REMEMORANDO LUZ DE GAS (GASLIGHTING)- VINCULOS ASIMETRICOS Y VIOLENCIA[1]
Myriam Alarcón de Soler[2]
Abstract
A partir de un caso clínico, indago el fenómeno llamado Gaslighting o Luz de Gas, que hace referencia al fenómeno de alienación que ocurre en la película de este nombre, entre el protagonista, un hombre ambicioso y narcisista y su esposa a quien intenta volver loca. En la actualidad algunos autores han profundizado el tema a partir de la psicopatología del perverso narcisista y el tipo de vínculos que construye. Incluyo algunas reflexiones acerca de la indicación terapéutica.
La clínica
Asiste a la consulta una mujer, Isabel, profesional de 38 años. Es ejecutiva de una empresa importante, y ha tenido múltiples logros académicos y profesionales. El motivo de consulta, como lo expresa, es que a raíz del rompimiento de una relación afectiva que duro 13 años, no ha podido hacer ninguna relación ni afectiva ni sexual. Se encuentra completamente desmotivarla para iniciar una relación, no tiene deseo sexual y como congelada en sus afectos. Dice que tiene muchos amigos hombres, pero que cuando uno de ellos se le acerca para conquistarla, ella inmediatamente lo rechaza, y que es ella la que quiere tener la iniciativa.
Ha tenido múltiples terapias, de diversos tipos, e incluso tuvo tratamientos psiquiátricos cuando acabó esta relación que fue tan importante y tan dolorosa, y que cuando terminó sintió “como si le arrancaran la piel”. Esta relación estuvo caracterizada por una atracción sexual muy fuerte, un sometimiento absoluto a los deseos de esta pareja, Iván, “ un hombre egocéntrico, atractivo y particularmente narcisista”. Para él lo único que interesaba era sus necesidades, hijo único de una madre condescendiente, que le llenaba todas sus necesidades económicas, y estaba dispuesta a cumplir todos sus caprichos.
Isabel relata que en esa relación fueron novios, pareja, amantes, incluso viajaron un año por el mundo. Durante todos estos años la relación transcurrió en un estado de alerta y de incertidumbre. Iván miraba otras mujeres, con quienes coquetea abiertamente, haciendo sentir a Isabel fea e inadecuada. Con frecuencia tenía relaciones sexuales con otras mujeres, la ignoraba cuando iban a reuniones, y cuando Isabel reclamaba, Iván le decía que finalmente estaban siempre juntos, que porque iba a estar con ella en las reuniones, que no sabía de qué estaba hablando, que para eso estaban juntos todo el día. El decidía cuándo y cómo se veían. Cuando estaban solos la relación era idílica. Si Iván se molestaba por algo que nunca era claro, podía desaparecer por días o semanas, durante las cuales Isabel siempre esperaba que apareciera, paralizada en esta espera, y llena de angustia esperando que el apareciera nuevamente, y preguntándose en que habría fallado. Ella no se atrevía a llamarlo porque él no le respondía. Al cabo de un tiempo, siempre incierto, Iván volvía como si no pasara nada, lleno de amor. En ciertos momentos Isabel era capaz de tener una mirada crítica acerca de su relación pero al mismo tiempo se sentía incapaz de romper. Finalmente, hace cuatro años, después de trece años, él le fue infiel nuevamente, y ella decidió romper definitivamente. Sintió que no podía aguantar más. Entró en una franca depresión.
Ahora, cuatro años después, tiene claro que no quiere nada con él pero el sufrimiento que le ocasionó esta relación sigue vivo como también sus consecuencias.
Ese caso, me trajo a la memoria la película clásica Luz de Gas, protagonizada por Charles Boyer e Ingrid Bergman (1944). La investigación me llevo a descubrir que actualmente en la literatura se conoce a este tipo de fenómeno como gas lighting, que hace referencia a la trama de la película. “El argumento trata de un hombre que intenta convencer a su mujer de que está loca, manipulando pequeños objetos de su entorno e insistiendo constantemente en que ella está equivocada o está padeciendo lagunas de memoria cada vez que ella menciona estos cambios. El término parte de las lámparas de gas (gas light) que el marido usa en el ático mientras busca el tesoro escondido. La mujer avista dichas luces, y el insiste en que no son más que delirios.” (Wikipedia)
Gaslighting o “hacer luz de gas” “es una forma de abuso psicológico que consiste en presentar falsa información para hacer dudar a la víctima de su memoria, percepción y/o cordura”. (Wikipedia). “La intención es desbalancear de manera sistemática el equilibrio mental de la víctima, minar su auto-confianza y autoestima de modo que ya no sea capaz de funcionar de manera independiente.” (Canonville (2014). El gaslighting se da entre un perverso narcisista[3] y una pareja que queda atrapada en un vínculo de alienación, maltrato y diversas situaciones paradojales[4].
A pesar del sufrimiento y de la insatisfacción y de la debilitación progresiva de uno de sus miembros, estos vínculos sorprenden por su permanencia y si finalmente se cortan, sus efectos dejan huellas devastadoras en la víctima.
Según Alberto Eiguer (2008), los perversos narcisistas, son aquellos que bajo la influencia de su yo grandioso intentan crear un vínculo con otro, haciéndole creer que el vínculo con él es irremplazable. “La originalidad y la desdicha del narcisismo patológico vienen de que este narcisismo exacerbado se construye sobre un vacío. El perverso va a odiar y a destruir lo que le gusta y busca intensamente… De ahí su amor y su odio hacia una personalidad maternal, la figura más explícita de la vida interna.” (Houdoy). Buscan en el otro aquello de lo cual carecen. La víctima, por lo general perfeccionista, trata de complacerlos y de cumplir sus expectativas sin darse cuenta que la trampa está en que se trata precisamente de que estas expectativas no se llenen jamás y de sostener el estado de incertidumbre y de culpa que la va minando sistemáticamente.
Hirigoyen (2000) ha denominado este tipo de fenómeno Acoso Moral. Según ella “la relación de acoso se desarrolla en dos fases: una de seducción perversa; otra, de violencia manifiesta.” (pag.79). Cita a Racamier, quien denomina a esta primera fase como “quitar el seso”. . En un principio el seductor, adula y hace sentir a la pareja como especial, única. Poco a poco se va conformando una relación a predominio de Objeto único ( Puget, (1988) La víctima va perdiendo la posibilidad de ver o pensar en aquello que le ocurre. “…aunque reconozca su sufrimiento, no se atreve realmente a imaginar que ha habido violencia y agresión.” (Hirigoyen, 2000, pag 16). Estas tres etapas son llamadas por Cannoville (2014) como “…las tres caras del mal: idealización, devaluación narcisística, y descarte”.
La víctima, alienada en el discurso de su pareja, no ve sino a través de los ojos del otro. Recordamos aquí la película Ojos Grandes (2014). [5]
El discurso paradójico es una de las armas mediante las cuales el perverso narcisista entrampa y enloquece a su víctima. Houdoy lo resume como “decirlo todo y lo contrario de todo.” Dice falsas verdades, produce una confusión entre lo que es verdad y lo que es mentira, emplea la paradoja generando situaciones sin salida, proyecta en el otro la culpa, y la víctima, perfeccionista, la asume.
Desde el punto de vista psicopatológico podríamos pensar estos casos dentro de lo que Piera Aulagnier (1980) ha descrito como las relaciones asimétricas en las cuales la posibilidad de dar placer no es equiparable con la posibilidad de generar sufrimiento, con el agravante de existir una condición implícita que es la prohibición de dejar al agresor, a riesgo de no poder vivir sin él.
Espacio terapéutico e indicación
Son muchas las cuestiones que estos vínculos plantean al terapeuta vincular. La escasa posibilidad de cambio en los perversos narcisistas torna infructuoso el trabajo vincular, y más bien, se corre el peligro de que el espacio terapéutico sea inundado por la misma violencia que caracteriza el vínculo, lo cual plantea dificultades transferenciales y técnicas. Por una parte, el terapeuta puede correr el peligro de “involucrarse” (Rojas y Matus), en el sentido de perder su capacidad de reflexión y por otra, los funcionamientos inherentes a la patología del gas-lighting dificultan la construcción de un espacio posible donde la victimización y maltrato de uno de los miembros de la pareja hacia el otro no se instale también en el consultorio.
Estos aspectos nos cuestionan acerca de la viabilidad o pertinencia de un trabajo vincular este tipo de vínculos. Propondría más bien considerar un trabajo individual con la víctima, que le permita ir construyendo un espacio de reflexión, de tal manera que pueda ir recuperando su capacidad de pensar, su autoestima, su narcisismo dañado y pueda irse desprendiendo de un vínculo violento, egosintónico, que se ha transformado en un vínculo de necesidad, no de deseo.
BIBLIOGRAFIA
Aulagnier, P. (1980) Los destinos del placer. Ed. Pretel.
Burton, T. (2014) Ojos Grandes. Film.
Canonville, Louise de C. (2014) The three faces of evil. Paper back, Filed under: Los efectos de la gaslighting en el Síndrome de Víctimas narcisista.
Cukor, G. (1944), La Luz que agoniza. Film.
Eiguer, A. (2008) La perversión en los vínculos de pareja y familia. Subjetividad y Procesos Cognitivos, Pag. 46-60.
Fernandez de Gamboa, C. Trastorno de personalidad narcisista ( Kemberg, O. 2010) aperturas, org revista O41.
Hirigoyen, M. F (2009) El acoso moral. El maltrato psicológico en la vida cotidiana, Paidos.
Kernberg, O. (1984) Trastornos Graves de la Personalidad. Ed. Manual Moderno.
Houbert, El perverso narcisista http://callways.com/pervers-narcissique.shtml
Puget, J. (1988) Psicoanálisis de la Pareja Matrimonial, Paidos.
Matus, S. y Rojas C. (2015) Transferencia e Implicación, Mesa Pensando lo vincular, AAPPG.
Zemon Gass, G. Nichols, W. (1988) Gaslighting: A marital syndrome. Contemporary Family Therapy, Spring 1988, Vol .10, Issue 1, pp.4-16.
[1] Trabajo presentado en las Jornadas Anuales de la AAPPG, 2015.
[2] Psicóloga, Miembro Titular de la AAPPG. Directora del Grupo de Estudios y Profundización en Terapias Vinculares. Agradezco a los miembros del grupo sus aportes y comentarios. Sylvia Afanador, Lina Bravo, Margarita Berdugo, Danilo Diazgranados, Ligia Gallego, Ma. Elvira Izquierdo, Ana Cristina Jiménez, Carolina Lozano, Elsa Mantilla, Evelyn Peckel, Marta Sarmiento, Maricel Sierra, Carmen Elisa Torres, Lucy Torres.
[3] “El perverso narcisista (término del psicoanalista Paul- Claude Racamier) es la personalidad que Otto Kernberg describe bajo el término de narcisismo patológico. Los perversos narcisistas se consideran como psicóticos sin síntomas, que encuentran su equilibrio descargando sobre otro el dolor que no experimentan y las contradicciones internas que se niegan a percibir. Para Hirigoyen ellos “no hacen mal adrede”, sino que hacen mal porque no saben hacer otra cosa para existir. Ellos mismos fueron heridos en su infancia e intentan mantenerse así en vida…La perversión narcisista consiste en la instauración sobre una personalidad narcisista de un funcionamiento perverso. (“el Acoso Moral”, página 126, 127).” (Houdoy)
[4] “Las características dominantes y recurrentes en el perverso narcisista son: un espíritu vengativo, una tendencia a la mitomanía, a la paranoia, un poder de convicción pudiendo implicar numerosos daños colaterales, entre las que cabe destacar a las personas que se comprometen para él, un encarnizamiento importante.” (O´Brien, M. citado por Houdoy)
[5] Ojos grandes, ojos ciegos Un ejemplo más actual del fenómeno de gaslighting en el cine es la película Big Eyes (Tim Burton, 2014). Se basa en la historia real de Margaret y Walter Keane, y de sus éxitos en los años 50 y 60 con las reproducciones de niños con ojos grandes, pintados por Margaret y cuyo crédito se atribuyó su marido, un tipo ambicioso y excelente comerciante. Walter seduce a Margaret, se casa con ella y poco a poco presenta los cuadros de Margaret como propios. Walter va anulando poco a poco a Margaret, la hace sentir inferior, la aísla y la convence de ser incapaz de enfrentar la vida sin él. De ahí que hagamos referencia a unos ojos ciegos. Cuando Margaret logra finalmente darse cuenta del peligro que corre su vida y la de su hija, logra escaparse, entabla una demanda y hace pública su situación.