Del Deseo Sexual Inhibido a la Sexualidad Vincularmente Inhibida – Resumen
Myriam Alarcón de Soler (Coordinadora) Ricardo Aponte, Ligia Gallego, Maggui Gutiérrez, Carolina Lozano, Elsa Mantilla.
Nuestras reflexiones se refieren a la problemática de aquellas parejas que no pueden tener relaciones sexuales a pesar del deseo consciente y manifiesto de tenerlas. Hablaremos así de sexualidad vincularmente inhibida (SVI) y no de deseo sexual inhibido (DSI). Si consideramos la sexualidad como uno de los escenarios de la vincularidad atravesada por una trama interfantasmática, producto de la construcción de un Dos, la SVI habla de la dificultad de la pareja de armar conjuntamente un escenario donde la sexualidad tenga cabida. Remite a la ausencia de una propuesta de construir juntos un deseo. Desde el deseo del uno del vínculo, el otro queda desconocido en su lugar de sujeto. Pensamos que la inhibición del deseo en el vínculo podría ser rastreada a diversas modalidades de la imposición del Uno.
La sexualidad es un campo privilegiado donde converge presencia y representación. La constitución de la pareja conyugal conlleva una paradoja: la individuación se construye únicamente en la implicación mutua con el otro, y sólo la interiorización de la diferencia así constituida permitirá reconocer la ajenidad del deseo del otro. La diferencia que emerge desde el Dos se constituye en motor de deseo.
La SVI podría pensarse como una modalidad defensiva ante diversas ansiedades suscitadas por esta paradoja. La imposibilidad de aceptarla lleva a la pareja a construir un cuerpo vincular interfantasmático cuya organización anula el deseo conjunto.
La construcción de la sexualidad conlleva un riesgo de intimidad que si bien se desea, también se teme. Algunas veces se propone una sexualidad sin el compromiso de la vincularidad y los riesgos de la intimidad. Desde lo vincular, confrontar deseo, fantasía y la irremediable ajenidad del Otro, conlleva inevitablemente a cierto grado de sufrimiento. Con la aniquilación del deseo el escenario de la sexualidad queda también excluido del discurso, evitando así la enunciación de la fisura vincular. Cuando las parejas buscan la fusión, ilusionan con el encuentro del otro pensado. La sexualidad, confrontación irremediable con la ajenidad, pondría en evidencia vacíos en la vincularidad. La SVI puede constituir una defensa para preservar otras áreas de la relación y evitar asi la posibilidad de una ruptura vincular.
El cuerpo: En el coito se da la presencia máxima que moviliza tanto el placer como las ansiedades más profundas en relación a la fusión y a la individuación. Se configura una estética corporal, presencia de la diferencia del cuerpo del enamoramiento y presencia de un cuerpo que envejece, presencia de la diferencia en la intensidad del deseo en distintos momentos de vida y del devenir de la relación.
El poder: Anular al otro como sujeto del vínculo puede ser una temática subyacente a la inhibición de la sexualidad. Fantasías de controlar y poseer al otro que hacen un tope en el deseo: no es posible obligar a otro a desear. Tope que la alteridad impone a la fantasía omnipotente de posesión e imposición. Es en el encuentro sexual donde se conjugan fantasía, cuerpo, deseo y amor; lugar de mediación en donde por momentos confluyen el Uno y el Dos dando lugar a la SVI o a un espacio de creación conjunta.
Construcción conjunta: La relación sexual podría pensarse como un espacio de fusión temporal que permite la construcción de una “ilusión” de comunión en donde la realidad tiene cabida pero no abruma ni interfiere, permitiendo la permanencia y complejización vincular a la vez que la individuación.
Por último, la SVI es también un síntoma que refleja una problemática de época. La nueva forma de vida de las parejas, las dificultades de la vida cotidiana, la importancia del éxito laboral son elementos que desde lo transubjetivo inciden en su constitución. Estos aspectos ameritarían otras reflexiones.