Nosotros que éramos que no me acuerdo: hermanos, esposos, amigos o qué”. Caricatura que con agudeza señala algunas de las dinámicas que atraviesan las parejas con el paso del tiempo. La fusión, el borramiento de los lugares, la instauración de un sentimiento fraternal en las parejas que puede tornarse aburrimiento, cuando no aparece novedad en el vínculo. El aburrimiento no es característico de las parejas de adultos mayores. Muchos jóvenes también experimentan aburrimiento, la sensación de encierro y de no tener nada que decirse. Esto proviene de la creencia de que ya se sabe todo del otro, y esto lleva a un empobrecimiento vincular. En otras parejas este sentimiento puede remitir más bien a funcionamientos más adecuados, como el incremento del afecto, de la confianza, de la compañía, de la solidaridad.

La familia confronta una reorganización vincular:

Los hijos enfrentan el duelo por el envejecimiento de sus padres, fuente frecuente de malos entendidos y conflictos a nivel familiar. La reacomodación de los vínculos familiares puede tener como efecto que la función de sostén de los padres hacia los hijos decae y se transforma, de tal manera que los adultos mayores pasan a ser sostenidos por ellos -y no me refiero necesariamente al aspecto económico, sino a la función de sostén psicológico. Los padres pueden transformarse entonces en una carga para los hijos jóvenes. Algunos intentan suplir el desafecto en el vínculo de sus padres, y paliar la depresión que muchos manifiestan, con el agobio consecuente. Circula con frecuencia la culpa como motor para obtener afecto de los hijos que se experimentan lejanos.
Algunas parejas de adultos mayores pretenden hacer propios los proyectos de sus hijos y derivar así una satisfacción vicaria que al no ser propia los deja igualmente vacíos y los llena de frustración y rabia, expresada en forma de queja o de mecanismo culpabilizadores hacia los hijos que hacen su vida “sin ellos”.

Uno de los aspectos más significativos que marca esta etapa de la vida en algunas parejas es la abuelitud. En algunos casos puede ser la oportunidad para dar a los nietos el amor y la compañía que a veces no se pudo dar a los hijos, como también la oportunidad para encontrar algún sentido a una vida que empieza a sentirse vacía. Cuando la pareja de adultos mayores no logra generar proyectos propios, los abuelos tratan de apoderarse de los nietos, como si fueran sus hijos, en el intento de llenar sus vacíos afectivos y sus vacíos vínculares. Se refuerza así el vínculo de filiación en detrimento de los vínculos de alianza, tanto de la pareja de adultos mayores como de las parejas de sus hijos.

Tiempo, tiempo vincular y proyectos vinculares

Elliot Jacques en su libro La Forma del Tiempo distingue el tiempo psicológico del tiempo cronológico. El tiempo cronológico es el tiempo de los relojes, el tiempo calendario, el tiempo objetivo si se quiere. El tiempo psicológico se refiere al Kairós, a la vivencia particular que se tiene respecto de este tiempo cronológico. Este tiempo psicológico va variando a lo largo de la vida, de tal manera que con frecuencia oímos decir “Cómo se pasó este año de rápido, ya se va acabando”, “la vida se pasa en un minuto”, “cuando menos nos damos cuenta los hijos han crecido y ya se han ido”.

En algunas parejas el ritmo de envejecimiento no es el mismo, tanto a nivel físico como psicológico. Las diferencias de edad, de intereses, de salud, de motivación, de estilos de vida, pueden tornarse una mayor fuente de conflicto que en otras épocas de la vida cuando los cónyuges dependían menos uno del otro.

La vivencia de tiempo fugaz, de ese tiempo que se desliza entre los dedos, es el tiempo que empieza a pesar en las parejas de adultos mayores. Está íntimamente relacionado con la limitación en los proyectos de vida, individuales y conjuntos. En las parejas jóvenes el proyecto de vida está centrado tal vez en la ilusión de casarse, tal vez en tener hijos, labrar una estabilidad económica, construir un “para siempre” que se reviste con la ilusión de eternidad, de tiempo ilimitado. En las parejas mayores el tiempo empieza a ser vivenciado como escaso. Ya no parece haber tiempo para construir… Al mismo tiempo algunas parejas empiezan a disponer de más tiempo libre, porque los hijos ya se han ido, o por la jubilación, que deja un espacio para ser llenado. La vivencia de tiempo escaso puede vincularse con la dificultad para investir nuevos proyectos vinculares.
Esta vivencia de tiempo escaso en relación a lo que queda de vida contrasta a veces con la vivencia de un tiempo estancado, que no pasa, que no hay manera de llenar, vivencia cargada de aburrimiento, fruto de la sensación de soledad o de falta de sentido de la vida presente con frecuencia en esta etapa.

Para algunas parejas, las mas sanas, los proyectos se pueden centrar en disfrutar aquello que la vida les ofrece, en términos de compañía, afecto, de sus familias, de sus hijos, de sus nietos, de nuevas actividades que tal vez en la juventud no pudieron realizar por limitaciones económicas o de tiempo. Para otras, los vínculos se reducen, y quedan limitados a las relaciones con los hijos, de quienes empiezan a depender como si fueran hijos de estos. En otras, el encierro narcisista lleva a la pareja a esperar solamente la muerte.

La fragilidad inherente a cualquier vínculo aparece sintomática en distintos momentos de la vida. Esto puede llevar a un funcionamiento donde la pareja encuentre nuevos espacios para compartir, o a la instalación de funcionamientos melancólicos o a la separación, expresada por algunos como: “ya criamos a los hijos, que era lo que nos mantenía unidos, ahora no tenemos ninguna razón para estar juntos…”
El tiempo cobra así su peso más en términos de acontecimientos pasados que de futuro. La pareja no propone un futuro nuevo acorde con las nuevas exigencias vitales.
Por supuesto esta dinámica será diferente en las parejas de adultos mayores, estén estos en la década de los sesenta, los setenta, los ochenta. Cada uno propondrá espacios distintos y reflexiones diversas.

La vivencia de tiempo escaso puede acentuarse con la presencia de enfermedades graves o terminales. Esto puede ser el motivo desencadenante de crisis vinculares, porque uno de los dos siente que no tiene más tiempo y que el vínculo no le ofrece ahora, como no le ofreció antes, la satisfacción que espera. Esta frustración se acentúa frente a la vivencia de “no saber cuanto tiempo queda”. Algunas parejas pueden hablar de lo que ocurre, en otras estas ansiedades quedan silenciadas y actuadas en detrimento del vínculo. Se tratará entonces de enriquecer las posibilidades vinculares y de aceptar las limitaciones inherentes a cualquier vínculo.

El tiempo puede quedar congelado como un tiempo cargado de aburrimiento, y de vacío, o puede ser un tiempo de ocio creativo donde el placer de vivir y de estar juntos tenga cabida.

Tiempo, sexualidad, cuerpo.

Con el paso del tiempo las parejas de adultos mayores se enfrentan con la disminución de ciertas capacidades físicas. El cuerpo envejece y esto afecta las diferentes áreas de la vida de pareja. El deseo sexual disminuye, y los temores respecto a la disfunción eréctil pueden interferir la relación. También se marcan las ansiedades respecto al declinar de la belleza física y los consecuentes temores respecto a perder el amor y la estima de la pareja y de otras personas. El duelo por el cuerpo joven se encuentra inscrito en un espacio transubjetivo que propone como condición ideal de pertenencia la belleza, la juventud, el cuerpo atlético. Algunas parejas registran en el cuerpo del otro el paso del tiempo. En la película Confesiones de Schmidt, decía el protagonista: “Me extraña ver dormir al lado mío a una anciana”.
Las ansiedades respecto al cuerpo pueden ser en algunos casos fuente de conflicto y derivar en separaciones o en la búsqueda de aventuras con jóvenes que encarnan el ideal de belleza perdido y que parecen calmar la ansiedad ante el propio envejecimiento. En algunas parejas, la infidelidad, generalmente por parte del hombre, aunque no exclusivamente, aparece como un intento de recuperar la juventud y la potencia perdidas. Se buscan relaciones con parejas más jóvenes como una manera de contrarrestar el paso del tiempo, y de volver a darse “otra oportunidad”. Las mujeres pueden buscar cirugías estéticas en el intento de detener el tiempo y recuperar la juventud y el encanto de otros años. En otras parejas, es la mujer que liberada de sus obligaciones para con sus hijos, decide separarse porque siente que el amor se acabó y no quiere continuar en un vínculo de sometimiento y maltrato.

La convivencia y el paso del tiempo acentúan la vivencia de cuerpo vincular .El cuerpo del uno parece ser parte del cuerpo del otro. Las separaciones debidas a diversas causas, o las enfermedades pueden poner esto en evidencia. Las personas se quejan por ejemplo de no poder dormir cuando el otro está ausente, como si les faltara una parte del cuerpo. Cuando uno de los dos sufre enfermedades físicas, operaciones o modificaciones del cuerpo, el cónyuge se ve confrontado con la necesidad de hacer también el duelo por las pérdidas corporales del otro.

En la medida en que el cuerpo es vivido como mucho más lábil empiezan a acentuarse las preocupaciones respecto a la salud y a la enfermedad. Estas transformaciones hacen que el vínculo en las parejas mayores se centre más en la función de sostén, de asistencia y de amparo.

La necesidad de compañía puede tener varias modalidades. En algunas esta necesidad de compañía proviene de un interés genuino por el otro. La solidaridad y la amistad se tornan cada vez más importantes. De ahí que cuando las personas se quedan viudas expresan como su mayor dolor la soledad. En otras parejas, la exigencia de compañía no remite a estar con otro, sino más bien tener al lado a otro en la ilusión de llenar un vacío que así no puede ser llenado. Estas parejas pueden ser verdaderamente tiránicas en la exigencia de no ser dejados solos, tanto con el cónyuge como con sus familiares.

Lugar de privilegio afectivo: en las parejas de adultos mayores escuchamos con frecuencia una referencia a la soledad, atribuida al tiempo que están solos, a la casa grande y sentida como vacía, a los hijos que han hecho su vida. Las parejas pueden suponer que vivir juntos, y conocerse hace muchos años equivale a saber todo del otro. Se pierde el interés por conocer al otro y el vínculo se tiñe de aburrimiento o a la serie de sentimiento vinculados con la exclusión.
Contrario a lo que suponen los prejuicios, las parejas y los adultos mayores siguen teniendo el deseo de ser importantes el uno para el otro y hacen fantasías de tener algún grado de intimidad sexual y/o afectiva. Circula en ellos el deseo de sentirse deseados y todavía capaces de proveer placer, de dar y recibir. Lo que mantiene a la pareja viva es sentir que siguen siendo importantes el uno para el otro. “Saber que otro nos mira de manera privilegiada”.

La soledad, según Puget, J. (2002), remite a la incapacidad de poner en juego ciertos recursos internos, para que los vínculos tengan un efecto de conocimiento y creatividad.
La soledad es un concepto complejo. Dice Puget (2002): Esta soledad proviene más bien de “la imposibilidad de disponer recursos, para que el estar con otro, el hacer con otro y el ir siendo con otro, produzca efectos nuevos vitalizantes en el presente”.(Puget, J.,2002). El aburrimiento aparece cuando no surgen ideas ni sentimientos nuevos, que revitalicen el vínculo.

Un breve ejemplo clínico

Consulta una pareja, María de 58 y Juan de 63. Ambos son jubilados y viven de su pensión. Ella fue maestra, el empleado bancario. Dicen que tienen tres hijos todos profesionales, que con gran esfuerzo los han sacado adelante. Para sorpresa de la terapeuta, María (quien ha pedido la consulta) dice rápidamente que ella está aquí, únicamente por acompañar a Juan. “Yo me quiero separar y el no quiere dejarme ir. Aquí el amor se acabo, yo estoy enferma, me hacen diálisis renal, pero quiero tener calidad de vida, que para él significa calidad económica, para mi significa otra cosa. Yo quiero vivir. Es que hay muchas cosas, doctora, muchas maneras de maltratar, que no son con golpes, ni con groserías. Pero hay otros maltratos, y yo estoy cansada. Que se quede con la casa, los hijos ya no viven con nosotros. El dice que se muere si yo me voy, pero lo que sucede es que el amor se acabó.” El se queda mudo, mirándola, sin saber que hacer.

Esta corta viñeta ilustra con elocuencia algunos de los puntos que hemos descrito a lo largo del trabajo. Dice ella que el “amor se acabó”, y “que quiere vivir”. Imposibilidad de construir un proyecto vincular más allá de los hijos. El tiempo para ellos ya es escaso y cargado de hostilidad, aburrimiento y posiblemente de temor a la muerte. Sienten que no les queda tiempo para construir nada más. El desgaste de la relación, el resentimiento no dejan lugar para nada más que para la muerte del vínculo. La jubilación acentúa la vivencia de soledad: el se encierra en la casa, sin amigos, sin trabajo, sin intereses; ella quiere salir. La separación es significada como la búsqueda de “lo vital”. La enfermedad hace cobrar conciencia de lo no hecho, de lo no vivido, del tiempo escaso. No parecen estar dispuestos a asumir nuevos roles ni a intentar generar alguna intimidad. El pasado vincular cargado de resentimiento por los maltratos y el desencuentro cobra su precio. Las diferencias ya no pueden ser tramitadas, la separación parece ser la única salida: No aceptan una segunda entrevista. En menos de una semana ella está fuera de la casa.
Quedan algunos interrogantes. Para qué vinieron? Será la terapeuta un testigo necesario frente al cual ella da testimonio de sus razones para irse, y para él un último recurso para detenerla?
El tiempo marcado por jubilación, por la cercanía de la muerte, por el alejamiento natural de los hijos no puede ya ser investido como un tiempo vincular y se opta por la muerte del vínculo…

Del Uno al Dos: Construcción de la Intimidad

La tramitación de las diferencias habla de una historia vincular en la cual se habrá podido construir una dinámica que de lugar a lo nuevo, y donde las diferencias tengan cabida. Las diferencias cobran la dimensión de enriquecimiento y dejan de ser sentidas como amenazantes.

La construcción de la intimidad se refiere al intercambio vincular que conlleva sentimientos de afecto, de solidaridad, de compañía, de la seguridad de contar con el otro en momentos de dificultad. Implica también el interés por el otro, por sus inquietudes, sus ansiedades, por sus sueños. Implica apreciar la sabiduría que el otro tiene y que puede compartir. Implica saber que no se está solo, pero que se puede no estarlo. De ahí la gama, particularidades y novedad de cada vínculo. “… resultamos producidos por aquello que producimos o, si se quiere, devenimos hechos por aquello que hacemos”. (Berenstein, I.,2002).

Los proyectos vinculares permiten investir nuevos intereses, hacer de la cotidianeidad o de las actividades compartidas o personales espacios gratos, amables. Implican disfrutar la vida, amarla. Implica aceptar que el tiempo es escaso –siempre lo es-, y que la muerte está más cerca. Implica la vivencia de paz interior, como resultado de la aceptación de la vida que se ha llevado. Talvez se hace más conciente la realidad de la muerte que en otras épocas de la vida parecía mas lejana, menos cierta. Sin embargo, se podrá construir un presente y un futuro compartido pero también se podrá proyectar un futuro donde el otro no esté. Morir es menos difícil cuando se ha vivido más plenamente.

Quiero terminar con una frase de Fernando Pessoa, del libro del Desasosiego:
“¿Pensaste ya, mi tan Otra, cuán insensibles somos los unos con los otros? ¿Meditaste ya en lo mucho que nos desconocemos? Nos vemos y no nos vemos. Nos oímos y cada uno escucha apenas una voz que está dentro de sí”.

Bibliografía

Berenstein, I. Prólogo al libro de Julio Moreno, Ser Humano, Libros del Zorzal, 2002.
Berenstein, S. Envejecimiento. Enfermedad y Muerte de los Padres. Cursos de Extensión APDeBA, l997
Berenstein, S. Tercera Edad, Psiquis y Tiempo, VII Congreso Uruguayo de Psiquiatría, 2000.
Berenstein, I. El Sujeto y el Otro, Ediciones Paidos.
Jaques, E. La forma del Tiempo, Editorial Paidos, l984.
Leiblum, S. y Segraves, R.T. Sex Therapy with Aging Adults. Principles and Practice of Sex Therapy Leiblum, S y Rosen, R. (Ed.),2001.
Lifac, S. El paciente anciano y los fantasmas del terapeuta. Rev. AAPPG, XIX, I, l996.
Lifac, S. Del Narcisismo a la intersubjetividad: un criterio de cura en la tercera edad., l992.
Mantilla, E. La muerte en la pareja. Cuadernillos Fundación Omega, 2002.
Mendilaharzu, G. El tiempo y los duelos en la fertilización asistida, 2003.
Mendilaharzu, G., Bianchi, G., Cristóforis, O., Gómel,S., Pachuk, C., Rolfo, C., Spivakow,M., Sternbach, S. y Waisbrot, D. Vínculo de Pareja, entre la Novedad y la Historia, 2002.
Munguía, M. C. Psicoanálisis Grupal de Adultos Mayores. AAPPG.
Pessoa, F. Libro del Desasosiego. Emecé Editores, Buenos Aires, 2001
Puget, J. Soledad y Subjetividad, Jornadas Gauchescas Portoalegre, 2002
Puget, J. y Berenstein, I. Psicoanálisis de la Pareja Matrimonial, Ed. Paidos, B. Aires, 1988.
Roel, I. y Lombardo, E. Envejecimiento y familia, un acercamiento al impacto de los cambios familiares en la vejez. Jornadas AAPPG, 2002.
Zukerman, P. Asimetría y poder en los pactos y acuerdos familiares. Rev.AAPPG, 2002.

Leave a Comment

Translate »