Ligia Gallego de Posada
“La ternura es la pasión del reposo”…
Joseph Joubert
Una viñeta clínica
Consulta una pareja: Pedro de 63 años, Sofía de 60. Llama Sofía diciendo que quieren consultar, pero que cada uno quisiera tener una entrevista individual primero, antes de venir como pareja. El dice que viene porque Sofía le ha dicho que tal vez sea interesante prepararse para la jubilación. Ella viene porque se preocupa por su relación con la nuera, casada con su hijo de 30 años. Después de dos consultas individuales proponen venir como pareja.
En la primera entrevista vincular, Pedro, un ejecutivo importante, toma la palabra y hace un recuento de su relación con Sofía, y un resumen somero de su vida, y plantea que talvez le gustaría pensar en un “plan B”, para cuando se jubile o se retire de la empresa donde está trabajando. Cómo su vida se ha centrado en el trabajo nunca había pensado en esto seriamente. A estas alturas tienen que pensar en ellos como pareja porque sus hijos ya son independientes.
Sofía, una mujer amable, dice que le gustaría ver como podrían desarrollar intereses comunes para poder disfrutarse mejor como pareja. Sorpresivamente agrega: “ Y que ahora que viene a la consulta se le acaba de ocurrir que hay un tema que la angustia y con frecuencia la desvela, que es el tema de cómo sería su vida cuando Pedro se muera, y ya no esté con ella, o cómo sería la vida de Pedro sin ella”. Se conmueve mucho, y él también cuando la escucha….Agrega que quisiera prepararse para cuando estén viejitos, para saber que pueden estar juntos, y seguir compartiendo afectos e intereses…
Tiempo, tiempo vincular y proyectos vinculares
El tiempo, el gran escultor, lo ha denominado Marguerite Yourcenar. El tiempo hace marca en la vincularidad. Esa es nuestra propuesta. Esta pareja dramatiza en un corto espacio de tiempo sus preocupaciones donde convergen un pasado, un presente y un futuro. Aparentemente consultan por preocupaciones del orden individual, y sin embargo, el encuentro con el terapeuta abre puertas para indagar acerca de problemáticas latentes que atraviesan su vínculo en este momento de sus vidas. Se cuestionan entonces cómo vivir el ahora, cómo ir haciendo con otro, y al mismo tiempo imaginar un futuro donde la enfermedad y la ancianidad estén presentes y hacer un lugar a la muerte que implicará entonces un estar sin el otro.
Elliot Jacques en su libro La Forma del Tiempo distingue el tiempo psicológico del tiempo cronológico. El tiempo cronológico es el tiempo de los relojes, el tiempo calendario, el tiempo objetivo si se quiere. El tiempo psicológico se refiere al Kairós, a la vivencia particular que se tiene respecto de este tiempo cronológico. Este tiempo psicológico va variando a lo largo de la vida, de tal manera que con frecuencia oímos decir “Cómo se pasó este año de rápido”, “la vida se pasa en un minuto”, “cuando menos nos damos cuenta los hijos han crecido y ya se han ido”, y frente a la muerte de familiares o amigos, surge la pregunta: “¿Cuándo nos tocará a nosotros? ¿Quién morirá primero?”.
La vivencia del tiempo va siendo marcada con la experiencia de haber vivido mucho tiempo y la sensación de estar más cerca del final. Estas experiencias alteran profundamente el Kairós: se tiene la sensación que el tiempo es más lento y también que el tiempo pasa más rápidamente, que la vida se escapa entre los dedos.
Los interrogantes
¿Cuales son las marcas que produce el tiempo en la vincularidad?
¿Como se vivencia el paso del tiempo en el vínculo y cuales son sus efectos? ¿Cómo se juegan en el vínculo temáticas como la finitud de la vida, la anticipación de la pérdida del compañero de muchos años, las ansiedades que conlleva pensar en la jubilación, en la enfermedad, en la muerte, en la soledad, en la incertidumbre económica?
El tiempo y el vínculo
Todo vínculo, en cualquier edad, requiere una permanente actualización y complejización lo cual permite ir adecuando el ritmo vincular a cada momento de la vida. La pareja de adultos mayores está atravesada por su historia vincular y por la manera como ha ido enfrentando los duelos que conlleva el envejecimiento, y por la anticipación de nuevos duelos, renovados por la vivencia más actual de su posibilidad inmediata.
La vivencia de tiempo fugaz, de tiempo escaso, de ese tiempo que se desliza entre los dedos, empieza a pesar en los vínculos de los adultos mayores. Está íntimamente relacionado con la limitación en los proyectos de vida, individuales y conjuntos y al mismo tiempo con la ampliación de la consciencia respecto a logros alcanzados a lo largo de la vida. Para algunos perdura el deseo de construir, para otros ya no parece quedar tiempo… Esta vivencia de tiempo escaso en relación a lo que queda de vida contrasta con la vivencia de un tiempo estancado, que no pasa, que no hay manera de llenar, vivencia cargada de aburrimiento, fruto de la sensación de soledad o de falta de sentido de la vida.
La fragilidad inherente a los vínculos puede hacerse más evidente con la vivencia del paso del tiempo, y el reconocimiento del tiempo investido en este vínculo y no en otros. Esto puede llevar a la pareja a cuestionarse nuevamente, como en otras crisis, para que están juntos.
Así la pareja de adultos mayores se encuentra con la necesidad de conformar e investir nuevos proyectos, nuevos sueños, de generar una nueva organización, situación aparentemente no muy distinta que la que ocurre en otros momentos de la vida cuando se alcanza o termina un proyecto altamente significativo. Sin embargo, los proyectos se piensan a más corto plazo, y el temor de no poder concluirlos cobra mayor intensidad. ¿Cómo encontrar una manera de investir el presente, atravesado por la sensación de finitud?
Para algunas parejas los proyectos se pueden centrar en disfrutar aquello que la vida les ofrece, pueden apreciar lo que fueron construyendo juntos, los logros profesionales, económicos, personales, familiares. Sienten que su vida tiene sentido, que su experiencia vital los ha enriquecido, que esto puede ser importante para otros. La elaboración de estas ansiedades surgidas a partir de la vivencia diferente respecto al paso del tiempo puede llevar al incremento del afecto, de la confianza, de la compañía, de la solidaridad. El tiempo transitado en pareja puede permitir la construcción de una intimidad, fruto de la convivencia, del afecto y del mutuo conocimiento resultante de muchos años juntos.
En otras parejas el tiempo cobra su cuenta en la desvitalización del vínculo. La fusión, una de cuyas expresiones está en creer que se sabe todo del otro, empobrece los intercambios vinculares, de tal manera que la ajenidad del otro es desconocida. Cuando lo nuevo no tiene cabida el resultado en la clínica puede ser el borramiento de los lugares, la costumbre, el aburrimiento, la sensación de encierro, de familiaridad empobrecedora, y la vivencia de no tener nada que decirse. Una caricatura, tal vez de Quino, que circuló hace un tiempo, muestra una pareja de viejitos que le dice uno al otro “Nosotros que éramos que no me acuerdo: hermanos, esposos, amigos o qué”. Caricatura que con agudeza señala algunos de los aspectos arriba mencionados.
La parálisis como resultante de las ansiedades inherentes al temor envejecimiento, la enfermedad y la muerte puede dar lugar a lo inerte. (Mendilaharzu, G., 2009), a la deslibidinización vincular. La necesidad cobra importancia sobre el deseo. La vivencia de encierro se incrementa con la sensación de no poder estar sin el otro, puesto que han transcurrido tantos años juntos y la fuerza de la costumbre prima. El tiempo transcurrido impone sus marcas en el vínculo y cobra peso más en términos de acontecimientos pasados que de futuro.
Así el tiempo puede quedar congelado como un tiempo cargado de aburrimiento, y de vacío, o puede ser un tiempo de ocio creativo donde el placer de vivir y de estar juntos tenga cabida. Se tratará entonces de enriquecer las posibilidades vinculares y de aceptar las limitaciones inherentes a este momento de la vida.
Tiempo y cuerpo.
Con el paso del tiempo las parejas de adultos mayores se enfrentan con la disminución de ciertas capacidades físicas. El cuerpo envejece y esto afecta las diferentes áreas de la vida de pareja. Se intensifican las ansiedades respecto al declinar de la belleza física y los consecuentes temores respecto a perder el amor y la estima de la pareja y de otras personas.
Las ansiedades respecto al cuerpo pueden ser en algunos casos fuente de conflicto y derivar en separaciones o en la búsqueda de aventuras con jóvenes que encarnan el ideal de belleza perdido y que parecen calmar la ansiedad ante el propio envejecimiento.
Algunas parejas registran en el cuerpo del otro el paso del tiempo. En la película Confesiones del Sr. Schmidt, decía el protagonista: “Me extraña ver dormir al lado mío a una anciana”. El cuerpo de los amigos o contemporáneos evidencia aquello que es negado en el propio cuerpo.
La vivencia de tiempo escaso puede acentuarse con la presencia de enfermedades graves o terminales. Esto puede ser el motivo desencadenante de crisis vinculares, porque uno de los dos siente que no tiene más tiempo y que el vínculo no le ofrece ahora la satisfacción que espera y que ahora no tiene tiempo para esperar. Esta frustración se acentúa frente a la vivencia de “no saber cuanto tiempo queda”.
La convivencia y el paso del tiempo acentúan la vivencia de cuerpo vincular. El cuerpo del uno parece ser parte del cuerpo del otro. En la medida en que el cuerpo es vivido como mucho más lábil empiezan a acentuarse las preocupaciones respecto a la salud y a la enfermedad. Estas transformaciones hacen que el vínculo en las parejas mayores se centre más en la función de sostén, de asistencia y de amparo.
El paso del tiempo y la familia: cambios en la vincularidad
Con frecuencia los vínculos sociales y familiares en las parejas mayores se reducen y pueden limitarse a las relaciones con los hijos, de quienes empiezan a depender como si fueran hijos de estos.
La función de sostén de los padres hacia los hijos decae y se transforma, lo cual implica cambios en la vincularidad en términos de una reacomodación de los vínculos familiares. Los hijos pueden sentir la necesidad de proveer esta función de sostén a los padres, suplir el desafecto en el vínculo de estos, o paliar la depresión que muchos manifiestan, con el agobio consecuente. Los hijos enfrentan el duelo por el envejecimiento de sus padres. Duelo complejo que conlleva diferentes aspectos: el deterioro físico, la disminución de sus capacidades y la necesidad de ser cuidados en vez de cuidar.
Los hijos se pueden transformar en el proyecto casi único de los padres, lo cual conlleva diferentes conflictos y demandas diversas que pueden generar presiones en la relación de padres e hijos
La abuelitud, como acontecimiento, constituye uno de los aspectos más significativos que marca esta etapa de la vida .Los nietos constituyen un fuerte apuntalamiento libidinal. Puede ser esta la oportunidad para dar a los nietos el amor y la compañía que no se pudo dar a los hijos, como también la oportunidad para encontrar algún sentido a una vida que empieza a sentirse vacía. Al mismo tiempo la complejización de los lugares de la familia representa un reto en la construcción de nuevas modalidades vinculares.
Soledad y vínculo
En las parejas de adultos mayores escuchamos con frecuencia una referencia a la soledad, atribuida al tiempo que están solos, a la casa grande y sentida como vacía, a los hijos que han hecho su vida. Las parejas pueden suponer que vivir juntos, y conocerse hace muchos años equivale a saber todo del otro. Se pierde el interés por conocer al otro y el vínculo se tiñe de aburrimiento o a la serie de sentimiento vinculados con la exclusión.
Contrario a lo que suponen los prejuicios, las parejas y los adultos mayores siguen teniendo el deseo de ser importantes el uno para el otro y hacen fantasías de tener algún grado de intimidad sexual y/o afectiva. Circula en ellos el deseo de sentirse deseados, de proveer placer, de dar y recibir. Bien nos dice Sandor Marai en su maravillosa novela “El Ultimo Encuentro” que lo último que envejece es el alma y que ésta continúa deseando el placer.
Con el paso del tiempo, la solidaridad y la amistad se tornan cada vez más importantes en el vínculo. Esto explica que cuando las personas se quedan viudas expresan como su mayor dolor la soledad.
La necesidad de compañía puede tener varias modalidades. En algunas esta necesidad proviene de un interés genuino por el otro. En otras, la exigencia de compañía no remite a estar con otro, sino más bien tener al lado a otro en la ilusión de llenar un vacío imposible de ser llenado. Estas parejas pueden ser verdaderamente tiránicas en la exigencia de no ser dejados solos, tanto con el cónyuge como con sus familiares.
La soledad, según Puget, J. (2002), remite a la incapacidad de poner en juego ciertos recursos internos, para que los vínculos tengan un efecto de conocimiento y creatividad. Esta soledad proviene más bien de “la imposibilidad de disponer recursos, para que el estar con otro, el hacer con otro y el ir siendo con otro, produzca efectos nuevos vitalizantes en el presente”.(Puget, J.,2002). El aburrimiento, continúa Puget, aparece cuando no surgen ideas ni sentimientos nuevos, que revitalicen el vínculo.
Construcción de la Intimidad
La tramitación de las diferencias habla de una historia vincular en la cual se habrá podido o no construir una dinámica que de lugar a lo nuevo, y donde las diferencias tengan cabida. Las diferencias cobran la dimensión de enriquecimiento y dejan de ser sentidas como amenazantes.
La construcción de la intimidad se refiere al intercambio vincular que conlleva sentimientos de afecto, de solidaridad, de compañía, de la seguridad de contar con el otro en momentos de dificultad. Implica también el interés por el otro, por sus inquietudes, ansiedades, por sus sueños. Implica apreciar la sabiduría que el otro tiene y que puede compartir. Implica saber que no se está solo, pero que se puede estarlo. La aceptación del paso del tiempo, y sus huellas sobre el cuerpo y sobre el cuerpo vincular abren la posibilidad de la construcción de espacios de intimidad física y afectiva, donde la ternura y la sexualidad tengan cabida. Nos dice Berenstein (2002): “Resultamos producidos por aquello que producimos, o si se quiere, devenimos hechos por aquello que hacemos.”
Los proyectos vinculares permiten investir nuevos intereses, hacer de la cotidianeidad o de las actividades compartidas o personales espacios gratos, amables. Implican disfrutar la vida, amarla. Implica aceptar que el tiempo es escaso y que la muerte está más cerca. Implica la vivencia de paz interior, como resultado de la aceptación de la vida que se ha llevado. Talvez se hace más conciente la realidad de la muerte que en otras épocas de la vida parecía mas lejana, menos cierta. Sin embargo, se podrá construir un presente y un futuro compartido pero también se podrá proyectar un futuro donde el otro no esté. Morir es menos difícil cuando se ha vivido más plenamente.
Cuando el tiempo hace marca en la dinámica vincular y la pareja ha librado verdaderas batallas en su cotidianeidad con relativo éxito pueden apostar más claramente a la combinatoria compleja entre el deseo y la realidad que fundamenta la aceptación de la diferencia: el otro es distinto de mí, distinto del que imaginé o imagino, distinto del que necesito y reclamo, distinto del que creo que debe ser, lo que implica una combinatoria entre dos polos, aceptación y cambio. Aceptación de lo que no puede cambiar ni en mí ni en el otro, y cambio de aquello que determina sufrimiento en el vínculo, lo que conduce a lo que hemos denominado amor maduro, aquel que oscila entre la necesidad de soledad y la necesidad de compañía, la búsqueda incansable de un equilibrio entre los espacios de intimidad personal y los espacios de pareja, renuncia a conocer y poseer totalmente al otro. Equilibrio inestable y siempre renovado entre el abandono y el ahogo, -en su versión negativa-, entre la soledad y la compañía -en su versión más compleja- que será, en síntesis, el placer de estar juntos pero también la posibilidad de no estarlo, con la capacidad de reconocer a otro y de sostenerlo con una mirada admirativa, y al mismo tiempo abrirse a la posibilidad de ser mirado y reconocido por ese otro que tiene para nosotros el lugar de reconocedor privilegiado, al decir de J. Puget.
Esta aceptación implica también poder mirar el pasado sin nostalgia, y al mismo tiempo vivir un presente con la intensidad que implica saber que lo que importa es la alegría que conlleva recorrer un camino y no alcanzar la “meta”.
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EL TIEMPO Y EL VÍNCULO: Perspectivas en la vincularidad de adultos mayores
RESUMEN
Objetivo: Analizar la forma como el tiempo atraviesa y marca el vínculo en los adultos mayores.
Desarrollo: A partir de una viñeta clínica las autoras profundizan en el sentido del tiempo que va haciendo marca en los distintos momentos de la vida, especialmente en lo referente al vínculo de los adultos mayores. Para ello analizan el tiempo en relación al vínculo, al cuerpo, a la familia y a la intimidad.
Resultados y Conclusiones: La vincularidad de los adultos mayores es atravesada por el paso del tiempo de tal manera que los proyectos vinculares se plantean a más corto plazo, los vínculos familiares y sociales se reducen, y la fragilidad inherente a la vida y la vivencia de tiempo fugaz cobran mayor intensidad. Esta vivencia de tiempo escaso en relación a lo que queda de vida contrasta con la vivencia de un tiempo estancado. En estas parejas la relación puede estar atravesada por un tiempo cargado de aburrimiento, y de vacío, o puede ser un tiempo de ocio creativo donde el placer de vivir y de estar juntos tenga cabida. Dar lugar a lo nuevo podría constituir el eje que permita un saber hacer con otro en momentos en que la vincularidad se confronta con las ansiedades propias del paso del tiempo.
Palabras Claves. Adultos Mayores, Vínculo, Tiempo, Construcción de Intimidad
SUMMARY
Objective: The purpose of this article is to analyze how the couple relationship in the elderly population is affected by the conception and experience of time.
Development: Beginning from a clinical vignette, the authors deepen the notion of time in different life stages to focus on the couple relationship, the body, family and intimacy.
Results and Conclusions: The couple relationship in the elderly population is affected by the conception and experience of time. The anxieties provoked by feeling the fragility of time and life may imply that the couple’s projects have an attenuated planning horizon. Family and social links are reduced. Experiencing time as fleeting and the days as short contrasts with the feeling of time as frozen. Older couples may experience their relationship as a burden, feeling boredom and emptiness, or it may be a time filled with the pleasure of being alive and gratitude at being together. Being open to new experience may be the clue to a positive engagement with the challenges inherent in this stage of life.
Key Words: Elderly Population, Link, Time, Building up Intimacy