LOS SECRETOS FAMILIARES: DESAFIO CLINICO[1]
Myriam Alarcón de Soler*
Ligia Gallego de Posada**
Maggie Gutierrez de Salamanca***
Carolina Tejada****
“Hay tantos secretos en mi familia, que tal vez no me alcance el tiempo para despejarlos todos: la verdad es fugaz, lavada por torrentes de lluvia.” Retrato en Sepia- Isabel Allende
Viene una familia compuesta por 5 miembros: la madre, Catalina, de 40 años, el padre, Alvaro de 41, dos hijos de Catalina (viuda de un primer matrimonio con Enrique), Magdalena de 15 y Enrique de 14 (Quique) y un hijo de la pareja, Alvarito, de 6. Al terminar la entrevista, que parecía haber transcurrido normalmente, la terapeuta los acompaña hasta la puerta, y Catalina se queda y le dice muy angustiada: ”Mire, doctora, todo lo que le dije es mentira. Yo no puedo hablar de Enrique delante de los niños, el se accidentó cuando iba con la amante, y este secreto jamás se lo podré decir a mis hijos”.
Consulta una mujer, ejecutiva, Adela, de 35 años. Se identifica en los primeros momentos “como madre soltera” con una actitud que se podría describir como desafiante. Tiene un niño de 5 años, Luis Arturo, ”quien no sabe quien es su papá”. Ella le ha dicho que su papá vive en otro país. Hace un año, Luis Arturo comenzó a presentar problemas de aprendizaje, y la profesora observaba que no sonreía. El servicio de psicología del colegio la envía “para que ella le cuente al niño quien es el papá”. Ella siente que es un secreto que no sabe como manejar, y espera que la terapeuta le indique “cómo decirle” al niño, o que le ayude a decirle.
Consulta una pareja, remitida por el colegio del hijo menor, porque al “niño le falta expresividad”. Juan tiene 38 años, María 35, Pablo 8 y Tomás 5. María relata con un cierto desapego emocional algunos datos de su historia: se enteró que era adoptada a los 18 años cuando una amiga se lo contó. Tiene una hermana que también es adoptada. Por esta misma época se enteró que su padre tenía un hogar paralelo, del cual hay dos hijos más: a estos hermanos los ha visto solo dos veces. Hace dos años, un año después de la muerte de la madre, busca y encuentra a su madre biológica, quien a su vez tiene una hija.
Los hijos no conocen nada de esta historia y no sabe como contársela.
Consulta una pareja de mediana edad. Ella dice que quiere separarse porque “lo quiere pero ya no lo ama”. El cuenta que está atravesando una situación muy penosa porque un hijo suyo, de un anterior unión, está secuestrado hace varios meses. Para la terapeuta resulta claro que la esposa está enamorada de otra persona. El marido no puede reconocer lo que inconscientemente percibe. La terapeuta se pregunta como “destapar” un material tan penoso desde lo intersubjetivo, cuando pesa sobre él una situación tan dramática desde lo transubjetivo, que encubre de alguna manera la situación vincular.
EL TERAPEUTA Y LOS SECRETOS
El terapeuta se encuentra en la clínica con la temática del secreto, confrontándolo con dificultades teóricas, clínicas, éticas y contratransferenciales. En este trabajo abordaremos sobre todo este último aspecto; aunque en trabajos anteriores hemos abordado otros cuestiones relativas al tema[2].
Nos proponemos aquí profundizar algunos puntos que permitan al terapeuta ampliar su espectro de análisis, de tal manera que pueda ser facilitador de la complejización vincular, lejos de respuestas o fórmulas simplistas. La curiosidad inherente a la dinámica del secreto ha de dar paso a un análisis profundo acerca de la dinámica inconsciente vincular con la cual se relacionan los secretos, de la pertinencia o no de develar un secreto en cada espacio vincular, de la diferencia, no siempre sencilla, entre intimidad y secreto y el acompañamiento de la familia en un proceso de conocimiento y de encuentro.
La clínica
La temática es planteada como: “un secreto revelado al analista, que debe saber pero no reconocer”, “un no poder hablar de eso o aquello con otros miembros de la familia”, “cómo abordar el tema”, “si es conveniente revelar o no revelar el secreto”, “se oculta esto para no hacer daño” o “tenemos un secreto pero no podemos hablar de él”.
A veces aparecen indicios, medias palabras o un clima vincular que llevan al terapeuta a intuir un secreto y al mismo tiempo quedar atrapado en el silenciamiento propuesto por la familia. La familia se debate en una aparente sin salida, entre la necesidad de ocultar y al mismo tiempo develar el contenido del secreto, situación reflejada en la clínica entre los que saben y los que no saben, con el consecuente sistema de excluidos.
¿Cuidarse de los secretos?
Frente a estas situaciones se podría plantear la necesidad “de cuidarse”, de no involucrarse en los secretos. ¿Puede el analista cuidarse de los secretos? Esta pregunta plantea un equívoco. ¿Qué se quiere decir con cuidar ?.
Cuidar no es lo mismo que desconocer. El analista no puede cuidarse de tomar contacto, junto con el paciente, de material conflictivo o doloroso. Cuidarse tampoco quiere decir que en la clínica pueda evitar intervenciones o interpretaciones que puedan desencadenar reacciones por parte de los pacientes.
Algunos terapeutas pueden pensar que al no hacer sesiones individuales se evita la emergencia de secretos; sin embargo, la clínica muestra que en todas las terapias hay secretos.
La contratransferencia
La temática del secreto puede generar en el analista diversas reacciones contratransferenciales que van desde la sensación de entrampamiento entre “denunciar” o “callar” el secreto, al quedar incluido en el polo de la organización dualista de los que saben, hasta la curiosidad exacerbada y voyeurista de los que no saben. Desde la transferencia el terapeuta puede aparecer como el que abre la caja de Pandora cuyos males quedarán esparcidos por toda la tierra o como el Cancerbero que ha de cuidar el acceso al secreto. Transferencia paradojal[3] que propone una sin salida, un verdadero desafío clínico para el analista.
Es el secretear[4] lo que lleva al terapeuta a quedar incluido o atrapado en esta dinámica vincular. La sin salida queda planteada desde un falso supuesto: hay verdades que dañan, que es necesario ocultar a cualquier precio. Lo que daña es la censura, el supuesto de unos de tener que cuidar a otros de aquello considerado vedado. La censura intenta evitar a la familia la herida narcisista que conllevaría el develar aquella “la verdad”. Esta censura conlleva diversas consecuencias clínicas, tales como temas vedados, medias palabras, sensación de ocultamiento, actuaciones, inhibiciones, etc.
Función del Analista
La esencia del secretear no es descubrir lo que se calla; conocer el contenido del secreto no rompe la estructura del secretear, aquello de lo cual el analista ha de ocuparse.
Con frecuencia la develación confronta al analista con lo que describe Janine Puget como “una nuez vacía”. El entrampamiento para el terapeuta es creer que puede o debe develar los secretos como contenidos, es decir descubrir lo anecdótico, al quedar inmerso en la curiosidad inherente al polo excluido del vínculo. La función del analista será facilitar un escenario donde se analicen las motivaciones inconscientes[5] que llevaron a estructurar el secreto y a sostenerlo, la función defensiva que ha tenido y sus manifestaciones en el vínculo, el juego de poder implícito en el secreto que genera y sostiene relaciones asimétricas, las ansiedades que suscita develarlo o mantenerlo y las consecuencias de su develación[6], la cual debe obedecer, en el mejor de los casos, a un tiempo psicológico y a un contexto apropiado.
El secreto se devela cuando las ansiedades que lo llevan a constituirse pueden ser elaboradas e implica la renuncia al poder que supuestamente otorga este conocimiento. Se observa que una vez que el secreto se ha hecho explícito, la fuerza que se adscribía al contenido se desvanece: “lo secreto” deja de serlo y simplemente “cae” de tal manera que un secreto puede ser válido en un tiempo preciso, y con el paso del tiempo pierde vigencia. Indagar acerca de la herida narcisista que supondría la develación del secreto, permite a los pacientes pensar no acerca de: “cómo decirlo”, “qué decir” o “cuando decir”, sino que es lo que se ha constituido en no decible, no contable, no pensable. Este análisis permitirá en el mejor de los casos encontrar una salida más constructiva: explicitar lo secreto o guardarlo no como un saber oculto, sino como espacios de intimidad de los vínculos que han de ser preservados.
INFIDELIDAD, SECRETO Y CONTRATRANSFERENCIA
La fidelidad confronta a la pareja con la paradoja entre el deseo siempre insaciable, y la necesidad de pertenecer y ser únicos. Cómo plantea Freud en el artículo sobre el enamoramiento y el amor, en la metáfora de los puercos espines: si se acercan se hieren con las púas, si le alejan sienten frío. Situación imposible de resolver entre la seguridad que genera ahogo, y la libertad que genera abandono. Un intento de resolver esta paradoja aparece en la infidelidad conyugal. La infidelidad conyugal es paradigmática del secreto. El intento de evitar el dolor psíquico que supondría su reconocimiento puede generar múltiples mecanismos, desde la mentira hasta la franca desmentida.
Desde la transferencia el analista percibe con frecuencia lo que el otro de la pareja “sabe” pero no puede reconocer que “sabe”, un malestar sin nombre que la pareja calla. Convocado como juez, o como develador de un secreto que la pareja prefiere ignorar, el destino del analista puede tornarse en el de los mensajeros de la antigüedad: inmolado, por lo menos en su función analítica, por develar lo que está propuesto para ser callado. Así es incluido en ese triángulo imposible del que mira sin poder hablar; si calla parecería cómplice, si habla denuncia, escenificación de la trama inconsciente de este vínculo.
Aunque también puede ocupar el lugar de tercero en la trama inconsciente propia de la infidelidad. Por ejemplo, en una ocasión una paciente, quien había estado en terapia de pareja por un tiempo y que había consultado por infidelidad del marido, llama a la terapeuta y le dice: “Nos pusieron los cuernos; Pedro sigue saliendo con María”.
La función del analista es acompañar a la pareja en un proceso de conocimiento, una búsqueda de significados conjuntos donde se genera un espacio de escucha compartida. No se trata entonces de develar lo intuido, sino más bien de analizar la dinámica del acuerdo inconsciente que sostiene una relación en la cual el uno aparece como quien es “fiel y sufre” y otro quien es “infiel y goza”, de uno que “sabe” y de otro que “ignora”: organizaciones dualistas que expresan una dinámica vincular que podrá en el mejor de los casos ser analizada para promover un crecimiento vincular. Los secretos se dan en una trama vincular singular y se trata de analizar el terreno inconsciente que subyace a la misma.
UN COMENTARIO FINAL
Estas reflexiones sobre los secretos familiares pueden permitir ampliar la visión del terapeuta familiar. No se trata de respuestas acabadas, sino de puntos que permitan una ampliación del horizonte vincular, que promuevan adentrarnos en el universo siempre complejo del laberinto rizoma propio de los sujetos en trama vincular.
BIBLIOGRAFÍA
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[1] Trabajo presentado en el Segundo Congreso del Psicoanálisis de Pareja y Familia. Buenos Aires, Mayo de 2001
* Psicóloga Clínica Miembro Titular, Corresponsal en Colombia de la AAPPG. Carrera 5 No. 92 A – 61 Apto 101. Teléfono 6218448. Bogotá – Colombia. E-Mail : gsoler@latino.net.co
** Psicoterapeuta familiar
*** Psicóloga Clínica. Master en psicología comunitaria.
**** Psicóloga
[2] Alarcón, M. , Gallego, L. y Gutierrez, M. “El secreto como función de poder en las terapias vinculares”. Congreso Flapag, Buenos Aires, 1997. “Secretos, familia y lugar del analista en la trama vincular: Los secretos y su relación con los ideales familiares.” III Jornadas Nacionales Teoría y Clínica Vincular Psicoanalítica Año 2000. Buenos Aires, Junio 2000. “Secretos, trama vincular y vinculos fraternos” Noviembre 2000.
[3] Didier Anzieu, “La Transferencia Paradojica : De la comunicación paradójica a la reacción terapéutica negativa”.
[4] Entendemos por secretear el sustrato inconsciente del secreto: “Los secretos son el resultado de la puesta en actividad del funcionamiento de una estructura primordial e inconsciente a la cual llamamos el secretear.” Puget, J. y Wender “La vida secreta de los secretos” Revista AAPPG, XVI, 1993.
[5] La motivaciones inconscientes del mantenimiento del secreto están relacionadas con el mantenimiento de los ideales y mitos familiares. Se oculta, se acalla, se desmiente en un intento de escapar a las ansiedades catastróficas que genera el descubrimiento de la transgresión de ciertos ideales o normas sociales. El supuesto que desconocer es no saber, o continuar como si lo secreto no existiera, lleva a la familia a mantener un equilibrio precario, para lo cual instrumenta defensas, y obtura así la resolución del conflicto. La experiencia clínica nos muestra que desde el inconsciente se sabe más de lo que pretende desconocer y si no se sabe con frecuencia se presiente. El encubrimiento consciente no es el encubrimiento del inconsciente. Los síntomas emergen como denuncia de lo no sabido conscientemente.
El secreto remite a un juego de poder donde un polo del vínculo se coloca en el lugar de la censura y decreta un saber como no legítimo para el otro polo del vínculo. ¿Qué es aquello que es considerado no legítimo?, ¿Qué es lo que no se puede comunicar?, ¿Desde qué ideales narcisistas ha quedado instaurada la censura?, ¿Cuáles son las consecuencias imaginadas ocasionadas por la develación del secreto?
[6] Entendemos por develación la explicitación del contenido del secreto, pero su develación no rompe la estructura inconsciente del secretear. A veces en aras de la verdad se develan secretos con un timing poco propicio, tomando una característica más evacuativa y donde la develación irrumpe violentamente.